El odio de los Kirchner abrió la grieta

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No quiero dejar pasar algo gravísimo que dijo Máximo Kirchner en Escobar. El príncipe heredero de la Reina Cristina culpó a los medios de comunicación de “ser el caldo de cultivo” para “que la gente actúe así”. Se estaba refiriendo al balazo que el diputado nacional, Miguel Arias recibió durante un acto proselitista en el interior de Corrientes. Con una irresponsabilidad sumamente peligrosa hizo responsable al periodismo crítico de que alguien haya disparado un arma desde las sombras. Máximo aseguró que el odio es el combustible que fomenta estos delitos y aberraciones absolutamente condenables.

Es cierto que el odio abrió una grieta inmensa en la Argentina. Pero no fue una construcción del periodismo. El odio como instrumento político lo instaló el matrimonio Kirchner en la Argentina. Me dedico al periodismo y al análisis político desde la recuperación de las instituciones democráticas en 1983. Y puedo asegurar que Alfonsín y Luder, Carlos Menem y Angeloz, De la Rúa y Duhalde, competían ferozmente por el poder y por sus ideas, pero no odiaban al otro. Lo consideraban un adversario y no un enemigo. El abismo que se había abierto entre el peronismo y el anti peronismo, había empezado a cerrarse. El puntapié inicial lo dio el doctor Ricardo Balbín cuando ante el féretro del general Perón, dijo: “Este viejo adversario viene a despedir a un amigo”. Y el gran abrazo en defensa del sistema democrático se lo dio Antonio Cafiero, como presidente del Partido Justicialista al presidente Raúl Alfonsín ante el ataque golpista de los militares carapintadas cuando los dictadores todavía tenían poder de fuego. Juntos, codo a codo en el balcón histórico de la Casa Rosada, los líderes de ambos partidos mayoritarios defendieron la legalidad republicana.

Esa herida histórica había cicatrizado. No se había convertido en un romance ni en un nuevo movimiento que los involucrara a todos, pero había convivencia pacífica, disensos y consensos, diálogos constructivos.

Todo eso fue dinamitado por Néstor Kirchner cuando llegó a la presidencia y luego fue multiplicado por Cristina. Encontraron en un marxismo tardío y regresista y en las teorías de Ernesto Laclau, la excusas para darle un barniz ideológico a sus características personales. Apostaron a la creación de un enemigo, lo satanizaron, desempolvaron las viejas palabras de gorilas y oligarquía y construyeron siempre sobre el conflicto, el látigo y la mayor corrupción de la historia democrática argentina.

Desde Alfonsín hasta la llegada de los Kirchner al poder, no había odio. Había debates acalorados, paros salvajes de la CGT, decisiones negativas o muy cuestionables, pero el odio había quedado enterrado en el tiempo. Ese contrato democrático de 1983 se convirtió en el mayor activo de la sociedad.

Pero Néstor y Cristina vinieron por todo, y para siempre y no dudaron en fracturar nuevamente a los argentinos. De todos los pecados capitales que cometió el matrimonio Kirchner, tal vez este sea el peor de todos. El que más retraso y dolor generó en nuestro bendito país y el drama que más tiempo va a llevar poder superar. Abrieron nuevamente una herida atroz que nos costará por lo menos una generación poder suturar.

Esta es mi verdad relativa histórica. El abismo fue parido, alimentado y mantenido aún hoy por los Kirchner. Insisto y me remito a los testimonios de los protagonistas de aquellos tiempos. No había odio. Hasta que llegaron ellos. La grieta no fue producto de los medios ni de los partidos políticos no kirchneristas. Ni siquiera es responsabilidad de parte del peronismo que, aunque, salvo excepciones, acompañó la salvajada con cobardía y conveniencia.

Joaquín Morales Solá, escribió al respecto que “la grieta no es la construcción discursiva y anímica de dos grupos políticos diferentes, es una creación del cristinismo y comenzó con el “vamos por todo”. Yo creo que comenzó con Néstor y que Cristina la potenció al máximo nivel. Ella la fomenta  ahora, al límite de que un sector de sus fanáticos está dispuesto a llevarse por delante el régimen democrático con tal de lograr la impunidad y la venganza que tanto desea Cristina. Y esto es lo más profundo que se va a dirimir en las próximas elecciones. Es la confrontación en las urnas entre un modelo chavista que genera más pobreza y menos libertades y otro republicano popular que quiere volver a la producción, el mérito y a insertarse entre los países que progresan y no entre los que regresan como Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Los Kirchner también tuvieron aciertos y horrores, como todos los gobiernos. No comen vidrio y en el 2023 van a cumplir 16 años en el poder. Pero destruyeron todos los valores de la honestidad, el respeto por la división de poderes, la educación de excelencia que no adoctrina y la innovación productiva. Destruyeron todos y todos los índices lo demuestran.  Solamente tuvieron éxito en construir la grieta. Y es en ese agujero negro donde se caen las esperanzas de nuestro pueblo. No tengo demasiadas esperanzas, pero ojalá algún día Máximo, como mínimo entienda esto. No pido mucho. Que deje de mirar por el espejo retrovisor del fracaso y mire el futuro.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre