Donar órganos, donar vida

1562

Mañana es el Día Nacional de la Donación de Órganos que es como sembrar mil esperanzas todos los días. Es el día de la máxima solidaridad posible. Por eso, en estos tiempos de pandemia, es bueno reflexionar sobre este tema. Se eligió esta fecha porque en 1997 nació Dante y María, su madre, se convirtió en la primera mujer trasplantada que dio a luz en un hospital público. Ella sufrió una hepatitis inmune terrible durante diez años hasta que le hicieron un trasplante hepático. ¿Se imaginan lo que fue aquel embarazo? Hoy, el pibe es un gigante que se abraza a su vieja y ambos tienen la sonrisa más contagiosa del mundo.

Un solo donante, escuche bien por favor, un solo donante puede salvar la vida de 10 personas. Es la generosidad solidaria que se multiplica. Es hacer el bien sin mirar a quien. Es una forma de procreación al alcance del ser humano…. por ser humano. ¿A cuántos hermanos podemos salvar? ¿Cuántos compatriotas pueden recibir semejante bendición? ¿Se lo preguntó alguna vez? ¿Hay otra forma superior de la entrega y el servicio hacia los demás? Es ser solidario con nuestro propio cuerpo aún después de muerto. Dar hasta que duela como pedía la Madre Teresa. Es como arrebatarle un poco de vida a la muerte, como ganarle algunas batallas. “Dar vida en vida”, se llamó el concurso de cuentos que se hizo. La campaña para fomentar la donación, este año tiene el hashtag “Abrazos de vida” y su imagen es Matilde, una muñeca con los brazos abiertos. Pretende impulsar a abrazar la vida como se abraza las buenas causas, los ideales, los sentimientos, los afectos.

Le recuerdo el caso de dos personas muy conocidas y queridas. Primero, por lo inédito, el de nuestro querido compañero de radio Mitre, Jorge Lanata. Fue maravilloso su trasplante de riñón. Estaba y está feliz con la esperanza de futuro que le metieron en el cuerpo y en el alma. Su caso fue emblemático. Por primera vez en América Latina se hizo ese trasplante renal cruzado. Eso multiplicó geométricamente el universo de donantes. Los grandes protagonistas, además de Jorge fueron Sara, su esposa de entonces que donó su riñón para que se lo implantaran a Ignacio y Nora que ofreció el suyo para Lanata.

Muy sabia, la justicia, autorizó esta situación que no estaba legislada en la Argentina pero que, después, cuando se aprobó la ley Justina, se autorizó en su artículo 23. Este tipo de trasplante ya es ley hace tiempo en Estados Unidos, Canadá, Holanda, España y entre otros países. Fue una especie de milagro democrático y cívico que la votaran en forma unánime todos los bloques de diputados y senadores. ¿Quién podía oponerse a que los 4.600.000 personas que padecen algún tipo de insuficiencia renal tuvieran un futuro mucho mejor?

Y lo de Sandra Mihanovich, por supuesto. Fue directamente de una magia emotiva incomparable. Yo ya la admiraba por su talento y, para que negarlo, por ser una hincha de Boca de ley. Pero demostró un coraje impresionante en ese acto de amor total de donarle un riñón a su ahijada. Y Sandra se animó. Y la tuvo que pelear incluso en la justicia porque está prohibida la donación entre personas vivas que no sean familiares directos. Por eso la autorización la tuvo que dar un juez. Y el milagro se hizo, una vez más. Muchas veces la gente tira para atrás por desconfianza. La comprendo pero no la justifico. Hemos sufrido tantos engaños y desilusiones desde las instituciones que todo nos despierta sospecha. Pero en el caso de la donación de órganos hay que confiar. Nunca, jamás, se comprobó un solo caso en el que haya ocurrido algo poco claro o reñido con la ética. Hay tanta leyenda urbana producto de la ignorancia que vale la pena repetirlo una y mil veces. No se registran hechos de corrupción ni de malversación y mucho menos de tráfico vinculado al trasplante de órganos.

Esas historias inventadas nos hacen mucho mal como sociedad. A todos, porque todos podemos ser donantes y todos podemos necesitar que nos donen un órgano. Uno nunca sabe su destino. Nunca sabe de qué lado del trasplante puede estar. Es actuar en defensa propia. Le recuerdo que la evaluación de los doctores del INCUCAI es muy rigurosa para confirmar la muerte. La ley exige que dos médicos, un terapista y un neurólogo firmen el acta de defunción. Y se hacen dos exámenes separados por seis horas. Hacen falta más campañas de concientización hacia la sociedad y capacitación para los médicos. En este momento hay más de 7.100 personas en lista de espera. No son números de una planilla.

Son hijos, padres, hermanos, novios, amantes, soñadores, tan argentinos como cualquiera de nosotros y esperan en la lista y desesperan en la angustia. La medicina avanza a pasos agigantados y los trasplantes son cada vez más frecuentes y exitosos en la Argentina pero en este bendito país los donantes no alcanzan. Hemos mejorado pero todavía falta. Según el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) hay 5,16 donantes cada millón de habitantes. Orgullosamente le cuento que yo soy un donante hace 12 años. Y que hoy es mucho más fácil porque se puede expresar la voluntad en forma digital.

En lo que va del año ya se realizaron 561 trasplantes, 200 de los cuales se hicieron con todas las medidas de seguridad del caso, en plena pandemia. Los periodistas, los docentes, los religiosos, los políticos, los artistas, los deportistas y todos los que tenemos un micrófono, una tribuna o un púlpito desde donde difundir informaciones y pensamientos tenemos la responsabilidad social, la obligación moral de incitar a la esperanza, de fomentar la donación, de multiplicar la solidaridad de hacer una propaganda constante de los valores que nos hermanen más y nos hagan mejores personas y mejores argentinos.

No hay otra. Un nuevo país solo tendrá mejores cimientos con mejores ciudadanos. Hubo campañas de todos los colores. Una que decía: escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo y donar un órgano. Hay que iluminar la vida de los donantes con la posibilidad de dar a luz sin ser padre o madre. Dar a luz a otro ser humano sin parir pero dando vida. Suena maravilloso. Es una epopeya que salva la vida de nuestros semejantes. ¿Hay algo superior a eso?
A esta hora exactamente hay un donante en la calle y todos los que están vinculados a este tema tan delicado pueden instalar la etiqueta “Si, quiero ser donante”.

En “Animal”, la película de Armando Bó que tanto éxito tuvo, se puede ver entre otras cosas, la desesperación Guillermo Francella, como la de cualquier persona que espera y desespera por un órgano. El horror de ver en la diálisis como algunos compañeros se van muriendo. Y el órgano que no llega. Y el donante que no aparece. Todos tenemos que empujar para que sobren donantes en la Argentina.

Porque eso que late en la patria no es otra cosa que nuestro corazón multiplicado. Combatiendo a la muerte, honramos la vida. Quién dijo que todo está perdido/ yo vengo a ofrecer mi corazón. Combatiendo a la muerte, honramos la vida. La gran Eladia nuestra que está en los cielos lo decía con toda luminosidad:
Eso de durar y transcurrir, no nos dá derecho a presumir, porque no es lo mismo vivir, que honrar la vida.

Donar órganos. Dar vida aún después de muertos es honrar la vida.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre