Andahazi: “Las consecuencias psíquicas de la cuarentena más larga del mundo”

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El diario francés Le Monde le dedicó hoy una extensa nota a la salud mental de los argentinos como caso testigo, al ser nuestro país el que exhibe la cuarentena más larga del mundo. El artículo señala que la dimensión psicológica del aislamiento no ha sido tomada en cuenta en ninguna de las decisiones del gobierno.

En la Argentina se ha sometido a la población a un confinamiento castrense sin matices, obligando a la gente a circular con permisos especiales, sin consideraciones y con un costo económico y emocional superior al de otros países, inclusive países de la región.

Desde que se declaró la cuarentena en marzo, advertimos en esta columna sobre los riesgos que implicaba para la salud psico-física y las consecuencias del colapso económico sobre la integridad anímica de la población. La cuarentena se manejó con un total desprecio del equilibrio emocional de las personas.

Las extensiones permanentes, la imposibilidad de continuar con los tratamientos psicológicos, el maltrato del presidente a los periodistas que los consultaron por la angustia que experimenta la gente, la ya folklórica conferencia de prensa para anunciar alargamientos cada dos semanas han agravado el cuadro psicológico de la población.

Aunque el presidente se ponga nervioso y conteste de mala manera a los periodistas, si son mujeres les habla todavía con más prepotencia, que le preguntan lo que él no quiere escuchar, la verdad existe, no es una interpretación ni un relato. Muchos colegas que trabajan en el área de salud mental pública y privada me subrayan lo mismo: la gente no da más.

Los llamados de pacientes que solicitan atención psicológica gratuita se cuadruplicaron. El abuso de psicofármacos sin prescripción aumentó a niveles preocupantes, igual que el consumo de alcohol, y una enorme cantidad de pacientes interrumpieron terapias que en muchos casos requerían de un monitoreo permanente.

El martes hablamos de la responsabilidad ciudadana. Hacer ejercicio de la responsabilidad, de los derechos y de las obligaciones es, exactamente, vivir en libertad aún en la cuarentena.

Muchísimos países del mundo han manejado el confinamiento de una forma más inteligente y selectiva. Esta cuarentena sin planificación, eterna, se parece más a una especulación política que a una estrategia diseñada por profesionales de distintas disciplinas como se aconsejó desde el primer momento.

El presidente debería explicar por qué un profesional de la salud mental no puede atender bajo un protocolo, como cualquier otro agente de salud, cuando el tratamiento psicológico requiere aún menos cercanía que cualquier revisación médica. Mucho menor, de hecho, al abrazo que se dio con Insfrán.

¿Por qué se abandona a la gente con padecimientos psicológicos? ¿En qué momento el gobierno argentino decidió que el ser humano es solo un organismo plausible de contagiarse coronavirus y nada más? ¿A qué nos está llevando este reduccionismo obtuso y miope? ¿En qué condiciones de afrontar esta debacle económica que nos espera?

El gobierno ha puesto muchísima más energía en culpar a otros que en desarrollar protocolos meticulosos para cada actividad: la ciudad, los runners, los millenials, los que viajan, los que salen con los chicos…. Todos tienen su parte de culpa en el infierno de los pecadores que el kirchnerismo mira desde una superioridad moral que se otorgó a sí mismo.

Desde el principio del aislamiento hemos puesto el acento en el equilibrio emocional de los chicos, especialmente de los adolescentes. Nadie en el gobierno parece haberse detenido a pensar el impacto brutal que este confinamiento extendido sin horizonte tiene para esa franja etaria, de los 12 a los 18 aproximadamente.

Colegas que trabajan con pacientes de esa edad me están hablando de niveles de ansiedad inéditos, recaídas en trastornos de la alimentación, problemas con el alcohol, drogas compradas con los sistemas de delivery o take away, las nuevas formas de la distribución narco.

Es fácil decirle a la gente que se quede en sus casas por las buenas o por las malas, como amenazó el presidente, en lugar de construir una responsabilidad que incluyan la libertad y la conciencia como pilares democráticos, que deberían ser más sólidos aun en tiempos de pandemia.