No incendien la democracia

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Aquellos que son capaces de prender fuego a un diario o a la sede de una institución del gobierno, son capaces de incendiar la democracia. Se trata de un delito de extrema gravedad institucional que debe investigarse a fondo y castigarse con todo el peso de la ley. Por más genuinos que sean los reclamos, no podemos permitir que salvajes que se creen dueños de la verdad extorsionen a los ciudadanos pacíficos con acciones directas cargadas de violenta irracionalidad criminal. La democracia, aún con sus debilidades ofrece una variedad de mecanismos para ejercer el derecho constitucional a la protesta. La queja y el reclamo social son el pulmón por donde respira la democracia. Expresar opiniones e ideas es uno de los pilares del sistema menos malo que existe. Eso está bien. No creo en las sociedades silenciosas y atemorizadas que son sometidas por los tiranos de turno. El silencio y la uniformidad de los cementerios no es sinónimo de libertad. Pero una cosa es manifestar la oposición a tal o cual medida y otra muy distinta es incendiar la sede del diario “El Chubut”, como hicieron estos delincuentes y asesinos que se esconden bajo el rótulo de “anti minería”.

Una cosa son las marchas masivas con carteles y cánticos que repudian lo que quieren repudiar de una ley y otra muy distinta es incendiar a sede del gobierno provincial en Rawson.

Una cosa es la protesta democrática que siempre es bienvenida. Y otra muy distinta son los que cometen delitos, violando la ley y haciendo justicia por mano propia.

Los ciudadanos que amamos la República y los que defendemos la ley como los cimientos donde se asientan los valores democráticos, no podemos tolerar ninguna situación de violencia en el debate público. Y cuando digo ninguna, digo ninguna. Porque si permitimos una con la excusa de que es una  exigencia razonable estamos enviando una señal peligrosa a la sociedad. Que gana siempre el más violento. Que ojo por ojo, diente por diente. Por ese camino, la sociedad termina arrancándose los ojos y nos quedamos todos ciegos.

Esto vale para toda acción agresiva e intolerante que no respete las normas.

La repetición de estos acontecimientos despreciables nos lleva a un abismo en la convivencia social.

Ya padecimos como argentinos, el horror del terrorismo foquista que quiso imponer sus ideas a sangre y fuego y del terrorismo de estado que cometió crímenes de lesa humanidad. El contrato social de 1983 es el final de las guerrillas y las dictaduras. Es el compromiso de no utilizar la violencia como instrumento de lucha política.

Porque ya está absolutamente naturalizado que cualquiera pueda cortar una calle, una ruta, o las vías del tren. En este último caso, 40 personas le arruinaron el día a cientos de miles de trabajadores humildes que van o vuelven de sus tareas.

Porque los falsos mapuches son capaces como lo han demostrado de quemar maquinaria o camiones o incluso casas y edificios como en El Bolsón o Villa Mascardi, y pasa el tiempo y nadie o casi nadie va preso. Insisto, esa impunidad los invita a que repitan sus ataques. Y si la prensa no les presta la suficiente atención o las autoridades no acceden a sus pedidos, redoblan la apuesta y multiplican la irracionalidad de sus actos. Total, les resulta gratis. Total los falsos garantistas del kirchnerismo siempre los van a proteger. Nadie va preso o casi nadie va preso y esta ola de atropellos va creciendo en cantidad, en intensidad y en ferocidad.

Solo algunos jueces valientes condenan los bloqueos a empresas, y los aprietes extorsivos en la puerta de las fábricas.

El estado desnuda su debilidad y los provocadores demuestran su fortaleza. Por eso se animan cada vez más. Atentar con bombas molotov al diario Clarín, hasta ahora les salió casi gratis a esos terroristas de pacotilla. Hay solamente una persona detenida. Tiraron esas botellas incendiarias a la hora en que muchos compañeros periodistas salían de trabajar rumbo a sus hogares.

En Chubut la serie de incendios a oficinas de la justicia y del gobierno destruyó valiosos edificios y muchísimos archivos de todo tipo. El desastre que hicieron en el diario “El Chubut” destruyó gran parte de la planta baja y ocurrió mientras había trabajadores adentro del medio de comunicación.

Tiene razón el jefe de redacción del diario, Tomás Gutiérrez cuando dice que fue “un ataque homicida”. ¿Qué hubiera pasado si el fuego se descontrolaba y morían las personas que trabajan ahí? ¿Cuál era la acusación de los energúmenos? Que el diario era pro minería. Estamos en democracia y cada uno tiene derecho a expresar sus ideas y pensamientos. Hay, y debe haber la más amplia libertad de expresión. Debemos combatir y castigar con la ley en la mano a todos los que violan la ley. No importa si estamos a favor o en contra de la minería, de Cuba o de las vacunas. La violencia debe ser extirpada de raíz y la única manera es aplicando la ley con toda rigurosidad sin falsos garantismos y sin que tenga importancia de qué lado de la grieta está el violento. Los delincuentes no son kirchneristas ni anti kirchneristas, no son pro o anti minería, no son pro o anti mapuches. Los que tienen como bandera la crueldad de la destrucción, la furia y el ensañamiento deber ir presos. Ellos mismos le quitan legitimidad a sus reclamos. Los mismos ciudadanos pacíficos que están en todo su derecho a oponerse a la ley de minería, o a la línea editorial de un diario o al rol de algunos pueblos originarios, deberían marginar y apartar a estos grupúsculos pequeños pero sumamente dañinos, que le quitan legalidad a sus posiciones.

Basta de violencia. No hay camiseta partidaria ni ideológica que justifique los incendios, las piedras, los palos, las capuchas, las molotov y mucho menos las armas.

Basta de violencia. Son momentos muy complicados de la sociedad, con crisis profundas y problemas muy graves. Pobreza, hambre, desocupación, muertos por covid, corrupción y muchos disvalores que desilusionan a una parte de los argentinos.

Condenemos todo tipo de violencia. La violencia es una enemiga de la democracia y por lo tanto de todos nosotros. Antes de que sea demasiado tarde para lágrimas. Violencia, Nunca Más.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre