Al presidente Fernández no le conviene hablar de los ladrones de guante blanco. Es una manera de reinstalar en el debate público el tema de la corrupción de estado y en eso, Cristina y el Cártel de los Pingüinos Millonarios, son campeones mundiales. No hay antecedentes en democracia de una cleptocracia de tanta magnitud como la que lideraron Néstor y Cristina. Nunca nadie en la Argentina se enriqueció tan rápido y con tanta impunidad como la familia Kirchner, sus funcionarios más cercanos, sus amigos y testaferros. Muchos de ellos ya están condenados por la justicia y muchos, como Cristina, todavía siguen impunes.
Los ladrones del kirchnerismo no necesitaron utilizar guantes de ningún color. Se sienten dueños del estado y no inquilinos de la Casa Rosada. Y por lo tanto se metieron en el bolsillo y ocultaron en las cajas fuertes todo el dinero que pudieron.
Amado Boudou, Lázaro Báez, Ricardo Jaime, José López, Milagro Sala son solamente algunos de los que fueron encontrados culpables en los tribunales.
Pero falta lo más importante. La causa de los cuadernos de las coimas K que es la radiografía más perfecta y minuciosa de la asociación ilícita que saqueó al estado. Todos los bolsos repletos de dólares sucios iban a parar al departamento donde vivían Cristina y Néstor, a Olivos o directamente a Río Gallegos, a la casa de María Ostoic, la madre de Néstor. Eso está absolutamente probado. La causa está repleta de pruebas documentales, de cruces telefónicos, y del testimonio de empresarios y funcionarios que confesaron haber sido parte del robo del siglo.
Frente a tanta evidencia, Cristina y su banda solo recurren a victimizarse diciendo que son perseguidos políticos y que hay una conspiración entre el imperialismo, la justicia y los medios de comunicación. Bad information, doctora. Es una mentira grande como la Patagonia.
Ese mismo mecanismo se utiliza en la actualidad para blindar a Mayra Mendoza, la intendenta de Quilmes. Está imputada por corrupción en una causa gravísima porque se robaron 535 millones de pesos que pertenecían a cooperativas populares. Mayra Mendoza se refugió en los mismos argumentos falaces: me persiguen porque soy mujer y de La Cámpora. Otra mentira gigante.
Pese a eso, el gobernador Axel Kicillof y el ministro Wado de Pedro, es decir el cristinismo camporista de paladar negro, salieron a bancarla. Y apelaron a conceptos insostenibles.
Kicillof dijo que Mayra está haciendo una gestión muy buena e invitó a sus críticos a que se den una vuelta por Quilmes.
Le repito. Quilmes es un desastre. Falta de todo, asfalto, cloacas, agua y sobra inseguridad y pobreza. Pero supongamos por un momento que Quilmes de pronto, se haya convertido en Nueva York. No es cierto, pero si lo fuera, no tiene nada que ver con meter la mano en la lata. Ser un buen o un mal administrador o funcionario no justifica a un ladrón o una ladrona. Son dos cuestiones distintas. ¿Se entiende?
Parece que la militancia extrema del cristinismo no lo entiende. Porque apelaron a cantitos amenazantes del tipo “Con Mayra no se jode”.
¿A quién iba dirigida esa amenaza? A Alberto. ¿A los fiscales y jueces o al periodismo que destapó esa olla nauseabunda?
Wadito de Pedro, materia gris del camporismo, fue por el mismo camino. “En Quilmes tienen un excelente intendenta y la vamos a bancar. Mientras más la ataquen, más la vamos a bancar”.
No dicen que Mayra es inocente y que jamás tocó un centavo ni se guardó un vuelto. Si creen que no robó, deberían estar apurados en concurrir a los tribunales para demostrar su inocencia.
Pero no. Es más seguro denunciar persecución y Lawfare, como manda Cristina.
Lo de los ladrones de guante blanco lo instaló un desaforado y patético Alberto Fernández. Pero antes hubo una excelente columna de Luciana Vázquez en La Nación que fue premonitoria. Repasó la presencia del verbo “robar” y de la condición de “ladrón” en el discurso y en la acción de las diversas variantes del peronismo desde el retorno de la democracia.
Luciana, preocupada por cierta naturalización de la corrupción, registró que un peronista ex montonero como Horacio Verbitsky le atribuyó a un peronista hoy empresario, José Luis Manzano, la frase que llevó en la tapa de su libro: “Robo para la corona”.
Otro peronista sindicalista como Luis Barrionuevo, por mucho tiempo enemigo de Cristina y hoy amigo de Wado de Pedro, había instalado ese impactante acto fallido: “Tenemos que dejar de robar por dos años”.
Hubo una peronista que duró poco en el gobierno. María Eugenia Bielsa que en un sincericidio brutal dijo “Compañeros, reconozcamos que robamos”.
Otro justicialista cristinista que se pasó al albertismo y que ahora parece que volvió al Instituto Patria anunció que si no se unen “vamos a terminar presos”.
El ministro Jorge Ferraresi se auto percibió de esa manera, entre rejas y dijo que otros iban a estar dando clases en universidades internacionales. Algunos dicen que fue un tiro por elevación para Martín Guzmán y otros juran que fue contra Alberto.
Ese concepto del “Roban pero hacen”, fue un disvalor que se instaló durante el gobierno de Carlos Menem. No se puede generalizar porque el que generaliza discrimina. Conozco a muchos peronistas honestos. Pero gran parte de la sociedad sabe que muchos peronistas y kirchneristas son ladrones que no usaron guantes. Dejaron sus huellas y luego denunciaron persecución política. Y esa es la grieta más grande.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre