Lágrimas de la gente y caos de Alberto

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Fue y sigue siendo un caos absoluto. Fue y sigue siendo una irresponsabilidad brutal del gobierno de Los Fernández. Alberto y Cristina privilegiaron su voracidad por apropiarse de la imagen de Maradona y se olvidaron de organizar razonablemente un acto masivo y peligroso. Es tanta la ceguera que les produce el fanatismo político que no vieron que era muy probable que pasara lo que finalmente, pasó. Se pasaron de rosca en el intento de manipular y llevar agua para su molino en una situación de profunda tristeza para los ciudadanos de a pie que aman el fútbol y no lo quieren mezclar con la política, La inmensa mayoría de las lágrimas derramadas fue porque muchos argentinos se sintieron huérfanos de la alegría más grande que les dio una pelota. La inmensa mayoría no lloró porque Maradona es chavista o castrista o kirchnerista. Las lágrimas genuinas no tienen partido político. Fue una falta de respeto ver las banderas colgadas en la madrugada del Movimiento Evita, de la Juventud Peronista, la estrella federal que usaron los Montoneros. Dio vergüenza ajena lo figuretti que resultó Alberto Fernández colocando las camisetas sobre el féretro. Y Cristina no se quedó atrás. En esa puesta en escena similar a la que hicieron cuando murió Néstor Kirchner, ella apoyó sus dos manos sobre el cajón y según algunas versiones, lloró. Aunque no lo podemos confirmar.

El patio de las Palmeras, el corazón del poder político en la Argentina fue ocupado por barras bravas que son hinchas de sí mismos y de la violencia. Son mercenarios del que les pague mejor y que le deje la mayor zona liberada para cometer delitos. Tiraron abajo las vallas, rompieron las rejas, le tiraron zapatillas y camisetas al ataúd de Maradona. Nadie quiso perderse la despedida y todos generaron corridas, un desborde maradoniano, una insensatez que pudo llevar a una tragedia y las hijas de Diego y su madre, Claudia, se tuvieron que ir, tosiendo por los gases lacrimógenos, sin tener un minuto de paz e intimidad con su familia. Alberto, Vitobello y Santiago Cafiero daban órdenes y contra órdenes. Hasta la la gendarmería tuvo que entrar casi de prepo a la Casa Rosada. Debieron sacar el féretro para evitar alguna locura. De hecho semejante panorama de terror, me hizo acordar a aquel tiroteo de Madonna Quirós, el chofer de Pablo Moyano contra los patoteros de la UOCRA que quería apropiarse del cajón de Juan Domingo Perón en la quinta. ¿Se acuerdan?

Que concubinato trágico, el de los muertos célebres y el peronismo. Que vocación por la necrofilia. El gobierno de científicos que generó una catástrofe económica, sanitaria y educativa, también generó un descontrol absoluto y un papelón internacional que da vergüenza ajena. No se puede creer semejante falta de conducción y de eficiencia incluso para un velorio. Solo pensaron en sacar rédito político y se olvidaron de analizar bien el mamarracho que estaban haciendo. Llevar una multitud de hinchas al corazón del poder. Pretender que ingresaran ordenadamente como si fueran colegialas. Parece que Alberto nunca fue a una cancha de fútbol. O se la pasó siempre en la platea o en los palcos de autoridades. Otro hubiera sido el resultado con un velorio en un estadio, en el medio de la cancha y con el tiempo para que toda la multitud pudiera despedir a Maradona. Algunos camporistas mezclados entre la multitud levantaban sus dedos en “ve” y le echaban la culpa a Horacio Rodríguez Larreta por la represión. Insólito. Relato a rajatabla. Todo el operativo estuvo coordinado por el gobierno nacional. Por  la ministra de Inseguridad, Sabina Fréderic que no puede organizar ni un Zoom y colaboraron la Policía Federal, la Gendarmería y también la policía de la Ciudad. Pero las órdenes o los desórdenes los dieron desde la presidencia de la Nación.

Hubo heridos de balas de goma, botellazos contra la policía, piedras a granel al grito insólito de “El que no salta es un inglés”. El gobierno fue tan impresentable como muchos de los que peleaban para entrar a la Casa Rosada como si fuera una guerra. Gran parte de la sociedad no tiene solución.  

Estamos en un quiebre cultural terrible donde los peores disvalores coparon la cabeza de mucha gente. El aguante ricotero, el porro fierita, el chupi, el desafío a la autoridad, decirle boludo y tonto al que trabaja con mérito y rechazar todo tipo de esfuerzo y sacrificio se han convertido en un pantano donde está enterrado  gran parte de nuestro futuro.

Fue muy triste ver a los familiares de Diego abanicados para evitar el efecto de los gases. Fue horrible ver el féretro oculto debajo de cientos objetos que la gente les tiraba a su paso. El papelón del gobierno fue tan grande como la fama de Maradona. Su absoluta mala praxis para todo lo que sea organización y sentido común, siembra miles de dudas respecto de otros temas como la aplicación de las vacunas. Querían anotarse un triunfo político aprovechando el amor de millones por el mejor futbolista de todos los tiempos. Y otra vez les salió el tiro por la culata. Hubo cosas muy graves que hablan tanto del gobierno como de parte de la sociedad. Un patorero llamado Rafael Di Zeo, jefe de un sector de la barra brava de Boca, tiene prohibida la entrada a todos los estadios del mundo. Sin embargo entró a la Casa Rosada como pancho por su casa. Como si fuera un ministro o el mismísimo presidente. El responsable de eso tiene que pagar con su renuncia. Se puso en peligro la seguridad del presidente.

 Pretendió ser un funeral de estado y fue un papelón de estado. Maradona, en una cancha, solo le dio felicidad a la gente. Este gobierno no para de cometer torpezas y errores no forzados. Solitos se metieron en una implosión descontrolada. Hubo batallas campales por las calles. Comerciantes que cerraron sus puertas. El transporte público, por supuesto, no pudo funcionar. En un momento hubo pánico porque los funcionarios que no funcionan y el presidente que no preside, temieron que un grupo de salvajes tomara la Casa Rosada. Cambalache Siglo XX.

 En la casa donde nació Maradona en Villa Fiorito, una señora que se identificó como del Centro Comunal Néstor Kirchner y que tenía un barbijo con la imagen de “Nestornauta”, no permitió el ingreso de un periodista de Clarín. Van por todo. Ella avisó. Debió ser un respetuoso momento de congoja y despedida de Maradona y fue una explosión insensata de lo peor que tenemos. El velorio finalmente fue suspendido. Tenía razón Diego, la pelota no se mancha. Pero este gobierno, se manchan demasiado seguido.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre