La reina Cristina y el golpe palaciego

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Cristina miente con frecuencia, pero no siempre. Cuando anunció el “vamos por todo”, estaba diciendo una verdad que está en el ADN de su resentimiento y de su ideología. Su nacional populismo, surgió del ladri progresismo feudal y de la mezquindad y el maltrato personal. Por eso es totalitaria. Por eso nada le alcanza. Su voracidad por el poder y por el dinero, no tiene límites. Siempre va por más. Va por todo, como ella misma confesó. Ungir a Alberto como presidente y sumar a Sergio Massa no fue producto de su generosidad o de su astucia táctica electoral. Ella y su guardia de hierro camporista, desprecian profundamente a ambos, pero los utilizaron para volver al poder. Ahora no los soporta.

Es absolutamente consciente de que Alberto y Sergio fueron dos de sus principales enemigos. Y ella no perdona. El rencor es su principal motor. Alberto le dijo de todo en todos los temas. Por eso ratifico que el archivo y Cristina son los principales enemigos del Presidente. Alberto jamás podrá borrar sus testimonios más anti cristina. Desde que “todo lo que hizo fue deplorable” hasta calificarla de “cínicamente delirante” y psicópata.

Sergio Massa, se asoció a Margarita Stolbizer y la utilizó con oportunismo, para mostrarse como un cruzado contra la corrupción. Por eso, Cristina mantiene la consigna de los 70: Ni olvido ni perdón. A Massa no le dijo pelotudo, como a Parrilli, a Diana Conti, a Jorge Taiana, al Movimiento Evita y a tantos otros. Cristina fue mucho más a fondo con Massa y Stolbizer. Los llamó hijos de puta a ambos y a ella loca y gorda y le pidió a Parrilli que la matara a Stolbizer y lo embocara a Massa. Son los audios que todos escuchamos. Nadie lo contó en forma reservada. Cualquiera los puede escuchar y entender con más profundidad la lógica autoritaria de Cristina.

Por eso ahora, va por la venganza contra Alberto y Sergio. Ya no los necesita. Ya lo usó y pronto los va a tirar. Esa es su concepción de la lealtad y las coaliciones: use y tire. Esa es la razón por las que, durante todo este tiempo, Cristina se borró del tema de la cuarentena. No dijo una palabra ni siquiera de pésame a tanta gente que murió. Pero boicoteó casi todas las acciones de Alberto. Lo acorraló contra su propio arco.

La gran novedad es que ahora Cristina decidió atacar directamente a sus dos socios del Frente. Contra Alberto utilizó al titular de la Oficina Anticorrupción, Félix Crous. Muchos ingenuos creyeron que la exigencia de que Alberto mostrara quienes fueron sus clientes en los últimos tres años, era un acto de transparencia en el cumplimiento de sus funciones. Bad Information. Crous es un soldado de Cristina y jamás haría algo así sin una orden de ella. Cristina confesó varias veces a sus personas más cercanas, que le da mucha bronca que los medios la muestren como una corrupta, la jefa de una asociación ilícita para saquear al estado y que a Alberto lo muestren como alguien impoluto que no se manchó jamás con la corrupción.

Cristina cree que eso es producto de un pacto entre Clarín y Alberto. Siempre lo acusó de eso. “A Alberto lo protegen, lo cuidan, él es un santo para los medios hegemónicos. Los únicos corruptos somos nosotros”, suele quejarse. En el 2011, en el libro de Sandra Russo llamado “La Presidenta. Historia de una vida”, Cristina definió a Alberto como “vocero del grupo Clarín”. Y los informes de 67Chorro del pauta traficante Diego Gvirtz lo mostraban como un lobista de Repsol y de otras multinacionales.

La información de la factura de 435.600 que Alberto le hizo a Oil Combustible, de Cristóbal López se descubrió durante el concurso de esa empresa. Después Fernández no pudo negar la existencia de esa factura. Dijo que era un error, que no se había cobrado, que después la anuló y que bla bla bla. Pero la factura estaba. Y a eso apuntó Cristina a través del pedido de Felix Crous. Quería que Alberto confesara que Cristóbal fue su cliente. Por eso Alberto reaccionó tan enojado y se negó a aportar esa información. Fue el propio Crous el que ventiló esa situación. Se la filtró al periodismo con el único objetivo de ensuciar a Alberto para satisfacer el pedido de Cristina. En su lenguaje: Cristina lo embocó a Alberto.

Ahora estará satisfecha diciendo: “No solo yo tenía relaciones non sanctas con Cristóbal”. En el lenguaje de la batalla naval podría decirse que el barco de Alberto fue “tocado”. Pero en cualquier momento puede ser hundido.
El otro zarpazo de Cristina involucra a ambos enemigos íntimos, a Alberto y a Massa. Su jugada fue decir que la reforma judicial no era la de ella. Se lavó las manos, de la casi segura derrota. Le sacó el cuerpo al costo político. La culpa será de Alberto y Massa. Fue una forma de decir “yo no tengo nada que ver” con la suerte de esa reforma.
La gran pregunta es porque Cristina dispara con fuego amigo. ¿Con que objetivo bombardea su propia coalición? Porque considera muy mediocre al gobierno y a la mitad de los ministros del gabinete de Alberto, cosa en la que tiene razón.

Es cierto que Alberto adoptó la intransigencia y la agresividad del discurso de Cristina. Le dije la semana pasada que por momentos, parece más cristinista que Cristina. Pero en la acción no pasa lo mismo. Da vueltas, es inseguro y dubitativo, va y vuelve. Avanza y retrocede. Cristina sabe que le queda poco tiempo para lograr la impunidad absoluta que es su único objetivo. Ella necesita salvarse de la cárcel. Ella necesita evitar que sus hijos y sus secuaces sean condenados a prisión. Y con movimientos lentos y burocráticos no lo va a lograr. Le gustaría ver a Alberto y a Massa jugar más a fondo contra los jueces, fiscales y periodistas que la investigaron o la procesaron. Cristina los quiere ver metiendo las manos en el barro por ella. Forzar el sistema democrático y si es necesario desconocer las reglas como ya está ocurriendo en el Congreso. Cristina sospecha con toda razón, que por la hecatombe económica, la crisis social sin antecedentes, el fracaso de la gestión sanitaria y la explosión de la inseguridad, es muy probable que en las elecciones parlamentarias del año que viene, el peronismo K sufra una derrota importante. Eso tendrá dos consecuencias inmediatas: habrá más legisladores opositores en el Congreso y los jueces se sentirán con las manos libres para avanzar en los 8 juicios orales que le esperan a Cristina.

Y el resultado políticamente más importante, será el alto costo político que deberá pagar Alberto. Quedará muy erosionada su investidura y su fortaleza institucional. Y ahí viene el vamos por todo de la reina Cristina y de Máximo, el príncipe heredero. La jugada macabra que ya hicieron dos veces en Santa Cruz, se llama golpe palaciego. Cristina dirá que Alberto es un tibio, una especie de Daniel Scioli canoso y le dirá que se corra del medio, que va a gobernar ella. Alberto deberá enfermarse o simular una situación de ese tipo y dar un paso al costado. Ojalá me equivoque porque eso sería una locura antidemocrática. Pero los Kirchner ya tienen antecedentes al respecto. Insisto: lo hicieron en Santa Cruz con Carlos Sancho y Sergio Acevedo. Los entronizaron como gobernadores y cuando ya no los necesitaron, los destituyeron.

A ningún dirigente que respete la Constitución Nacional, las formas republicanas de gobierno y las libertades, se le ocurriría pegar semejante puñetazo destituyente. Pero los Kirchner ya lo hicieron. Está dentro de su lógica. Y con Cristina al mando del timón, radicalizarían su gestión a fondo. Sueñan con la expropiación de los medios, la colonización absoluta de la justicia y el avance sobre la propiedad privada. Eso le dejaría las manos libres para cumplir con su objetivo: convertir a Argentina en Santa Cruz o en Venezuela. Quemar en el altar del lawfare todos sus juicios, encarcelar a los que fueron contra ella. Ese el plan que Cristina tiene en la cabeza. Ojalá la realidad se oponga a semejante ataque a las instituciones. Pero nadie debería subestimar el odio de Cristina. No tiene otro camino para defender su libertad ambulatoria. Nadie puede descartar este escenario que mantendría la apariencia de una democracia, pero que ocultaría el gen de una tiranía.

La prueba más clara de que ese es el rumbo, es el atropello al que se está sometiendo a los senadores y diputados hasta en el reglamento, la brutal avanzada contra Eduardo Casal, o los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi. La Unidad de Investigación Financiera tiró 15 técnicos de primer nivel por la ventana porque hicieron bien su trabajo. La frutilla de la torta es la ampliación de miembros de la Corte para someterla y tener mayorías automáticas como en los tiempos de Carlos Menem.

Estamos atravesando un momento muy delicado e inquietante. Las turbulencias irán en aumento. La liberación de presos, los grupos de choque sindicales, la toma de tierras fomentadas por kirchneristas o aliados, son chispas que pueden encender la pólvora de la violencia. Y eso sería imperdonable en términos históricos. Muchos talibanes cristinistas, sienten una nostalgia romántica por el foquismo criminal de los 70 y son capaces de repetir la historia, como farsa y como tragedia. La sociedad está atenta y movilizada.

Muchos proponen defender en la calle, con cacerolas y banderas, al doctor Eduardo Casal como en su momento se hizo con el fiscal José María Campagnoli. Para que Cristina logre su objetivo de volver a la presidencia se necesita un pueblo sumiso y paralizado. Y esa es la buena noticia para la democracia. Por ahora se ve una fuerte resistencia democrática y pacífica. Una amplia franja de los argentinos que quiere paz, trabajo, sentido común y la vigencia plena de la Constitución. Hay por lo menos diez millones de personas que están dispuesto a decir que el vamos por todo, no pasara. Ni ahora ni nunca.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra por Radio Mitre.