La dictadura y el kirchnerismo

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Dentro de un par de horas se cumplirán 45 años del golpe militar que instaló la dictadura más sanguinaria y feroz de nuestra historia. Terrorismo de estado y crímenes de lesa humanidad, liderados por Jorge Rafael Videla y su banda.

El presidente Alberto Fernández, una vez más, malversó la verdad. En un acto en la ex ESMA, dijo que los opositores republicanos eran “negacionistas que siembran odio y nosotros sembramos memoria y amor. Resulta que los republicanos son ellos pero a los que nos echan a patadas en los golpes de estado es a nosotros. Y los que vienen detrás de los golpistas, son los republicanos”. Bad information, presidente. Fake news por donde la mire.

Es bueno ejercer la memoria y relatar los hechos con rigurosidad. Para desarmar tanto relato mentiroso del kirchnerismo.

Lamentablemente, el 24 de marzo de 1976, la sociedad civil no salió masivamente a la calle a defender las instituciones democráticas.

Una gran parte de los argentinos miró para otro lado ante la ruptura del orden constitucional. Eso es grave y hay que recordarlo. Nada justifica que no se resista a un golpe y no se blinde la democracia. Pero, también es cierto que sobraba pánico y hartazgo social frente al desastre económico que había hecho Isabelita y a la macabra competencia de asesinatos que se había instalado entre Montoneros y la Triple A. Todos los días aparecían cadáveres que arrojaban los terroristas de Firmenich y los para policiales fascistas de López Rega. Ambos levantaban la bandera del peronismo. Y la inmensa mayoría de la sociedad miraba, aterrorizada, semejante orgía de sangre.

Durante la dictadura, apelando a la memoria, recuerdo algunos colaboracionistas que hoy son parte del cristinismo. Horacio Verbtisky, empleado de la Fuerza Aérea y doble agente de inteligencia. Eugenio Zaffaroni, juez durante tres gobiernos militares que no aceptó un solo habeas corpus por los desaparecidos y que redactó un manual militar donde se condenaba a los homosexuales. Y funcionarios como Carlos Tomada o Alicia Kirchner. Todos ellos hoy estuvieron y están al lado de Cristina.

Del lado republicano, recuerdo que algunos intendentes radicales siguieron en sus puestos. Pero ninguno, está hoy en los primeros planos partidarios.

La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, con Raúl Alfonsín y Graciela Fernández Meijide, entre otros, el CELS cuando era pluralista y lo conducía Emilio Mignone y las Madres y Abuelas, antes de ponerse la camiseta de Cristina, fueron algunos de los organismos que denunciaron con mayor energía y coraje a los asesinos con uniforme. El Partido Justicialista casi no movió un dedo. La única excepción fue un buen documento elaborado por Deolindo Bittel y Alberto Iribarne cuando vino una delegación de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.

Todos los luchadores que pedían libertad, aparición con vida y castigo a los culpables en Santa Cruz, recuerdan que Néstor y Cristina Kirchner no abrieron la boca. Y que amasaron su primera gran fortuna en el ejercicio de la usura, y quedándose con las casas de gente humilde que no pudo pagar las cuotas y a favor de una ley de esa dictadura. Es más, peronistas honrados como Rafael Flores y abogados radicales presentaron habeas corpus y mostraron dignidad. Bien entrada la democracia, con Néstor intendente primero y luego gobernador, las Madres de Plaza de Mayo no eran bien recibidas y los Kirchner se negaban, incluso a prestarles algún local para que hicieran sus actos.

Esta es la verdad histórica.

Hay fotos de Néstor Kirchner, sonriendo con el general Oscar Guerrero, que había sido sucesor del führer Ramón Camps en la jefatura de la Policía Federal.

Y otra fotografía de Héctor Timerman con Jorge Videla en el diario “La Tarde”.

Después de Malvinas, la dictadura comenzó a retirarse y para salvar a los genocidas, dictó una nefasta ley de autoamnistía.

El candidato al presidente del Partido Justicialista, Italo Luder, en campaña confirmó que la iba a mantener. Todos pedían derogarla porque era garantizar la impunidad de los criminales. Eso era negacionismo, señor Alberto Fernández. Y no se escuchó una sola queja del matrimonio Kirchner.

Alfonsín juzgó a las Junta Militares con una valentía y una lucidez republicana sin igual. Estableció la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, la Conadep que hizo un trabajo histórico y heroico. Daniel Salvador, ex vice gobernador de María Eugenia Vidal fue secretario de la Conadep. Participaron de esa comisión y pusieron el cuerpo mientras las balas todavía picaban cerca, otros radicales como Eduardo Rabossi, Santiago López, Hugo Piucill y Horacio Huarte.

El peronismo en forma institucional y los peronistas en forma individual, se negaron a formar parte de ese gran paso para establecer la verdad y la justicia. Esos fueron los negacionistas, señor Fernández.

Carlos Menem, el ex presidente fallecido recientemente, decretó los indultos, incluso para delincuentes de lesa  humanidad y guerrilleros que todavía no habían sido condenados. Algo absolutamente inconstitucional pero que la historia se encargó de ignorar. No hay una sola declaración de Néstor ni de Cristina que haya manifestado su oposición a ese indulto. Por el contrario, lo apoyaron y compartieron boleta en las elecciones siguientes.

Néstor llegó a la presidencia en el 2003, y resolvió utilizar a los organismos de derechos humanos como escudo para  proteger los actos de corrupción. El día que hizo bajar el retrato de Videla, tuvo la caradurez de pedir perdón en nombre del estado que –según dijo- “no había hecho nada en materia de derechos humanos”. En realidad, Néstor Kirchner y el peronismo no habían hecho nada. Raúl Alfonsín y su gobierno, habían hecho mucho. Fue tan salvaje la mentira que Néstor tuvo que pedirle disculpas a Raúl Alfonsín.

La realidad es la única verdad, decía Perón. Y le acabo de contar la crónica real de los hechos. Por eso me permito preguntarle al presidente Fernández: ¿Quiénes son los negacionistas? ¿Quiénes son los que custodiaron la memoria y buscaron verdad y justicia en los momentos más peligrosos? Me permito decirle que no mienta tanto. Que la gente se da cuenta, presidente Fernández. Y de paso recuerde la letra de su admirado Litto Nebbia: “Si la historia la escriben los que ganan/eso quiere decir que hay otra historia/ la verdadera historia/ quien quiera oir que oiga.