Las elecciones de ayer nos permiten sacar algunas conclusiones provisorias. Es que, en un primer balance, hay que decir que cada provincia es un mundo y que cada intendencia también y, por lo tanto, no es correcto imaginar tendencias nacionales por lo que ocurrió. Pero también es cierto que el mensaje de las urnas trae algunas señales que nos permiten especular con algunas conjeturas.
Una vez más, creo que los resultados de ayer confirman que a las encuestas hay que tomarlas con cien pinzas. Vienen fallando en sus pronósticos hace mucho y cada vez más a medida que los ciudadanos están más hartos de los gobiernos que profundizan y no solucionan ninguno de los problemas.
Es muy difícil medir el voto de una persona que tiene el ánimo por el sueldo y que no contesta o contesta cualquier cosa para sacarse de encima al encuestador.
Otra situación que no nos debe confundir en los análisis es el debate que existe en las redes sociales. Todavía es una minoría intensa que discute con fanatismo y en muchos casos desde el anonimato. Las redes todavía no reflejan con rigurosidad el estado de ánimo general y las tendencias electorales. Es un dato que hay que incorporar a los análisis pero de ninguna manera es el único. Es un dato más.
En Neuquén, los votos perforaron a la dinastía de los Sapag que venía gobernando con populismo y clientelismo hace 60 años. No es un hecho menor. Ganó Rolando Figueroa, una astilla del mismo palo que rompió con el Movimiento Popular Neuquino. Su coalición fue sumamente amplia y recibió tempranamente el apoyo de Mauricio Macri y el rechazo de Elisa Carrió cuya apuesta testimonial por Pablo Cervi fracasó con alrededor del 4% de los sufragios. Cervi pertenece al radicalismo de la línea de Martín Lousteau.
Los feudalismos provinciales son imposibles de derrotar con listas que solo contengan purismo y dogmas. En la mayoría de los casos ocurridos en la historia, esas autocracias se caen a pedazos cuando la población demuestra su rechazo mayoritario y cuando algún engranaje de esos regímenes, decide sacar los pies del plato. Fue el caso de Rolando Figueroa. Se lo puede acusar de ser hijo del sapagismo. Pero también de ser el principal responsable del comienzo de su entierro político.
Siempre es importante que una provincia cambie de signo político. Pero en este caso, vale la pena recordar la trascendencia a nivel económico y nacional de Neuquén. Ahí está Vaca Muerta, el segundo yacimiento del mundo de gas y el cuarto de petróleo no convencional. Puede ser una de las locomotoras del crecimiento argentino si gana las elecciones un gobierno capitalista, democrático, racional y republicano.
Otro insumo informativo importante para estudiar lo que se viene es el comportamiento electoral del cristinismo camporista y de los candidatos de Javier Milei.
El kirchnerismo solo cosechó muy malas noticias en todos lados. En Neuquén donde ordena Oscar Parrilitudo, Ramón Rioseco no llegó ni al 13% de los votos y finalizó en el tercer lugar. En Rio Negro, el cristinismo se fracturó y los que responden a Martin Doñate ganaron como socios menores de Alberto Weretilneck, pero la lista que apoyó el ministro de justicia Martín Soria, hizo un verdadero papelón.
Weretilneck, aliado de Cristina en el Senado, fue electo gobernador por tercera vez. Pero sacó 12 puntos menos que su antecesora Arabela Carreras. Ganó, pero con menos apoyo.
Trelew fue solamente un territorio pantanoso para Máximo Kircher y Juan Grabois. El príncipe Máximo viajó para apoyar al candidato Emanuel Coliñir que hizo un sapo más grande que la Patagonia. El intendente, simpatizante de Juan Grabois fue barrido por los votos de Gerardo Merino de Juntos por el Cambio que le abrió de esa manera un camino más directo a la gobernación al senador Ignacio Torres del PRO. Nada es seguro, pero esto hace pensar que el gobernador de Chubut, Mariano Arcioni, del partido de Sergio Massa podría ser sucedido por Torres de Juntos por el Cambio.
En General Cabrera, un municipio de Córdoba con una gestión ejemplar, se impuso el radical candidato de Juntos por el Cambio por una paliza histórica. Guillermo Cavigliasso sacó alrededor del 77% de los votos. El peronismo, apenas el 18%. Algo parecido había ocurrido hace una semanas en La Falda y Hernando.
En Neuquén y Trelew perdieron los oficialismos. Pero en Rio Negro y General Cabrera, ganaron los que estaban gobernando.
Los candidatos de Javier Milei tampoco tuvieron un papel importante. Carlos Eguía, con más ruido que nueces, dividió el frente opositor al MPN y obtuvo alrededor del 8% de los sufragios. Las fotos que se sacó con Milei no le sumaron demasiada adhesión y ese es otro dato a tener en cuenta. No es tan fácil que una figura nacional transfiera sus simpatizantes si no van juntos en la boleta. En Río Negro pasó algo parecido. El representante de Libertad Avanza no llegó ni al 10%. Una cosa es la popularidad sobre todo entre los jóvenes y en las redes y otra es el voto efectivo a la hora de la verdad. Tal vez en los centros urbanos más poblados Milei demuestre un mayor impacto pero en estas dos provincias no generó expectativas y en Misiones y Corrientes, ni siquiera va a presentar candidatos.
Insisto en que se trata de conjeturas provisorias, pero que vale la pena analizar porque no hay mejores encuestas que estos comicios que son la única verdad. El mensaje de las urnas provoca cambios. Avances y retrocesos. Pero los pronósticos de las encuestas, por ahora, provocan solo sospechas. Y hay que responder con prudencia a la hora de sacar conclusiones. Nadie gana hasta que se cuenta el último voto. Ver para creer.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre