El grito de Esteban Bullrich

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Esteban tiene el cuerpo deteriorado y una lucidez republicana que provoca admiración. En plena batalla desigual contra esa enfermedad maldita, Esteban Bullrich acaba de pegar un grito de alerta para despertar a todos sus compañeros de la oposición. Su hilo de tuits es una suerte de hoja de ruta para que Juntos por el Cambio recapacite y deje de huir hacia el precipicio. Esteban Bullrich tiene autoridad moral y política para darles ese tirón de orejas a los dirigentes del PRO, el radicalismo y la Coalición Cívica. Fue un gran ministro de Educación y un senador ejemplar. Le auguraban una derrota por su apellido cheto, pero venció a Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones de la provincia de Buenos Aires, tal vez la que más tradición peronista tiene. Esteban dignifica la política con sus manos limpias y uñas cortas, con ética y transparencia y con una vocación patriótica maravillosa en la búsqueda de consensos.

Su salud no le permite pararse junto a una banca o mirar de frente a la cámara de televisión en un programa de televisión. Pero sintió la necesidad y la obligación moral  de decir sus verdades incómodas.

Tiene 5 hijos que adora y más de 680 seguidores en Twitter.

Acaba de conmover los cimientos de una coalición opositora que anda a los tumbos, porque, según sus palabras: “llevamos meses cascoteándonos el rancho entre nosotros como si los argentinos viviesen en Noruega”. Eso quiere decir: alerta roja. Es una locura de la que ninguno se salva.

Frente a esta realidad, Bullrich que no tiene ni puede tener aspiraciones a ningún cargo, propone varias cosas sencillas pero profundas:

  • Apoyarse en los temas que los unen.
  • Escuchar y hacer más.
  • Dejar los egos de lado.
  • Parar la pelota y examinar nuestra conciencia.
  • Representar a los que no tienen voz.
  • Ir juntos detrás del sueño de poner en marcha a la Argentina.

Dice Esteban que lo único que lo mueve es el “amor por la Argentina, un amor que no puedo evitar” y advierte sobre los votantes anti kirchneristas que tampoco están conformes con la oposición. “Muchos buscan alternativa porque nos ven lejos y como parte del problema y no como parte de la solución”.

Finalmente se pregunta: ¿Alguien cree que su ego vale más que el futuro de 45 millones de argentinos?

Bullrich está acostado para su recuperación pero está bien parado en el análisis de los tiempos de cólera que estamos atravesando. “Estamos en la recta final hacia el 2023 y como se dice en el fútbol, ganar depende solo de nosotros”.

Hace sonar todas las alarmas al asegurar que “no hace falta ser analista político para entender cómo termina este juego de buscar diferencias y que estamos jugando todos los días. Solo basta mirar las elecciones presidenciales del 2007 y el 2011.

En el 2007, Cristina sacó casi el 45% de los votos y la atomización opositora produjo que Elisa Carrió sacara el 23%, Roberto Lavagna el 17%, Alberto Rodríguez Saa el 7,7 y después, Pino Solanas, Jorge Sobisch y Ricardo López Murphy no llegaron al 2% de los sufragios. Fue una paliza del kirchnerismo que castigo semejante dispersión.

En el 2011, la cosa fue mucho peor para los opositores al actual oficialismo.

Cristina y Amado Boudou fueron votados por 11.800.000 personas. Hermes Binner fue quien mas cerca estuvo con 3.900.000 votos. Otra paliza con una diferencia de casi 8 millones de votos.

Esteban Bullrich dice que en esos años “el juego terminó mal para todos” y propone fortalecer la unidad de la coalición opositora sobres la base de un programa común. El ejemplo es el triunfo en 2015 de la formula Macri- Gabriela Michetti que consiguió 13 millones de votos y se impuso sobre la boleta de Daniel Scioli y Carlos Zannini.

El cuerpo no le permite a Esteban sumarse a la fogosidad y las rispideces del día a día. Pero ese lugar le dá una perspectiva a su mirada que tiene más proyección estratégica. Deja de mirarse el obligo y mira mucho más adelante. Es como una especie de legado político. El grito de Esteban Bullrich.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre