Diez años sin Pepe Eliaschev

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Le confieso que me propuse no dejar pasar un solo año sin recordar al querido Pepe Eliaschev. Mañana se cumplen 10 años desde su fallecimiento. Este humilde homenaje, es una forma de mantener vivo su ejemplo de ética republicana y profesionalismo. Nos viene bien su figura en estos tiempos de cólera y confusión entre muchos periodistas que se vendieron al oro kirchnerista y otros que miraron para otro lado con las excusas de la prudencia y el equilibrio. No hay equilibrio posible entre víctimas y victimarios. No hay teoría de los dos demonios que explique a los pechos fríos de la vida. No hay que permitir que ningún populismo persiga al periodismo y lo ubique en el lugar del enemigo a vencer. El periodismo siempre debe defender valores y ser abogado del hombre común y fiscal del poder. Y eso, Pepe lo tenía muy claro.

Por eso fue tan merecido ese proyecto luminoso que declaró a Pepe, “post mortem, personalidad destacada del periodismo y ciudadano comprometido con los valores democráticos y republicanos de la Nación Argentina”.  

La iniciativa fue aprobada en su momento en la comisión de “Comunicaciones e Informática” de la cámara baja y tuvo otro objetivo: reivindicar su “buen nombre y honor y patriotismo tras los ataques difamatorios” que sufrió.

Ya pasó una década desde su muerte y todavía me parece mentira. Fue tanta la potencia periodística de Pepe Eliaschev que a medida que pasa el tiempo, su figura se agiganta.

Es que extrañamos tanto a Pepe.

Esto que pasa es que hace 10 años, el maldito cáncer de páncreas finalmente asesinó a Pepe Eliaschev. Esto que pasa es que me tiemblan las manos sobre las teclas y la voz cuando lo recuerdo. Esto que pasa es que esta querida radio Mitre, este periodismo independiente que amamos y este país perdió a uno de sus mejores hombres. Conocí pocos periodistas con la formación intelectual y el rigor profesional de Pepe. Era exigente con los demás y con el mismo hasta la obsesión. No andaba con vueltas. Decía las cosas de frente y sin eufemismos. Eso le trajo algunos problemas de convivencia en los trabajos, pero se las bancaba como un señorito. Le gustaba recibir de regalo algún habano para fumar tranquilos después de la cena. Amaba profundamente a Victoria, su mujer y a sus hijos. Me agasajó un día en su casa con un asado maravilloso que compartimos con  Luis Brandoni y Sergio Renán. Era muy hincha de Racing. Se inclinaba en el altar democrático, republicano y de manos limpias de Raúl Alfonsín. Amaba la palabra “crocante” y yo lo cargaba con eso. Él se reía en esos momentos y cuando le confesaba que mi vieja, Esther, lo admiraba más a él que a mí. Siempre me decía:” no te agrandes que yo te conocí en calzoncillos” y se refería al tiempo que compartimos el camarín en América TV. Tenía una variedad de lenguaje notable. Utilizaba las palabras, con alas, colores y toda la multiplicidad de contenidos. Varias veces me quedé con la boca abierta viendo como improvisaba sus profundos, picantes y coherentes editoriales radiales. Cuando descubrí que no los escribía previamente, pasó a ser mi ídolo. Yo redacto estos textos que leo. Pepe iba tejiendo conceptos y valores en el aire al correr de su voz. Eso se llama talento. No conocí a nadie que hiciera de la columna radial un arte como lo hizo él. Siempre se sintió orgullosamente judío y jamás le gustó que lo llamaran José Ricardo. Soy Pepe, le decía a todos. Supo escribir en el semanario de Montoneros y luego hacer una profunda y sincera autocrítica de la lucha armada. Fue redactor en la revista “Todo” de Bernardo Neustadt junto a Miguel Bonasso. Hacían sus primeras armas en el oficio y tal vez esto lo diga como un fallido, en todo el sentido de la palabra. La tenebrosa Triple A lo amenazó y tuvo que exiliarse en los Estados Unidos. Allí hizo un postgrado de periodismo y de amor por la libertad trabajando en una agencia de noticias internacional. Hizo coberturas memorables como la de la Nicaragua del sandinismo, por ejemplo. El ejército también lo prohibió como corresponsal en Nueva York de Neustadt y Videoshow.

 Volvió a la Argentina y el primero que le dio su lugar de estrella fue Juan Alberto Badía en la tele. Fue censurado por los retrógrados reaccionarios que no aceptaron que en canal 7 hiciera una encuesta acerca del tamaño del miembro viril y su relación con el goce sexual. Era pornografía, decían los fachos de entonces. Era de la patota cultural alfonsinista, lo estigmatizaron. Hoy esas encuestas picarescas serían bebes de pecho para las groserías y el mal gusto que circula por los medios. Durante el kirchnerismo extremo que lo odiaba y lo acusaba de derechista o agente del Mossad fue atacado en forma permanente pero hubo dos momentos culminantes. Primero cuando no le renovaron su contrato en Radio Nacional y Mona Moncalvillo le dijo en nombre de Néstor Kirchner: “C´est fini, negrito”. Se había terminado la voz crítica e insobornable de Pepe Eliaschev por orden de los Kirchner que jamás toleraron la pluralidad de voces. Después hizo un libro al que llamó “Lista Negra” y lo presentó en el colegio Nacional Buenos Aires donde orgullosamente había cursado su secundario.

Otra vez recibió la medicina amarga de una parte de su propia colectividad judía. Tuvo una primicia internacional y la publicó en la tapa del diario Perfil. Era el pacto secreto que Héctor Timerman había firmado con los iraníes en Siria. El canciller argentino ya fallecido, desmintió esa verdad y lo atacó igual que importantes miembros de la DAIA y la AMIA. Pepe tenía buenas fuentes y una fina intuición. El ratificó todo lo publicado y al tiempo, todo se confirmó. Todo lo que él había escrito era absolutamente cierto. Los desmentidores tuvieron que tragarse sus palabras pero fueron incapaces de pedir disculpas.

Cristina, en su libro, dice textualmente: “La ilusión de firmar el memorándum e imaginar la fotografía del juez argentino a cargo de la causa sentado en Teherán tomándoles declaración a los acusados iraníes fue, hoy lo puedo confirmar, una verdadera ingenuidad de nuestra parte, que nos hizo olvidar de los intereses geopolíticos en pugna”.

El corajudo Pablo Lanusse, abogado de la madre del fiscal asesinado Alberto Nisman le contestó con un tuit: “Memorandum: ingenuidad, No. Se negoció a espaldas de víctimas y pueblo; texto al dedo de Irán; firmado el día de la conmemoración de la Shoá; denuncia penal; fiscal asesinado. Basta. No subestime más a la sociedad. Tenemos memoria. Debe dar respuesta a la justicia. No comemos vidrio”.

 En el aniversario número 20 del atentado terrorista a la AMIA, por suerte, tanto Luis Czyzewski, como quien les habla, pudimos hacer un humilde desagravio de la figura de Pepe y reivindicar su honestidad intelectual y su capacidad periodística.

Un día quise aumentar la calidad profesional de mi programa y convoque dos columnistas. A José Antonio Díaz en economía y a Pepe en internacionales. Fui a su oficina en la avenida Santa Fé y le confesé que me costaba ofrecerle que fuera mi columnista. “Por trayectoria y por capacidad, yo debería ser columnista tuyo, Pepe”. Eso le dije. Él me contestó emocionado: “Dejáte de joder, es un orgullo que me convoques y de esa manera puedo volver a la tele”. Lo habían marginado los autoritarios y el seguía peleando su oficio en radios humildes y valientes que le daban aire para que el kirchnerismo no lo asfixiara. Fue histórica su pelea en “Le doy mi palabra”, en canal 26 con Diana Conti. Ella elogió a Stalin y él le saltó a la yugular como era su costumbre. “Es un carnicero que mató a 20 millones de personas”, reaccionó. Terminó el reportaje a los gritos: Conti acusando de radical a Pepe al grito de ” Ahora votá a Cobos” y el con la velocidad de la chicana le respondió: ” Vos ya lo votaste”, porque eran tiempos de Cristina, Cobos y vos.

Lo ví especialmente cansado el día que volvimos de la Feria del Libro a estos estudios de la calle Mansilla que el tanto amaba. Me dijo que era agotamiento por tener que hacer su trabajo sin intimidad ante la vista de todos. Pero al otro día vino todo amarillo. Pronto supimos que un criminal llamado cáncer de páncreas se había apoderado de su cuerpo. La peleó con coraje y quimioterapias. Era una fiesta para los oyentes y para él cuando podía venir a hacer el programa y presentar esa música celestial que tanto disfrutaba. Esa misma música que ponemos en su homenaje para decirle hermano de oficio, Pepe querido, periodista de raza, durante toda su vida y hasta la muerte.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre