“El problema del Gobierno es la soberbia, el exitismo y la irracionalidad”, el editorial de Diego Leuco en Ya Somos Grandes por TN.
La Argentina entró en la etapa del papelón y el descontrol. Es triste, es doloroso porque sobretodo era evitable. El fracaso sanitario y económico ya no está en discusión. La Argentina tiene los peores números del mundo en las estadísticas que elijamos: cantidad de contagios y muertos por coronavirus, muertos por millón de habitantes, calidad de testeos y la caída de la economía. Y ahora un dólar descontrolado.
Esta semana Axel Kicillof protagonizó un verdadero papelón que se transformó en la mejor metáfora de por qué el Gobierno entró a este pantano. Durante una conferencia el gobernador bonaerense confundió a los “varones” con los “barones” en alusión a los intendentes del conurbano, otro error por el cual recibió muchas críticas. Lejos de admitir que se equivocó, culpó a los medios.
Es exactamente el accionar permanente del Gobierno que nos arrastró a todos a este desastre. Cuando cometen algún error y un sector de la prensa lo señala, en vez de corregirlo y recalcular, salen a acusar a los demás.
En este caso Kicillof comete el error y después responsabiliza a los medios. Cómo van a aceptar que hicieron un desastre con los testeos, cómo no van a reconocer que no están a la altura para resolver el problema de las tomas de tierras, cómo no van a admitir que entramos en este túnel de cuarentena eterna y la economía en destrucción total simplemente por no escuchar al otro.
Nadie sabe bien cómo controlar la pandemia. Ningún país del mundo tiene la vaca atada y ningún presidente del mundo duerme tranquilo hasta que no llegue la vacuna. Eso nadie lo discute. Pero el problema acá fue la soberbia, el exitismo y la irracionalidad”. Al mes y medio de cuarentena, en la sociedad advertían que habían que hacer cambios, se veía venir una debacle económica, un hartazgo social que iba a destruir cualquier tipo de posibilidad de maniobrar más adelante.
El Gobierno respondió agrediendo y acusando de las peores barbaridades: “anticuarentena, gente del mal, asesinos”. El Gobierno nunca tuvo la grandeza de preguntarse si estaba haciendo las cosas bien, o al menos si lo podía hacer mejor. La pregunta quizás no es qué se hizo mal, tal vez deberíamos preguntarnos por qué no quiso escuchar el presidente. Alberto pensó que ganó el partido a los 15 minutos del primer partido, cuando dijo “estamos dominando al virus”. Hasta se animó a compararse con Suecia y dijo que éramos un ejemplo en el mundo. Creyeron que se las sabían todas y con un dejo de malvinismo vencido, nos volvieron a decir “vamos ganando”.
No aprendemos más evidentemente.