La semana pasada, la Unión Cívica Radical quedó en el ojo de la tormenta y al borde de la fragmentación luego de que un grupo de diputados del partido decidiera sellar un acuerdo con el Gobierno nacional y votar a favor de la ratificación del veto del presidente Javier Milei a la ley votada por el Congreso para modificar la fórmula jubilatoria.
Tras este voto en disidencia con el partido y luego sacarse una foto con el mandatario, la Convención Nacional del radicalismo decidió suspender las fichas de afiliación de cuatro de esos diputados y enviar sus legajos a un tribunal de disciplina para analizar el caso, e incluso evaluar su expulsión.
Darío Lopérfido, exsecretario de Cultura y actual coordinador de la Cátedra Vargas Llosa, analizó el caso y, como cada miércoles, compartió su opinión con Newsweek Argentina.
EL ESTALINISMO RADICAL
El análisis de Darío Lopérfido desde España
Para el intelectual argentino, “resulta impresionante cómo se han degradado los valores históricos de la Unión Cívica Radical, o por lo menos de gran parte de ella”.
Según su opinión, “la UCR era un partido en el que se discutía todo, e incluso se podían tomar posiciones distintas; de hecho, durante muchos años el radicalismo fue un partido que tenía un ala más liberal, por in embargo, pese a las discusiones y las internas, podían sostener posiciones comunes”.
“Tengo la sensación que hay un sector del radicalismo que está, al que yo llamo ‘peronismo state of mind’, que ha sido siempre funcional al peronismo”, aseguró Lopérfido.
Y recordó: “Un sector del radicalismo apoyó el golpe contra De la Rúa, aliándose con Duhalde; y recordemos la larga relación que tuvo el radicalismo de la Provincia de Buenos Aires con Duhalde cuando era gobernador. Le votaban todo, y era evidente que preferían tener un gobierno de Duhalde antes que un gobierno de su propio partido. Hasta llegaron a tener ministros en el Gabinete de Duhalde. Y esto ha ido así avanzando. El presidente actual del radicalismo, Martín Lousteau, fue ministro de Economía de Cristina Kirchner. Pero eso no fue una excepción: antes había estado en el Banco Provincia con Felipe Solá. O sea, toda su carrera había transcurrido en el peronismo. Y ahora es el presidente del radicalismo”.
Por lo tanto, consideró: “Lousteau siempre tiene posturas más cercanas al peronismo que a las de los sectores de su partido que realmente gobiernan, que son los gobernadores, quienes tienen posiciones de apoyo a las reformas del Gobierno”.
Pero más allá de esta historia que señala, el exdirector del Teatro Colón afirma que “lo que sucedió el otro día con la Convención Nacional del radicalismo, que decidió la suspensión de cuatro diputados que apoyaron el veto de Milei, es a todas luces un espectáculo cómico”. Y explicó: “Para empezar, Gastón Manes es el presidente de la Convención (lugar que siempre ocupaba gente importante, honorable), y está puesto ahí porque es el hermano de Facundo Manes. Allí todos son funcionales a la lógica del radicalismo de la capital federal, es decir, los Manes, Lousteau, Yacobitti”.
“Lo curioso de todo esto es que uno puede discutir las posiciones, uno puede discutir la política que hay que adoptar frente a un sistema jubilatorio que está quebrado por culpa del peronismo, pero debe discutirlo democráticamente. Esto parece más bien una purga stalinista de un grupo de radicales que quieren echar a los que votaron distinto. Al menos se parece a eso”, aseveró.
En ese sentido, analizó: “Hoy el radicalismo pareciera tener dos almas. De un lado, una especie de secta, que es el partido de la Capital Federal, donde están Lousteau (que era aliado y hacía negocios con Rodríguez Larreta, tal como hace Yacobitti con la plata de la Universidad de Buenos Aires) y los Manes. Y del otro están los tipos que tienen que gobernar y que afortunadamente piensan distinto a ellos”.
Sobre Lousteau, opinó: “Representa a un sector minoritario que se ha cansado de perder elecciones en la Ciudad, pero les quiere imponer sus prácticas algo estalinistas a los radicales que sí ganan sus provincias. El que pierde quiere imponerse por sobre el que gana, como los casos Mendoza (donde gobiernan) o Córdoba (donde no les toca gobernar, pero son muy mayoritarios en relación a los porteños)”.
Siguiendo esa línea, Lopérfido prosiguió: “Llama mucho la atención en un contexto en el que hay casi unanimidad en la oposición sobre la necesidad de apoyar el programa de reformas de este gobierno. Desde luego, también hay que manifestarse en contra de las cosas que están mal, como lo de Lijo. Pero, casualmente, los más cercanos a Lijo son Lousteau y Yacobitti. Incluso Yacobitti habló bien de Lijo. Como se ve, en lo que se refiere a apoyar jueces corruptos sí están alineados”.
“En cambio”, señaló, “cuando se trata de defender el déficit cero, que no haya déficit fiscal para que la inflación siga bajando, se ponen a hacer juicios sumarios similares a los de la Rusia a Stalin y piden la expulsión, lo cual es completamente disparatado”. Y añadió: “Vale acotar que estamos hablando de un partido que tuvo a Ricardo Alfonsín como embajador del patético Alberto Fernández, a quien le chupaba las medias todo el tiempo, y, sin embargo, nadie pidió su expulsión”.
“Que el radicalismo sea presidido por un funcionario peronista como Lousteau, lo explica todo. Y no olvidemos que ese sector también le hizo la vida imposible a Macri cuando le tocó estar en el Gobierno. Fueron una máquina perfecta de frenar reformas. Todas estas reformas que ahora está haciendo Milei, las quiso hacer Macri, pero se las paró este sector del radicalismo”, indicó.
Respecto a ese momento histórico, también resaltó: “Tampoco hay que olvidar que Lousteau era el embajador argentino en Estados Unidos y renunció cuando Macri tenía una visita oficial a ese país; y lo dejó sin embajador en un momento clave”.
Y sumó: “Esta gente patética se erige siendo minoritaria y solo apoyándose en el aparato partidario, y quieren escribir la doctrina frente al radicalismo ganador del interior del país, que apoya un programa de reformas porque sabe mejor que nadie que con el sistema que se venía llevando a cabo el país ya estaba fundido”.
“Muchos de estos radicales que ahora se rasgan las vestiduras votaron a Massa. Yo no tengo ninguna duda de que preferían a Massa por sobre Patricia Bullrich”, se aventuró.
Por eso, expresó que “será interesante ver cómo va a evolucionar esto porque, aun con todos los problemas que tiene, el radicalismo sigue siendo una herramienta importante para la democracia argentina”. Pero lanzó una advertencia: “Si las posturas que se van a imponer son coincidentes con las del kirchnerismo, habrá que estar en contra de ellos siempre. Y denunciarlos. Porque lo que justamente no necesita la Argentina es que las ideas del kirchnerismo, que hundieron el país, ahora sean apoyadas por un sector del radicalismo. Afortunadamente, hay otro sector del radicalismo que defiende el progreso, defiende las reformas, defiende que baje la inflación”.
“Todas las discusiones que da el radicalismo kirchnerista son mentirosas. Por ejemplo, dicen que están defendiendo a los jubilados, pero Lousteau fue ministro de Cristina Kirchner y el kirchnerismo hizo un desastre con los jubilados. Toda esta patética situación que viven los jubilados hoy es producto del kirchnerismo. Por lo tanto, votando con el kirchnerismo no se va a poder arreglar”, sentenció.
Finalmente, recordó unas declaraciones de Yacobitti que, según su mirada, dan cuenta del pensamiento “estalinista” de este sector del radicalismo al que apunta. “En un reportaje Yacobitti dijo que le extrañaba que algunos egresados de la universidad no salieran pensando como él (en referencia a Caputo y Sturzenegger), y afirmaba que allí estaba fallando la universidad. Eso es algo que podrían haber dicho el estalinismo o el nazismo. Según su visión, si no piensan igual que él, está mal. Es razonable entonces que ahora también quieran echar a diputados por pensar distinto. Por eso, es verdaderamente patético todo lo que está pasando en el radicalismo”.
Fuente: Newsweek