Andahazi: “Se nos ríen en la cara y sin barbijo”

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Durante esta cuarentena eterna hemos descubierto, entre cosas, los múltiples usos del barbijo: lo han usado como mordaza contra el periodismo, como venda para taparle los ojos a la opinión pública, como moneda de cambio para comprarlo por centavos y venderlo por millones, para ocultar la carcajada de los que se nos cagan de risa todos los días y, según vimos en la foto que se sacó el presidente con el clan Moyano, también sirve para limpiarse el culo.

Esa foto es una provocación, una burla y un desafío. Después de haber acusado a quienes marcharon el último 17 de contagiadores seriales, después de calificar a la protesta como la marcha del contagio, el presidente y el clan Moyano se fotografiaron sin tapaboca para que todos puedan ver la risa con la que se burlan de todos nosotros todos los días.

Cuando la sociedad todavía tiene los ojos humedecidos por llorar la muerte de Solange Musso, que no pudo tomarle la mano a su papá para la despedida final porque, en nombre de la cuarentena, no le permitieron a Pablo Musso entrar en la provincia donde agonizaba su hija, tenemos que atragantarnos con la imagen del presidente que se burla de la memoria de la hija y del dolor del padre.

Un padre no puede darle el último beso a su hija, pero Alberto puede abrazarse con Hugo Moyano sin que nadie se lo impida, sin que nadie lo sancione. Sin pudor, sin vergüenza, posan para la foto y se nos cagan de risa a cara descubierta.

El clan Moyano no tuvo que volver escoltado por patrulleros como hicieron con Pablo Musso a quien trataron como un delincuente por querer abrazar a su hija antes de que muriera.

“Quiero que entiendan que mientras viva tengo mis derechos, quiero que sean respetados. Lo escribo porque no puedo hablar mucho, lo que han hecho con mi padre y mi tía es inhumano, humillante y muy doloroso”, escribió Solange con sus últimas fuerzas.

La foto del presidente sonriente con los Moyano es un insulto a la memoria de ese hija y ese padre que no pudieron verse. “Siento tanta impotencia de que sean arrebatados los derechos de mi padre para verme y a mí para verlo. ¿Quién decide eso si queremos vernos?

Acuérdense, hasta mi último suspiro tengo mis derechos, nadie va a arrebatar eso en mi persona”. Solange murió sin que se le respetaran esos derechos.

Pero evidentemente, los derechos de Moyano son más importantes que la de los millones de Argentinos que no pueden ver a sus padres, a sus hijos, a sus abuelos, a sus nietos, a sus amigos, presos todos en una reclusión que no tiene nombre ni plazos ni piedad.

La foto del presidente con el clan Moyano es una burla a los 7000 mil muertos que han sido cremados sin haber podido tener la despedida de sus deudos. La imagen del presidente exhibiendo la risa burlona con el clan Moyano es un insulto a los 350 mil contagiados.

Es una bofetada a los miles de médicos que se juegan la vida todos los días para salvar la de otros. Es un escupitajo a los enfermeros, a los paramédicos y a los cientos de miles de trabajadores que hacen que el sistema de salud no colapse, pese a la desidia de un ministro de salud que dijo que el virus nunca llegaría a la Argentina.

La foto del presidente, cagándose de risa con el clan Moyano es una afrenta a la memoria de Luis Armando Espinoza, cuyo cuerpo, luego de ser asesinado a balazos, fue sometido a la desaparición forzada cuando policías de Tucumán lo tiraron por un precipicio envuelto en una bolsa.

Todo por no respetar la distancia social que, en el caso del presidente con los Moyano, es semejante a la de las relaciones carnales. La foto del presidente abrazado al clan Moyano a cara descubierta es una bofetada a la memoria de Florencia Magalí Morales, detenida por andar en bicicleta durante la cuarentena.

Apareció muerta en una comisaría de San Luis. Dijeron que se suicidó. Pero el cuerpo presentaba signos compatibles con autodefensa. La autopsia no incluyó hisopado vaginal y el juez dijo que si no estaban conformes con la necropsia, pagaran otra los familiares.

La foto del presidente con la familia Moyano es un cross a la mnadíbula de Franco Gastón Maranguello, un chico de 16 años que fue demorado en San Luis por violar la cuarentena. Apareció muerto en la comisaría de Atención a la niñez y la familia. Dijeron que se ahorcó con su remera.

La foto de Fernández con el clan Moyano es un insulto a la memoria de Facundo Astudillo Castro, que murió a causa de la cuarentena, a manos de la policía o intentando escapar de las fuerzas provinciales a cargo de Berni, que ya lo había parado dos veces antes de que desapareciera.

La imagen de Fernández con el clan Moyano es una bofetada a los miles de comerciantes, empresarios y emprendedores que ya no podrán volver a levantar las persianas porque el mismo presidente que se abraza sin barbijo ni guarda distancia social, los condenó a la muerte económica.

La foto de los Moyano en Olivos es un insulto a los cientos de miles de trabajadores que perdieron sus empleos en nombre de una cuarentena que el propio presidente jamás respetó, pero que utilizó para satisfacer todos los caprichos de la vice que es, en rigor, la que mueve los hilos del poder.

Esa foto es una afrenta a quienes no pueden viajar a las casas y los terrenos que están siendo intrusados por grupos que no tienen ningún impedimento para moverse libremente sin que nadie se lo impida y ocupan propiedades privadas y públicas ante la inacción judicial, policial y política.

Al menos, señor presidente, tenga el pudor de taparse la boca para que no veamos cómo se nos caga de risa en la cara a todos los argentinos.