Alberto no sabe ni lo que quiere

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Alberto está perdido en la neblina de sus papelones seriales. No para de cometer errores no forzados. Todos los días le prende fuego a un pedazo de su investidura. El Presidente de la Nación no sabe ni lo que quiere. Esta mañana se comportó como el jefe de campaña de Patricia Bullrich. Le subió el precio.  Había mucha expectativa por la primera audiencia de conciliación presencial. ¿Qué hizo Alberto aconsejado por Gregorio Dalbón? Se escondió en una pequeña oficina y no dio la cara frente a Patricia Bullrich que lo estaba esperando para decirle lo que piensa de los errores y horrores que cometió en la pandemia que ya lleva más de 128 mil muertos.

Es inexplicable que el jefe del estado haya elegido a Dalbón, un abogado patotero y chicanero de escaso nivel profesional. Sus argumentos fueron los de un militante primitivo: “Yo le aconsejé que no se viera con Patricia Bullrich. Ella había anticipado por televisión que no se iba a retractar y entonces no había motivo para que se vieran cara a cara. Ella busca la justicia de los sets de televisión. Ya la vamos a ver en La Nación + o en TN como anoche.”

En ese  momento, había un grupo de gente que insultaba a Patricia Bullrich y que portaban carteles y banderas que los identificaban con el gobierno y el peronismo. Por eso, Bullrich dijo que “el presidente no se atrevió a mirarme a los ojos y dar la cara. Se quedó guardado en un cuartito y mandó una patota. Es una vergüenza”.

Los argumentos de la denunciada son que el presidente no podía no saber porque no se había firmado el contrato con el laboratorio Pfizer por las vacunas. Y aclaró que “hoy hizo una parodia, porque yo me convertí en el canal de expresión del dolor de todos los argentinos”.

Todo está relacionado con el escándalo y el oscurantismo que hubo alrededor de esta compra no realizada de 13 millones de vacunas que tuvo dimensiones de extrema gravedad institucional. Se podrían haber evitados miles y miles de fallecimientos. El laboratorio le había dado prioridad a nuestro país. Pero mintieron descaradamente. Jorge Rachid y Cecilia Moreau, entre otros, inventaron fábulas ridículas sobre que nos iban a embargar los glaciares y las cataratas. Un delirio indigno de personas inteligentes. Los argentinos necesitamos saber quien cometió este delito y cuáles fueron los verdaderos motivos.

El laboratorio utilizó la colaboración de 5.762 voluntarios argentinos que generosamente  se prestaron a ser conejillos de indias para las pruebas que se realizaron en el Hospital Militar.

Hay muchas preguntas que responder.

¿Es cierto que el ministro Ginés le exigió a Pfizer que tuvieran un socio local en la operación? En casi todos los rubros de negocios, el kirchnerismo utilizó esta matriz para direccionar el rumbo del comercio y en varios casos para quedarse con fortunas a modo de coimas. Hace un año, Joaquín Morales Solá escribió textualmente en La Nación: “más tarde se supo que el Ministerio de Salud le había reclamado a Pfizer un socio local y la transferencia de tecnología”.

Alberto en ese entonces, apareció en la CNN y respondió  que “no sabía” lo que había ocurrido para que de pronto, de un día para el otro, se haya roto la negociación con Pfizer. En otra parte del reportaje, Alberto dijo textualmente: “¿Saben cuál fue la primera vacuna que se aprobó en la Argentina? La Pfizer. Entonces, explíquenme por qué, si aprobé la vacuna, después no la compré”.

Señor presidente, con todo respeto, no son sus interlocutores lo que tienen que explicar. Usted mismo tuvo que haber  iniciado una investigación sumaria para establecer que pasó. Porque pudo existir desde un mal desempeño como funcionario público a alguna variedad de corrupción. Eso es gravísimo. Y mucho más tratándose de la vida y la muerte de los argentinos. Si se cometió algún delito y el presidente lo sabía o lo averiguó después, como funcionario público está obligado a denunciarlo. Si no lo hace, se convierte en cómplice o en encubridor. Y si no sabía, su responsabilidad es averiguar.

En otro segmento de la entrevista en CNN, el presidente apeló no a la rigurosidad de los datos, sino a un pálpito. Dijo textualmente: “Yo la impresión que tengo, es que en algún momento, Estados Unidos resolvió preservar para su población todas las vacunas y Pfizer dijo no firmo más contratos, porque si tengo que dejar las vacunas en Estados Unidos, no voy a poder cumplir”. ¿Por qué si todo venía tan bien, de golpe el gobierno no atendió más a Pfizer? ¿Por qué le sacaron a Ginés la negociación con ese laboratorio y pasó directamente a manos de Vilma Ibarra y Cecilia Nicolini?

Este es el peor gobierno desde la

recuperación democrática de 1983. Hay bastante consenso alrededor de esta conclusión. Son varios los fracasos rotundos de Alberto y Cristina. Pero si hay que elegir el más dramático y dañino, sin dudas, tiene que ver con la mala praxis y  la gestión desastrosa de la lucha contra el Covid. Los traficantes de vacunas, el vacunatorio vip, los militantes y los familiares primero, el cumpleaños de Fabiola en Olivos, las falsedades y errores de las filminas de Alberto. La tragicomedia del relator de relato, Víctor Hugo Morales y las azafatas emocionadas y las oscuras negociaciones con la vacuna Sputnik que pagamos y que ni siquiera recibimos lo que habíamos comprado. Hubo mucha inmoralidad convertida en delito. Al Presidente no le conviene andar ventilando estos temas que solo le traen amarguras y  más desprestigio. Sin embargo, solito actualizó los hechos. Le inició juicio a Patricia Bullrich y no la enfrentó en la audiencia. Es que Alberto no sabe ni lo que quiere.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre