¿Cuántas mentiras por día dice el presidente Fernández? Ya se le descubrieron infinidad de falsedades pronunciadas con la cara dura y la vergüenza ajena. El ex jefe del estado, Mauricio Macri lo definió como un “mentiroso serial”. La falsedad patológica o compulsiva, según la literatura médica es “una invención inconsistente y demostrable de acontecimientos muy poco probables o fácilmente refutables”.
Los casos más severos de mitomanía, se convierten en un trastorno de comportamiento y en una forma de vida. En el caso de Alberto Fernández, parece ser una especie de mecanismo o instrumento para intentar ocultar sus desastres económicos, sanitario y de toda la gestión. Cada vez que comete una torpeza, lo primer que hace en lugar de solucionarla y pedir disculpas, es apelar a una mentira. Y eso es más grave que cualquier ideología jurásica. Se transforma en un hombre no confiable ni siquiera para sus amigos. De hecho, muchas veces los dejó colgando del pincel cuando le dio información falsificada y al poquito tiempo se descubrió el engaño. “Es una fake news”, fue lo primero que dijeron en su círculo más íntimo cuando se publicó la primera foto del cumpleaños clandestino de su pareja.
Insisto con la extrema gravedad institucional que esto implica. A cada interlocutor le dice lo que quiere escuchar y para cada uno tiene preparada una estafa inmoral. Todos los días se pega un tiro en los pies. Cuesta abajo en su rodada, no puede frenar.
Hoy hizo difundir un verdadero mamarracho. Dijo que como no se contagió nadie en Olivos, no se configuró ningún delito. El abogado y presidente del mayor bloque opositor de diputados, Mario Negri, le contestó con contundencia: “El profesor de derecho debería saber que el delito es violar la ley, no contagiar. ¿O está probado que las miles de personas procesadas son responsables de contagios? No hay coronita”.
Y de paso, le recordaron el artículo 205 de Código Penal que dice, textualmente : “Será reprimido con prisión de 6 meses a 2 años, el que violare las medidas adoptadas por la autoridad competente para impedir la introducción o propagación de una epidemia”.
El mismo Presidente que firmó el decreto que violó groseramente, es el mismo que amenazó con todo el peso de la ley a los que se zarparan de vivos” y aclaró: “Por las buenas o por las malas”.
Como suele ocurrir, en las redes aparecieron cataratas de gastadas y burlas para Alberto. El más claro decía: “Si ametrallas a una multitud y no le pegas a nadie, no hay delito”.
Y como si esto fuera poco, Alberto hizo difundir un fallo del fiscal Ramiro González que hizo zafar a Facundo Moyano apelando a esa doctrina que él denominó “Delito de peligro abstracto”. Se podría considerar una presión del presidente para inducir a un fiscal para que tome ese camino legal. Pero como el delito y la inmoralidad ocurrió en la quinta de Olivos, tal vez la causa finalmente por jurisdicción pase a la jueza Sandra Arroyo Salgado.
Recién hoy, después de 18 días, y luego de una intimación, se dignaron a enviarle al fiscal la lista de ingresos a la quinta presidencial que había pedido el fiscal. Pero Alberto aún no se presentó ante la justicia, cosa que debería hacer cuanto antes si cree en la igualdad ante la ley. Fabiola y casi todos sus amigos ya tienen abogados de peso político y van a tener que dar explicaciones. Pero todos los caminos conducen a Alberto. Nadie puede entrar a Olivos sin su autorización. Y encima, ya se conocieron, muchas reuniones más que estaban absolutamente prohibidas.
A la luz de los acontecimientos, una de las pocas verdades que dijo Alberto fue que todavía no cayó en la cuenta de que es Presidente. Se nota. Y eso que hace más de 20 meses que asumió. Su amigo el ex presidente uruguayo, Pepe Mujica, al que nadie puede acusar de oligarca o macrista, fue demoledor cuando dijo que seguramente, hubo muchas fiestas clandestinas, pero “a un presidente, no se le puede perdonar”. Tiene razón Mujica. De todo su comportamiento mitómano, esto ha sido lo más grave que hizo Alberto. No se le puede perdonar. “Al peor presidente de la historia, ni olvido, ni perdón”, dicen los tuiter. Y ya son tendencia.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre