Ahora Pedro Cahn dice que “no hacen falta cuarentenas tan largas”

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Uno de los infectólogos que asesoró al Gobierno tras la llegada de la pandemia al país, confesó que la enseñanza que dejó el 2020 fue que “ya no hacen falta cuarentenas tan largas”


Pedro Cahn, director de la Fundación Huésped e integrante del comité de expertos del Ministerio de Salud de la Nación, rompió el silencio a un año de la llegada de la pandemia del coronavirus al país y reflexionó sobre las medidas implementadas para reducir el nivel de contagios. Qué opina sobre la situación actual, la espera de la segunda ola y el plan de vacunación.

–¿Qué balance hace de este año de pandemia?

–Todavía no terminamos de metabolizar la sorpresa que significó para todo el mundo la aparición de esta pandemia. Fue una prueba de esfuerzo para todos, para el Estado, para la sociedad y sobre todo para el sistema y los trabajadores de la salud. Los ciudadanos tuvimos que adaptarnos a cosas tan duras como tener que quedarnos en casa, no poder abrazar a los seres queridos, dejar de reunirnos durante mucho tiempo, y mucha gente la pasó muy mal en lo laboral. Al mismo tiempo, como suele suceder con las crisis, puso de manifiesto lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros: aquel que era solidario y batallador se volvió más solidario, y aquel que era más miserable y egoísta mostró su peor cara. Por otro lado, dentro de la catástrofe, lo único bueno es que ocurrió ahora y no hace 20 años, con los avances de ese momento no hubiéramos podido estar discutiendo qué vacuna nos aplicábamos. Cuando pase todo esto, si es que en algún momento logramos controlar efectivamente la pandemia, tenemos que pensar muy bien qué cosas que pasaron no pueden volver a pasar, y qué costumbres y hábitos que incorporamos hay que mantener, como la higiene de manos. Durante un largo tiempo habrá que seguir usando el barbijo. La ventilación de los ambientes es un tema a prestarle mucha atención. Cuando empezaron las medidas, hace un año, nadie imaginó que un año después íbamos a estar discutiendo en qué momento hay que reponerlas, si es que hay que hacerlo.

–¿Qué factores definen que hablemos de segunda ola?

–Cuando uno mira lo que pasa alrededor, en Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil, es muy difícil pensar que no nos pueda pasar a nosotros. Inciden un par de factores: primero, el aumento de la movilidad. El virus no viaja solo. Hay muchos contagios intrafamiliares, fruto de reuniones cerradas que no deberían hacerse. Y hay un factor agravante: las variantes virales, mucho más transmisibles persona a persona. Estamos en una carrera desigual, porque el virus empieza a mutar antes de que la gente esté vacunada. En Brasil, que es el perfecto ejemplo de lo que no debe hacerse, con la falta de conducción centralizada del Ejecutivo nacional, con campañas antivacunas y anticuidados, y felicitando las marchas anticuarentena para desesperación de los gobernadores, el resultado es de 3000 muertos por día, que son los que se conoce, seguramente habrá más.

–¿Hay forma de evitar la llegada de las nuevas cepas?

–Las fronteras, según dice el Ejecutivo, tienen una circulación limitada de gente. La medida completa, que sería cerrar las fronteras, no se decreta porque sería un mazazo más a la economía. Acá hay una tensión entre la necesidad sanitaria y la económica. Si la respuesta fuera todo sanitaria a partir del lunes no sale nadie a la calle, y la pandemia la controlamos, solo que eso es imposible. Esta semana toda la región de París está con cierre total con fuerzas militares en la calle, para impedir que la gente salga. Los cierres totales son inaplicables. Podés hacerlo solo por 24 horas, y no sirve para nada. Los viajes de egresados, en cambio, podrían evitarse perfectamente. El Ejecutivo tiene poder para hacerlo. Estamos en pandemia, hay gente muriendo, y vos me estás hablando de que vas a un viaje de egresados… Diferenciemos lo que es sustancial. ¿Te vas a Buzios a la playa? No es el momento para hacerlo.

–Larreta hizo recientemente ese viaje por vacaciones.

–Bueno, sí… Evidentemente, es el tipo de viajes que no es necesario. Hay muchos lugares para vacacionar en el país.

–¿Qué cepa es la que más le preocupa?

–A juzgar por los efectos, parecería que las variantes sudamericanas, de las cuales no poseo aún evidencia de que tengamos transmisión comunitaria en el país, son preocupantes, porque se ve claramente afectada la efectividad de algunas vacunas, por lo menos la de AstraZeneca. La variante de Manaos ha aparecido en algunas provincias: Tucumán, Santa Fe y Córdoba. Y es muy contagiosa. Eso significa que vas a tener más casos. Si se da en la población joven, es probable que el impacto desde el punto de vista de la saturación del sistema sanitario, que fue el gran fantasma que estuvimos combatiendo el año pasado, no sea tan importante. Pero si esos jóvenes lo trasmiten a personas en población de riesgo, ahí estamos en un problema serio.

–Parece difícil volver al confinamiento de hace un año.

–La sociedad no es la misma, porque hay un grado de agotamiento muy grande. Además, evidentemente, y en forma lamentable, esto se ha transformado en una cuestión política. Se usa la pandemia para hacer política y se atacan las medidas. Si suben los casos, es culpa del Ministerio de Salud; si ponen limitaciones para que no suban, es una “infectadura” que anula las libertades de las personas. Es muy difícil manejar las cosas así. Por otro lado, una enseñanza que nos deja el año pasado es que no tenés que tomar las mismas medidas de Usuahia a La Quiaca al mismo tiempo. Ya no hacen falta cuarentenas tan largas. Con diez días de aislamiento sabemos que es posible controlar gran parte del fenómeno, y por ahí necesitás hacerlo en Buenos Aires y no en Tucumán, o viceversa. Habrá que tomar esos lugares donde haya rebrotes. Pasa que este es un país que desde Cavallo hasta adelante tiene federalizada la salud y la educación, y las medidas finalmente las toma cada provincia. Si no contás con el acuerdo de la gobernación o la jefatura de gobierno de la ciudad es muy difícil implementar un plan nacional.

–En CABA se ve un aumento de casos, pero las autoridades de Educación piensan flexibilizar aún más los protocolos para las clases.

–Antes que nada, todos estamos de acuerdo con la vuelta a clases. Esa es otra discusión absurda que se da, como si hubiera alguien a favor de la ignorancia. “Promovamos el analfabetismo, que los chicos no vayan a clase”. Solo una persona malintencionada puede pensar que alguien quiere que los chicos no vayan a clase, o que alguien no trabaje. Es demencial. El tema es qué impacto puede tener eso en la salud pública. Hasta el momento no se ha visto que haya un gran impacto en el país fruto del comienzo de las clases, si bien es cierto que la mayor parte comenzó el 1° de marzo. Sin embargo, lo que vemos es un aumento de casos en la Ciudad de Buenos Aires, repitiendo un fenómeno que vimos el año pasado: empieza en la Ciudad, se derrama al primer cordón del conurbano, pasa al segundo, después al tercero, y empieza a distribuirse al resto del país. Con una lógica: como somos un país completamente porteñocéntrico, muchas cosas que necesitan las provincias se arreglan en Buenos Aires. Lo que pasa en Buenos Aires es un anticipo de lo que va a pasar en el resto del país.

–¿Cómo ve la situación con las vacunas?

–Sé que las autoridades del Ministerio están 24×7 hablando con las compañías, primero para que cumplan los compromisos que firmaron, porque si fuera por eso Argentina tendría en este momento más de 20 millones de dosis, que no las tenemos. Vienen a cuentagotas, y eso es porque hay una lucha a nivel internacional, una batalla comercial entre las distintas empresas. Casualmente, a AstraZeneca, que es la que más baratas vende las dosis (a 3 o 4 dólares, la que le sigue cuesta 12 dólares y otras llegan hasta 40 dólares la dosis), le están pegando en Europa. La Agencia Europa de Medicamentos y la OMS señalan con buen criterio que no hay razón para asustarse, porque los casos de trombosis son los esperables en la población en general: la gente hace trombosis todos los días en el mundo, sobre todo las personas obesas o de más edad que tienen menos movilidad, tienen más tendencia a hacer trombosis, así que los casos que se le atribuyen a la vacuna no necesariamente son por la vacuna. Les suelo explicar a mis alumnos que el día que nací llovía, pero ni se largó a llover porque yo nacía, ni yo nací porque llovía. Es una coincidencia temporal. Y además de la competencia comercial, está la geopolítica. Las vacunas rusas y chinas versus occidentales y democráticas. A su vez, hay que pensar que la vacuna es un producto terminado. Es como si dijera: están faltando autos. ¿Pero por qué faltan? Porque el que fabrica ventanas no las está entregando. Acá hace falta la producción del antígeno de la vacuna, el elemento que estimula el sistema inmune, pero también la jeringa, el frasquito, la cajita, el taponcito, hay una cantidad de insumos que los países centrales no están exportando, y ahí tenés una dificultad. Aparentemente, es lo que determinó que las vacunas de AstraZeneca que debían llegar de México a fines de marzo se hayan retrasado por lo menos 30 días, hasta mayo, y eso es importante porque el compromiso eran 22 millones. Al mismo tiempo quiero destacar que, habiendo vacunas, Argentina está vacunando rápido. El ritmo que mostró las últimas semanas es superior al promedio de la Unión Europea. Y eso es porque tenemos un programa de vacunación modelo en el mundo, fortalecido cuando Carla Vizzotti estaba al frente de la Dirección Nacional de Inmunización, lo que llevó a logros que permitieron por ejemplo, erradicar prácticamente la mortalidad infantil por hepatitis A. Tenemos un sistema preparado que viene respondiendo muy bien, el problema es que faltan las vacunas. Y al mismo tiempo tenés que mantener el resto de las vacunas que se deben aplicar. Empiezan las clases y tenés que vacunar los chicos, se viene el frío y hay que aplicar la antigripal a grupos de riesgo.

–También hubo lobby en los grandes medios a favor de otras, como la Pfizer.

–Es interesante recordar cómo fue esa cuestión. Estaba casi todo acordado con Pfizer, hacía falta una ley, había acuerdo, y la diputada Graciela Ocaña, que no es del oficialismo, propuso una cláusula que está bien, que decía: exceptuamos de la indemnidad que pide Pfizer casos de negligencia de la empresa. Lo votaron todos, y eso determinó que Pfizer se retirara: no aceptaban ni siquiera el tema de la no negligencia. Entonces, contemos la historia como es: la piedra en el zapato ni siquiera surgió de una iniciativa del bloque oficialista.

–¿El frío incidirá en un aumento de casos?

–Tiene dos efectos. Las células que recubren el aparato respiratorio no funcionan con la misma efectividad cuando hace mucho frío; y con el frío, la gente tiende a encerrarse. Si no entienden que no pueden hacerse reuniones en esas condiciones, vamos a tener más casos, sin dudas. Un tema es que todos los que potencialmente podemos contraer covid lo podemos transmitir, pero hay individuos supercontagiadores, que no son fáciles de identificar, que tienen muy alta carga viral, y en una fiesta de 80 personas esa persona contagia a 60. Por eso insistimos con reuniones con número limitado en espacios abiertos o bien ventilados. En la primera quincena de enero tuvimos un rebrote fruto de las reuniones de fin de año. Luego se aplacó. Ahora lamentablemente empezaron a subir de vuelta en Ciudad, que es la primera señal que indica que si no podemos pararlo seguirá subiendo en otras jurisdicciones. Después, hay situaciones que muestran la dificultad de manejar bien la cosa. Si ves los resultados sanitarios de Formosa, son muy buenos: es la provincia con menor cantidad de casos y muertos, pero si al mismo tiempo se cometen atropellos, y la policía muele a palos a manifestantes, decís: eso está mal. Así como estuvo mal cuando reprimieron a las enfermeras en la Ciudad de Buenos Aires; vamos a ser claros, no es que hay una represión buena y una represión mala. Hay que encontrar un delicado equilibrio: tomar las medidas necesarias sin excederse en lo que son derechos individuales.

–¿Cómo se logra que la gente vuelva a estar alerta tras el relajamiento del verano?

–Eso tiene mucho que ver con la manera en la que el gobierno comunique la situación. Esta semana el presidente dio a entender que si no nos cuidamos vamos a tener que avanzar con otras medidas. Tal vez no lo dijo muy claramente… Acá es donde se empieza a mezclar la cuestión política. Hay un estudio que publicó el sociólogo Daniel Feierstein que dice que la mayoría de la gente está dispuesta a aceptar medidas de confinamiento si fuera necesario, para defender la salud, pero hay una minoría que puede ser muy activa. Meter 500 personas en Plaza de Mayo es muy fácil, armar una protesta, que los medios la levanten y digan que la sociedad no lo tolera más. Es muy complicado gestionar una pandemia así, tan atravesada por estos factores.

–¿Cómo ve a los grandes medios en la cobertura de la pandemia? Parecen muy lejanas aquellas tapas conjuntas que hablaban de unirnos y luchar contra el Covid.

–Hay dos explicaciones para lo que sucedió después. Una es la lucha desesperada por el rating. En algún momento, el mensaje de cuidado dejó de vender, entonces había que buscar voces disidentes o que hablaban de bombas epidemiológicas. Ingenieros, economistas, médicos de cualquier especialidad, debatían como si supieran del tema. Y también está la cuestión política. En Estados Unidos agarrás el New York Times y te dicen: estamos con los demócratas. Ves el Wall Street Journal y sabés que están con los republicanos. Acá en la Argentina todos somos prensa libre e independiente… Te dicen una media verdad que es peor que una mentira, porque es más difícil de descubrir. Algunos medios pueden ser como un cuchillo de cocina: pueden servir para cortar una torta de cumpleaños o para matar a una persona. Lo que no nos damos cuenta es que atentar contra una política sanitaria acordada en conjunto por las provincias, provocar desconfianza en la población, enviar mensajes confusos, es como tirar agua para arriba: inevitablemente te vas a mojar. Y hasta que no te toca a vos o a alguien de tu familia, no te das cuenta.

–Otro clásico es la comparación con Chile o Uruguay.

–Bueno, miren a Chile nomás, que está vacunando con la Sinovac, que tiene una eficacia del 50 por ciento. Es mejor que nada, por supuesto, pero es el límite mínimo que pone la OMS, y ahí no dicen nada que vacunan con una vacuna china.

Entrevista con Tiempo Argentino