Yo los llamo “El triángulo de las Bermudas” porque por esa geometría oceánica se hundieron las esperanzas de millones de argentinos. Hablo de Alberto, Sergio Massa y de la reina Cristina, la condenada jefa de la corrupción más grande de la historia democrática.
Sobre ese trípode de impresentables con record de imagen negativa, se está montando un nuevo engaño electoral. Son los tres máximos responsables de haber dinamitado al país y se proponen como los ingenieros para reconstruirlo. No tienen vergüenza. No tienen escrúpulos. Se creen que pueden mentir eternamente. En esta primera etapa teatralizan una falsa unidad. “Todos unidos triunfaremos”, como en la marchita, en una sucesión de fotos para la tribuna y la gilada que solo transmiten hipocresía. Muchas fotos y pocas nueces. Se odian y se han dicho las cosas más terribles. El archivo lo certifica. Para muestra basta un botón:
Cristina le ordenó a Parrilitudo que embocara a ese hijo de puta de Sergio Massa.
Cristina ante su gente, insulta siempre a Alberto e incluso, le puso un apodo sobre un tema sexual en el que prefiero no meterme por delicadeza.
Alberto también fue durísimo con Cristina. Tal vez el que fue más cruel.
Durante una entrevista que le hizo nuestro colega Eduardo Van del Kooy, a principios de 2015, solo Alberto, se atrevió a decir que todo lo que dijo e hizo Cristina fue “cínicamente delirante”.
Alberto comentó que ella estaba alegre y simpática, después de la muerte del fiscal Nisman que la había denunciado por encubrir a los terroristas iraníes que habían perpetrado el atentado terrorista más grave de la historia argentina. Según la Real Academia Española. “cínica” es una persona que actúa con falsedad o desvergüenza descarada y es impúdica y procaz”. Algunos de sus sinónimos son: insolente, caradura, falso e hipócrita. El término delirante se refiere a una fantasía disparatada o a alguna postura enloquecedora.
Insisto: esto no lo digo yo. Lo dijo Alberto. “Cínicamente delirante”, le dijo Alberto a Cristina por televisión en vivo y en directo. Pero por tuit ya había traspasado la línea del buen gusto, cuando escribió que su gobierno era psicótico y ella también actúa como una psicópata.
Otra vez el diccionario que encuentra estos sinónimos de psicópata: neurótica, desequilibrada, lunática, demente y loca.
Insisto con la aclaración: esto no lo estoy diciendo yo, un humilde cronista. Esto lo dijo el actual presidente de la Nación.
¿Fuerte no? Agresiones de alto calibre.
Los archivos de Sergio Massa ya son un clásico de la televisión actual. Me refier a su vehemencia para prometer en un acto que iba a barrer a los ñoquis de La Cámpora y meter presos a los corruptos y su seguridad para decirle a Jorge Rial que nunca más iba a volver al kircherismo porque eso era pasado, una etapa terminada y que no tenía nada que ver con La Cámpora.
Ese odio con el que se disparaban, hoy sigue vigente. Pero lo están tratando de ocultar. Confirman la frase de Borges. No los une el amor, sino el espanto.
Cristina tiene espanto a ir presa, aunque sea en detención domiciliaria con una tobillera electrónica. Tiene miedo que la Corte Suprema confirme su condena a 6 años de cárcel y que avance la causa más grave de corrupción que es la de los cuadernos de las coimas K. Cristina tiene espanto a que sus logros de ser dos veces presidenta de la Nación queden opacadas por la confirmación de ser también una “Ladrona de la Nación”.
Alberto tiene espanto de quedar en la historia como lo que es: el peor presidente desde la democracia recuperada. El que no quiso ser títere y terminó siendo espanta pájaro. El que tuvo que reptar delante de Cristina y arrodillarse ante su altanería y autoritarismo.
Y Massa tiene espanto de hacer sapo con su candidatura a presidente y que ese posible papelón electoral tenga como uno de los principales argumentos la pulverización de los salarios producto de una inflación colosal, el ajuste brutal, la multiplicación de la pobreza, el vaciamiento de dólares del Banco Central y la expulsión de empresas e inversores del suelo patrio.
Eso los une. El espanto a ser recordados con horror y desprecio por el pueblo con el que se llenan la boca. Tienen pánico de ser los sepultureros del peronismo o por lo menos los que empujaron cuesta abajo y hacia el ocaso al partido de Perón.
Están apelando a todas las trampas que conocen. Al clientelismo más atroz. Acaban de modificar el presupuesto por séptima vez con cifras siderales. Todo para ejecutar el plan platita más grande del que se tenga memoria. Nunca visto: lleva la firma del candidato a presidente y de Agustín Rossi, el candidato a vice y perdedor serial de elecciones. A Wado de Pedro que, oh, casualidad, es el jefe de campaña, le tocan 16.500 millones de pesos más para comprar voluntades y repartir en forma discrecional con intendentes y gobernadores. En realidad la jefa de campaña es Cristina. Ella quiere manejar todo y sobre todo, las cajas millonarias de antes y durante los comicios. Wado es apenas su secretario, el que está dispuesto a todo, incluso a pasar los papelones que pasó cuando le bajaron su candidatura de un hondazo.
Tienen espanto a volver al llano. A perder el poder. La codicia por el poder y el dinero es infinita en Cristina y sus talibanes. Eso los ordena. Pero tampoco les resulta tan fácil. La Cámpora tiene grietas muy evidentes. El Cuervo Larroque que ya hizo rancho aparte. Mayra Mendoza, que ayer hizo un acto con Juan Grabois, el rival de Massa. Y la militancia más de base que dice que va a votar a Grabois porque Massa es un traidor, cagador y de derecha.
Aníbal Fernández ya dijo que a Wado le faltan varios hervores y que Máximo solo heredó la fortuna de sus padres pero no la astucia ni el carisma.
A Santiago Cafiero y Tolosa Paz los bombardearon una semana para que renuncien a su lugar en la lista de diputados. Los hijos putativos de Cristina lo acusaban de haberle robado ese cargo a Daniel Scioli. Los muchachos son apretadores descarados. Y si eso hacen con sus compañeros peronistas, todos nos imaginamos lo que hacen, lo que hicieron y lo que harán con los opositores, o los jueces y los periodistas independientes. Ya los están acusando de impulsar un ajuste salvaje con represión. Y ya están juntando piedras, huelgas y molotov para instalar de nuevo el club de helicóptero y desestabilizar al próximo gobierno si no es kirchnerista.
Los bolivarianos de la Patria Grande, por orden de Cristina, votaron a grandes revolucionarios guevaristas como Scioli en el 2015, Alberto en el 2019 y ahora a Massa. Ninguno bajó de la Sierra Maestra. Bajaron del capitalismo de amigos y testaferros. No son de la generación diezmada, son los de la generación del diezmo.
Todo está atado con alambre.
Por ahora hay fotos y simuladores. No hay amor. Solo los une el espanto.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre