Cristina Fernández de Kirchner no expresó ni la mínima tristeza por la muerte de Mario Vargas Llosa. No hubo ni siquiera un pésame formal para la familia. Ninguno de los integrantes del Cartel de los Pingüinos Millonarios abrió la boca para manifestar aunque sea una diminuta pena por el fallecimiento de uno de los más extraordinarios escritores de la historia, ganador del premio Nóbel. No me sorprende. Por lo menos no fueron hipócritas. Porque odiaban en vida y seguirán odiando en muerte a Vargas Llosa. Lo consideran un gorila reaccionario porque marcó con mucha claridad y profundidad el daño que le hizo a la Argentina el peronismo en general y el kirchnerismo en particular.
A Vargas Llosa ya le han rendido homenaje personalidades e intelectuales de todo el mundo y han puesto el acento en sus virtudes creativas únicas y en su talento literario descomunal. Yo me permito rescatar su capacidad de análisis político y su coraje para enfrentar todo tipo de amenazas de los tiranos de cualquier grupo y factor.
Vargas Llosa fue muy coherente. Siempre habló bien de la Argentina y en contra de Cristina.
Histórico combatiente contra el diablo del nacional populismo, el Premio Nobel de Literatura dio en la tecla. Apuntó con precisión a Cristina, como la máxima culpable de gran parte de los problemas de la Argentina. El exquisito escritor dijo que: “Argentina es rehén de un grupo de autoritarios encabezados por Cristina Kirchner”. Su deseo permanente era que en las próximas elecciones, los ciudadanos con su votos, le extiendan el certificado de defunción política a la nefasta experiencia kirchnerista y que eso sirva como impulso para las reformas de mayor necesidad y urgencia.
En su riguroso diagnóstico, Vargas Llosa definió a nuestro país como “un total sinsentido” porque “tiene todos los recursos naturales y humanos para ser líder en lo económico” pero el cristinismo nos “mantiene en el atraso, la inflación y la pobreza, haciendo flamear un anti capitalismo obsoleto y deshilachado”.
Las impactantes declaraciones fueron difundidas hace tres años por Gerardo Bongiovanni, titular de la Fundación Libertad en cuya cena anual participó muchas veces el intelectual peruano radicado en España y fallecido ayer en Lima.
La reflexión de Vargas Llosa lo llevó a decir que: “Me resultó tan triste como difícil de creer que los argentinos le hayan dado otra oportunidad al kirchnerismo en el 2019. Los resultados, tristemente, eran esperables. Argentina sigue sin encauzarse en un sendero reformista y mantiene el mismo hiper estatismo que ha marcado su historia en el siglo XXI”. Vargas Llosa confesó su afecto por nuestro país porque “cuando era chico lo miraba con admiración por haber derrotado el analfabetismo y por haberse convertido en un faro cultural y económico”.
Comparto con Vargas Llosa que Cristina es la persona que más daño le hizo a la Argentina y la que más daño le sigue haciendo. Podría hablar horas para argumentar esto.
Los ejes centrales son la codicia por el poder eterno y el dinero ajeno que convirtieron sus gobiernos en cleptocracias cargadas de un nacional populismo agresivo contra la República..
Siempre encuentran culpables pero gobernaron 16 años, con casi la suma del poder público.
Cristina se asoció y sigue siendo cómplice de las peores dictaduras y las autocracias que más violan los derechos humanos, como Rusia, Cuba, Venezuela y Nicaragua. Ni hablar de sus relaciones carnales con Irán, el máximo promotor de terrorismo en el planeta. Ella encontró en el chavismo más primitivo y reaccionario la justificación de sus odios, resentimientos y mezquindades más profundas. Es el único caso de una jubilada de privilegio que cobra más de 22 millones y medio de pesos mensuales.
Batió todos los records mundiales porque todos los empresarios amigos, socios, cómplices y testaferros se enriquecieron en forma ilegal y colosal.
Nunca nadie robó tanto y durante tanto tiempo.
Pero el valor que tienen las palabras de Vargas Llosa, lo dice todo, es una gran condena para Cristina. Porque no es ficción. Es realidad dura y pura.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, fue indomable, como buen intelectual. Pero si tuviéramos que asociar a Vargas Llosa con una sola palabra, esa palabra sería libertad. Es que su lucha política siempre ha sido contra todo tipo de dictaduras y autoritarismo. Desde Hugo Chávez y Fidel Castro a Jorge Rafael Videla y Pinochet. Desde Stalin a Hitler.
Eso solo, más el genio literario que lo llevó a ser Premio Nobel, lo coloca en un altar de admiración.
Esa libertad y ese combate contra todos los prejuicios, fanatismos y las pacaterías de catedrales, contrasta con muchos de sus enemigos que no le llegan ni al tobillo.
Vargas Llosa es uno de los que mejor trató al idioma que hablamos más de 570 millones de personas en el planeta.
Dijo que lo más importante que le ocurrió en la vida fue aprender a leer a los 5 años, en la clase del hermano Justiniano en el colegio Lasalle de Cochabamba, Bolivia. Su madre, Dora Llosa Ureta que lloraba con los poemas de Amado Nervo y Pablo Neruda, le contó que sus primeros escritos eran una continuación de los libros de aventuras que había leído.
Dijo que su fórmula para disfrutar era tratar de que la muerte lo encuentre vivo. Que lo sorprenda lleno de proyectos, de ilusiones, de batallas, de amores y esperanzas. Jamás hay que entregarse mansamente a la muerte ni esperar sentado que la parca llegue.
Y eso es lo que le ocurrió. A los 89 años, la muerte lo encontró vivo. Radiante.
Eso habla de su amor a la vida y a la libertad. Pero como es un francotirador que no tiene patrones ni dogmas no tuvo problemas en tener varias definiciones políticamente incorrectas. Hay que tener coraje para meter los dedos en todas las llagas y enchufes. O para utilizar calientes escenas de sexo explícito para describir el clima de época del final de Fujimori y en muchos de sus grandes libros.
Sentí una gran vergüenza ajena cuando el kirchnerismo le quiso prohibir que inaugurara la Feria del Libro.
Era la primera vez que lo iba a hacer un premio Nobel y encima, latinoamericano.
El talentoso peruano recordó amargamente aquel trago amargo. “En algún momento soñé con vivir un tiempo en Buenos Aires. Pero tengo un triste recuerdo de las últimas veces que fui. Un grupo de escritores encabezados por el director de la Biblioteca Nacional me quiso prohibir que hablara por mis ideas políticas. ¡Escritores! ¡El director de la biblioteca en donde estuvo Borges!”, dijo con asombro, Vargas Llosa. Parecen salidos de la Inquisición. Hay una forma clara de definir a estos talibanes del chavismo K: son fachos de izquierda.
Editorial de Alfredo Leuco en El diario de Leuco por LN+