Osvaldo Bazán: “Elogio de la riqueza (¿Hará Cristina el amor sin sábanas?)”

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Columna @osvaldobazan publicara en El Sol de Mendoza.

En 1969, el cantautor uruguayo Daniel Viglietti escribió “A desalambrar”, una canción que combatía simpáticamente la propiedad privada:

“Yo pregunto si en la tierra/ nunca habrá pensado usted/ que si las manos son nuestras/ es nuestro lo que nos den/ ¡A desalambrar!, ¡A desalambrar!/ que la tierra es tuya, de éste y de aquél/ de Pedro, María, de Juan y José”

La canción se convirtió en hit revolucionario instantáneo, la base de cualquier fogón pequeñoburgués con disforia de clase porque los pobres Pedro, María, Juan y José no los escuchaban, ellos bailaban con Los Wawancó y se enamoraban con Sandro. Como bien se preguntó Charly García en el ‘74: “¿Para quién canto yo entonces, si los pobres nunca me entienden. Si los hermanos se cansan de oír las palabras que oyeron siempre?”.

Pero era momento de certezas, no de preguntas.

Había que desalambrar -se usaba mucho el “hay que” en el arte de la época- y nadie se quiso perder la posibilidad de dejar marcado a fuego su compromiso con los desposeídos.

Había que desalambrar. A los demás, obvio.

Los grandes popes del canto latinoamericano revolearon sus ponchos exigiendo el desalambrado de los otros: Víctor Jara (a quien los tenebrosos militares chilenos le hicieron pagar su audacia torturándolo hasta morir en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, que hoy lleva su nombre), Los Huanca Hua, Los Quilapayún, Numa Moraes, todos ellos cantaron la canción en sus recitales, los grabaron en sus discos. Por supuesto, y como corresponde, cobraron por presentaciones y grabaciones.

Pero así como María, José, Pedro y Juan trabajaban la tierra de otro y nunca fueron sus dueños, los intérpretes fueron los trabajadores de la canción de Viglietti aunque la canción nunca les perteneció, y quien se quedó con los derechos de autor fue… su autor a quien nadie le desalambró lo que le correspondía porque se le había ocurrido, porque había puesto sus talentos, su tiempo y su trabajo al servicio de su arte.

En el medio, Viglietti, consciente de ser el dueño de la tierra de la canción, hizo y ganó un juicio a la multinacional que compró la pequeña discográfica Odeón donde “A desalambrar” había sido grabada originalmente. Así pudo continuar con su legítimo derecho a cobrar cada vez que alguien interpretara el tema en un recital o lo grabase en un disco.

Daniel Viglietti puso su tierra; los demás intérpretes, su trabajo y todos cobraron en medida de sus esfuerzos o el valor que el mercado –cantidad de asistentes a los shows, cantidad de discos vendidos- les asignó.

Lo que Viglietti exigía a los dueños de los campos, nunca lo pidió a los dueños de las canciones. Es cierto, la tierra viene dada y las canciones se crean. Pero una tierra virgen no es un campo trabajado, así como la escala musical no es una canción. Dueños de tierras y de canciones preparan un terreno para hacerlo fructífero. ¿Por qué no respetarlo? En fin, una maravillosa contradicción que pasó claramente inadvertida por cada fan de la música en cuestión.

El autor cobró sus derechos y eso provocó que pudiera seguir escribiendo canciones, porque el dinero y la fama son buenos incentivos para el trabajo. Habrá que agradecer al mercado entonces que permitió que Viglietti cobrase cada vez que alguien grabó o cantó en público su canción, ayudando además a que estuviese a disposición de tantos y tantos oyentes en todo el mundo. Imaginemos si no cobrara por ser el dueño original: debería haberse dedicado a otra cosa y hubiera compuesto menos.

El lector llega hasta acá y se pregunta: “¿Y qué tiene que ver? Yo leo esta columna porque habla de actualidad”. Siempre es un problema lidiar con lectores impacientes. Ya va.

En 1969, abjurando de desalambres varios, el gran rockero argentino Moris escribió la que quizás sea la canción más certera del rock nacional, “Pato trabaja en una carnicería”. A los 27 años y con precisión de relojería, describió un tipo nacional que hoy, no sólo perdura sino que está en el centro del poder nacional.

“Todo empezó con el chiste que decía/ lo tuyo es mío y lo mío es mío/ no comprendimos que eso sería/ lo que un día nos heriría”. Y reflexiona: “El comunismo resultó complicado/ lo tuyo es mío y lo mío es mío/ nos ha llevado a la indiferencia/ tenés excusas, los otros tienen/ que te mantengan para eso están/ sos el burgués más corrompido que existe/ y te engañás pensando que sos un hippie/ vos explotás a todos y no das nada/ y eso es ser el peor capitalista/ cuando tenés, te hacés el burro/ vivís de arriba, que asco me das/ Vos te reís del mundo y de las personas/ pero querés que el mundo te alimente/ otros te proporcionan lo necesario/ y vos seguís creyendo que es lo corriente”

El lector semanal a esta altura empieza a dudar si se equivocó y en lugar del diario “El Sol” agarró la “Toco y Canto” (grupo de riesgo) o si acá alguien está queriendo decir algo sobre la educación sentimental a la que fuimos sometidos.

“Ustedes y nosotros” escribió Mario Benedetti en 1970 y Alberto Favero lo hizo canción. Cuando aún no se hablaba de grieta, el bueno de Marito descargó todos sus prejuicios clasistas en una letra en donde caricaturizaba a los ricos como malos de historieta, indefectible, irremediable, genéticamente malos. Y a los pobres buenos, más buenos que Heidi, indefectible, irremediable, genéticamente buenos.

“Ustedes cuando aman exigen bienestar/ una cama de cedro y un colchón especial/ nosotros cuando amamos, es fácil de arreglar/con sábanas, qué bueno, sin sábanas, da igual”… “Ustedes cuando aman consultan el reloj/ porque el tiempo que pierden vale medio millón/nosotros cuando amamos sin prisa y con fervor/gozamos y nos sale barata la función./ Ustedes cuando aman al analista van/ es él quien dictamina si lo hacen bien o mal/ nosotros cuando amamos sin tanta cortedad/ el subconsciente piola se pone a disfrutar”.

“Qué culpa tiene el tomate que está tranquilo en la mata y viene un hijo de puta y lo mete en una lata!”… “Cuándo querrá el Dios del Cielo/que la tortilla se vuelva/ que los pobres coman pan/ y los ricos mierda, mierda”.

El cancionero latinoamericano hizo mucho para instalar la idea de que a mayor pobreza, mayor bondad. Ser pobre, para el cancionero latinoamericano, partero del pensamiento mágico en el que aún nos movemos, es lo mejor que te podía pasar. En la ensalada se mezcló también la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín del ’68, que profundizó el camino del Concilio Vaticano II y habló de la “opción por los pobres”.

Lo que se ve con el diario del lunes es que la “opción por los pobres” del catolicismo sólo sirvió para que los pobres lo sigan siendo: acabó siendo una opción por continuidad de la pobreza, y para eso, es imprescindible que haya pobres. Ni las canciones ni la iglesia sacaron a nadie de la pobreza. Fue su zona de confort.

La riqueza, para el sueño de todas las manos todas, todas las voces todas, pueden ser canción en el viento, era una porquería.

El 22 de marzo pasado, el que pasea en helicóptero a su perro con dinero nuestro afirmó: “Esta es una enfermedad que nos llega a nosotros por los privilegiados que pudieron viajar a Europa”. Hacía poco más de un mes que él había viajado a Europa de una manera súperprivilegiada: el viaje se lo pagamos nosotros.

¿De dónde sacó la información para culpar de algo tan terrible que ha dejado hasta ahora casi 50 mil muertos a los simples viajeros intercontinentales? Recordar: lo afirmó en el momento en que se decía que estaba uniendo a los argentinos para enfrentar la pandemia, los medios ponderaban los gestos de unidad con índices de popularidad llegaban al quichicientosmil por ciento.

El elenco gobernante usa todo el tiempo la opción por los pobres con una salvedad: ellos –a pesar de ser millonarios sin haber conseguido jamás un peso que no haya salido de nuestros bolsillos- no se consideran ricos. Nadie imagina a la megamechera intergaláctica o a su hijo Mínimo haciendo el amor en camas sin sábanas. Sin embargo, nunca se habla de ellos como lo que son: ricos súper ricos, como todos los que los rodean, los secretarios millonarios asesinados y no investigados, los jardineros, los contadores, los choferes.

¿Por qué alguien querría ser pobre?

Ser pobres, quizás no lo sepan, es un bajón. Si no tenés gas natural, si usás yuyos para el uno y un balde para el dos, si para alcanzar el asfalto caminás 15 cuadras, si las ambulancias no llegan ahí donde estás y la última fiesta a la que pudiste ir fue cuando Malena Coso fue a inaugurar una canilla de plástico, es probable que la felicidad sea un colectivo que no podrás tomar.
Como el agua.

Están tan contentos con la pobreza de los demás que YPF valía 10 mil millones de dólares y hoy vale –después que la privatizó y la desprivatizó el mismo partido, el de los fracasos, el peronista- 1.450 millones. El kirchnerismo toma YPF y sus acciones caen. Porque cuando a ellos les va bien, al país le va mal.

Les encanta que seas pobre. Gracias Benedetti, Concilio Vaticano y todos los demás.

El salario mínimo, vital y móvil perdió 10 puntos contra la inflación en 2020. ¡Qué maravilloso! ¡Vas a ser un pobre bueno, vas a poder amar sin sábanas!

La pobreza te salva de ser uno de esos que nombró el viceministro de salud de la provincia de Buenos Aires Nicolás Coso Kreplak cuando dijo que “hay un sector social muy privilegiado que es muy reticente a seguir las normativas. Los sectores populares son mucho más cumplidores”.

Como es su costumbre, no dio una fuente, un dato, algo que permita corroborar la afirmación.

Ya la pareja de Fabiola había agradecido a “los sectores más humildes que fueron los que mejor entendieron el riesgo, más se cuidaron y más ayudaron a la tarea de evitar la propagación del virus sin interpretar que las restricciones impuestas les sacaron la libertad sino las acompañaron

¿Para qué quieren instalar esta idea de que es mejor ser pobre? ¿Para qué dicen cosas así?

Todos vimos las imágenes de La Saladita, todos vimos las ferias de las villas, esos lugares que hasta hace poco el kirchnerismo idolatraba y hasta creó “el día del orgullo villero”, reforzando la idea de la belleza de la miseria. Todos sabemos que no es cierto que la condición económica determine el cuidado frente al virus. Hay de todo ¿Por qué meter la cuestión de clase?

¿Por qué están tan interesados en desparramar la idea de la buena miseria? ¿O lo que de verdad reconocía el padre de Dyhzy es que se hayan bancado las restricciones en silencio, sin esos caprichos de libertad de las clases medias?

Es una campaña. Ya el 16 de diciembre, la pareja de Fabiola dijo: “El más tonto de los ricos tiene más oportunidades que el más inteligente de los pobres y eso no lo podemos permitir”. ¡Qué interesante! ¡Cuénteme más! Un tonto desaprovechará oportunidades; un inteligente, no: las creará. ¿El inteligente pobre se convertirá entonces en rico tonto, el tonto rico en pobre inteligente y vuelta a empezar? ¿Tan básico es todo? ¿Tan básico es la pareja de Fabiola?

Quieren que seas feliz en la miseria. Claro, que como decía Moris “tenés excusas, los otros las tienen”. Así, Luis Coso Amor D’Elía escribió en Twitter: “Es cierto muchos peronistas tenemos obra social prepaga, camioneta 4 x 4 y buenas casas. Ahora la diferencia con Cambiemos es que nosotros queremos que esos bienes los disfruten 44 millones de argentinos”.

Luis, no se está notando.

Cerraron El Palomar y están en guerra con las low cost que permitieron a un millón de argentinos volar por primera vez y que hicieron crecer las economías regionales con el turismo. El 50% del país es pobre; la nafta aumenta cada vez que Pampita consigue un canje –o sea, todo el tiempo-, los jubilados ya no ganan, pierden; los alquileres son imposibles y el asado se ha convertido en vacío. Literal. Lo que creció fue el servicio Premium de aviones particulares. ¿En serio, Luis, querés elogiar tu solidaridad hablando de tu prepaga, de tu camioneta 4 x 4 y de tu buena casa? ¿De verdad?

El cancionero progre instaló los requisitos a cumplir para pertenecer a la elite intelectual latinoamericana. Ya no éramos seres humanos con capacidad de amar y odiar. Eran ricos apurados e interesados, pobres amantísimos y piolas. ¿Cuál era la fuente de inspiración de Benedetti? ¿Su propio prejuicio? ¿Habrá hecho el amor sin sábanas el poeta? ¿Es perverso consultar al analista? ¿La velocidad del orgasmo tiene relación con el grosor de la billetera? ¿De qué va a trabajar el que hace la lata de tomate? ¿Quién va a querer salir de pobre si estará condenado a comer mierda?

Cincuenta años después volvemos a padecer el mismo menjunje ideológico que llamaba a desalambrar y terminó repartiendo campo de la corrupción a los testaferros.

Detectar las raíces de las ideas populistas, al acompañamiento artístico, intelectual, religioso de la estafa es el comienzo.

Está bien huir de la pobreza. Lo que está mal es ser chorro.

Dylan, quizás tu jefe que te paga viajes en helicóptero no te lo dijo: es vergonzoso obligar a los demás a la pobreza para usarlos.

Es hora de escribir otras canciones.