Milei en su peor semana

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Hay un diagnóstico casi unánime entre los analistas: el presidente Javier Milei atravesó la peor semana desde que asumió. Hay múltiples razones y cifras para argumentar esta opinión. Pero lo más importante, políticamente, es discernir las causas de las consecuencias.

Las consecuencias están en los títulos de todos los diarios y portales: el riesgo país arriba de los 900 puntos básicos, la sangría de dólares en el Banco Central no termina y el pescado sigue sin venderse con el préstamo del Fondo Monetario Internacional. Se desplomaron el 12% las acciones que cotizan en el exterior.

El presidente hizo un viaje insólito a Estados Unidos donde estuvo menos de un día. Pretendía sacarse una foto con Donald Trump y Luis Caputo, pero el jefe de los Estados Unidos se fue a dormir antes de saludarlo.

Dicen que hasta hubo gritos del canciller Gerardo Werthein.

Otro fracaso del gobierno. Mar-a- Lago, la residencia de Trump se transformó en un maremoto de pases de facturas y acusaciones.

Fue un viernes negro para los mercados del mundo y también para el de Argentina. El Merval cayó un 7,4 % en una jornada explosiva que comenzó con esos números tocando los dos dígitos.  Está claro que no todo lo malo de lo que pasó es responsabilidad del gobierno de Milei. Que el tsunami de aranceles fue decidido por Trump y que todavía no hay indicios claros de que el 10% que impuso para los productos argentinos se va a lograr bajar a cero en algunos rubros. Ojalá eso ocurra. Ver para creer. Los chicaneros de la oposición plantearon que Trump, al amigo Milei, le puso 10% de aranceles. Y a los enemigos comunistas entre comillas de Lula y Boric, el 15%. Todo da para la polémica y el oportunismo.

Tal vez lo que más angustia genera es que el extraordinario logro de evitar la híper y bajar la inflación no termina de acercarse al 1% mensual. ¿Se logrará?, se preguntan los ciudadanos ilusionados en que a Milei le vaya más que bien.

Este es apenas un vuelo de pájaro sobre la semana económica. No hay que olvidar lo bueno: la baja de la pobreza y el crecimiento económico, entre otros.

Pero en el desempeño político del gobierno aparecieron otra vez los viejos fantasmas de la impericia en la gestión, la improvisación y de una voluntad insólita de pelearse con medio mundo sin motivo claro. Hay una mirada conspirativa que ve enemigos por todos lados.

Son las causas y no las consecuencias de las turbulencias que afectaron a Milei.

Hablo de su orgullo por acelerar en las curvas y llenar de insultos a diputados, senadores y periodistas. Ratas, viejos meados, ensobrados, mandriles, son conceptos que hay que evitar en la vida democrática. Hay que apostar a la búsqueda de consensos y de unidad de objetivos entre los que piensan parecido. Esas descalificaciones deben extirparse del diccionario y si se quieren utilizar, deben ser solamente contra los golpistas y los corruptos, contra los enemigos del sistema y la República. Pero no contra alguien que solo es un disidente o piensa distinto en determinados temas.

Tal vez el máximo responsable de la derrota brutal en el Senado fue, una vez más y van… Santiago Caputo. Amado y elogiado por el presidente que lo trata y lo distingue como si fuera un genial estratega pero que, a la hora de la verdad, demuestra poca experiencia, errores no forzados y una agresividad que no ayuda a encontrar aliados. Fue Caputo junto a Ricardo Lorenzetti el que armó la insólita operación para llevar a Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia. Hubo rechazos furibundos de asociaciones de juristas, de dirigentes como Mauricio Macri o Elisa Carrió y hasta de la vice presidenta Victoria Villarruel. Hubo advertencia de periodistas y expertos en el tema de que Lijo, un claro emergente de la casta judicial, no era el hombre para devolverle credibilidad al máximo tribunal del país.

En lugar de recalcular, y pensar otra alternativa, el presidente Milei pisó el acelerador en la curva, dio argumentos incomprensibles para respaldar a Lijo y como era previsible, chocó contra el guard rail. Acelerar en las curvas se puede interpretar como el coraje para mantener y pelear por sus convicciones. Y eso está bien. Pero por momentos se transforma en tozudez, en caprichos que sugieren que prefieren ser derrotados antes de corregir los errores. Pero hay algo peor que meter la pata hasta el caracú. No hacerse cargo y culpar al resto del universo. Algunos culparon a Macri, otros a Cristina. Pero Caputo en un posteo de X fue brutal contra tres periodistas: Joaquín Morales Solá, Jorge Fernández Díaz y Alejandro Borensztein al que llamó “el boludo del hjjo de Tato”. Fue un tuit de Milei Emperador, una cuenta que se le atribuye y nunca lo desmintió a Santiago Caputo.

Joaquín, Fernández Díaz y Alejandro Borensztein son tres brillantes periodistas absolutamente impolutos, con los que se puede disentir o acordar pero que no tienen una sola mancha en su trayectoria. Si Caputo cree que el periodismo tuvo la culpa del rechazo de los pliegos de Lijo y Manuel García Mansilla comete un error sobre su error. Si no reconoce lo que pasó, es difícil que encuentre el remedio adecuado. De hecho están intentando que García Mansilla se quede en la Corte a la que entró por la ventana inconstitucional de un decretazo. García Mansilla se cavó la fosa cuando dijo que jamás ocuparía ese lugar con una designación por decreto y a los seis meses juró en la Corte por decreto. La credibilidad de su palabra quedó herida y teñida de ilegitimidad. Cada vez resuelva algo le recordarán el origen irregular de su ingreso. No en vano recibió el voto negativo de 51 senadores. Nocaut, García Mansilla debe renunciar. Lo dijo hasta Juan Carlos Maqueda, el ex integrante de la Corte.

Si el gobierno quiere transformar este retroceso en virtud, tiene la gran oportunidad de hacerlo. Sin revanchismo ni señalar a nadie. Debería enviar dos pliegos nuevos de la mejor profesora y el mejor profesor de Derecho Constitucional cuidando que sean de excelencia académica y sin pertenencia partidaria alguna. Eso va a lograr que ambos pliegos sean votados rápidamente, que el gobierno recupere la iniciativa y que la Corte reciba un aire fresco restaurador de la confianza en la justicia.

Para eso no hay que acelerar en las curvas. Hay que respetar las reglas y la Constitución. Frenar cuando el semáforo está en rojo o en amarillo y volver a pensar el tema. Reflexionar, consultar opiniones a dirigentes de otras fuerzas que quieran ayudar al gobierno y avanzar con racionalidad. Ese es el camino. Las puteadas de los funcionarios, la soberbia y el maltrato incluso a la vice presidenta ya agoto su ciclo y perdió efecto. Genera rechazo. El gobierno debe abrir una nueva etapa donde mantenga el rumbo, defienda sus convicciones y salga del aislamiento en el que se metió por sus propios medios. Hay mucho por recorrer. La altanería de decir que es el mejor gobierno de la historia, o que tal ministro es el mejor de todos los tiempos, tiene una falla de origen. El partido no terminó. Ni siquiera finalizó el primer tiempo.

No es gratis humillar públicamente a las personas. Después, inevitablemente viene el vuelto. Achicar y destruir en el estado a las mafias y a los ñoquis y la corrupción siempre será bienvenido por la población. Fue el mandato de las urnas. Pero atropellar las instituciones republicanos y moverse con prepo no le hace bien al gobierno.

Un funcionario dijo que “nosotros peleamos hasta el final y vamos a morir con las botas puestas”. La gran mayoría de la sociedad no exige eso. No quiere que mueran. Quieren que este gobierno viva y logre sus objetivos con respeto institucional, sin corrupción, sin insultos y con sentido común. No parece tan difícil.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre