Libertad de prensa mata corrupción

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Por fin sonó un tiro para el lado de la justicia. La libertad de prensa ganó una nueva batalla. Con su fallo, la Cámara Federal porteña, confirmó que el secreto periodístico sobre las fuentes de información es el ADN de nuestro trabajo. La búsqueda de la verdad es el motor que mueve a los medios de comunicación. Y para que eso pueda realizarse, los cronistas no estamos obligados a revelar quienes son nuestras fuentes. Eso está en la Constitución Nacional y es ley en Argentina y en todos los países democráticos del mundo.  Es uno de los pilares del estado de derecho. No se trata de un privilegio de nuestro oficio. No es un derecho que tenemos los periodistas. Es un derecho de todos los ciudadanos a tener la información más rigurosa y certera posible para que puedan tomar sus decisiones.

Esta causa además, era un verdadero despropósito donde los delincuentes acusaron al periodista honrado y valiente que reveló el sistema de corrupción más grande de la historia democrática argentina conocida como “los cuadernos de las coimas K”. Dos procesados en ese expediente, Néstor Otero y Gerardo Ferreyra, fueron contra el colega Diego Cabot. Un verdadero despropósito de gente que no tiene ética ni vergüenza. Están involucrados en varias causas. Son dos empresarios enriquecidos durante el kirchnerismo que quisieron poner contra las cuerdas y cuestionar al periodista que investigó y reveló lo que ocurrió. ¿Cómo lo hostigaron? Pedían que dijera como consiguió los cuadernos escritos por Centeno. Querían que se revisara el teléfono celular de Cabot. O que se tomaran las huellas digitales de los cuadernos. O las cámaras de video de su barrio. Una locura que ni el juez Julián Ercolini en primera instancia ni la Cámara aceptaron. ¿Se entiende? Los que violaron la ley le pedían a la justicia que violara la ley obligando a que un periodista quebrara el secreto de las fuentes.

Esto fue definitivamente archivado como corresponde. Pero sirvió para dos cosas. Primero para ratificar la vigencia de la libertad de prensa sin censuras ni extorsiones y segundo, para recordar la causa que ahora, parece estar frenada.

No hay antecedentes en la historia democrática donde una asociación ilícita liderada primero por Néstor y luego por Cristina haya saqueado al estado con tanta impunidad para enriquecerse en forma ilegal y colosal.

La letra peritada del chofer Oscar Centeno escribió prolijamente y minuto a minuto, la crónica del robo del siglo en la Argentina. Son cuadernos sin Gloria. Son los cuadernos que deberían hacerles confesar y pedir perdón a los kirchneristas que pagaron y cobraron coimas monumentales con dinero que le robaron al pueblo pobre de la patria.

La causa de los cuadernos de la corrupción de Cristina actualmente está absolutamente probada por las confesiones ante los expedientes de 31 imputados colaboradores con testimonios y pruebas documentales que fueron ratificados por la Cámara Federal que confirmó su validez jurídica.

El fiscal Carlos Stornelli, hizo un trabajo riguroso de 678 páginas, está repleto de medidas probatorias. Son 525 entre “oficios a organismos, informes de inteligencia, declaraciones testimoniales, pericias sobre computadoras o  memorias telefónicas, allanamientos y lista de vuelos oficiales”, entre otras.

Gente de la máxima confianza y cercanía de Cristina, Néstor y Máximo, como su contador Víctor Manzanares y 30 arrepentidos más dieron testimonios de todos los mecanismos del robo y de las coimas y del gigantesco enriquecimiento ilícito de la familia Kirchner, del cártel de los Pingüinos y de muchos empresarios cómplices. Todas estas denuncias fundamentadas fueron certificadas por la prueba recolectada. Cada palabra de esos cuadernos que hoy están en manos de la justicia fue corroborada por la realidad. No hubo inventos ni fantasías. Todas son dolorosas verdades.

¿Qué más hace falta para que nadie dude de que Cristina no es inocente ni decente? Ella dio las órenes al cártel fue  liderado por tres organizadores: Julio de Vido, el gerente general, Roberto Baratta y Josesito López. A cargo del engranaje financiero, estuvo Ernesto Clarens y Carlos Wagner, fue el coordinador de todos los empresarios que participaron de la estafa. Le recuerdo que muchos de estos empresarios dicen que fueron obligados, extorsionados pero en muchos casos, ellos estaban felices de participar en esa cartelización nefasta. ¿Sabe por qué?  Porque no estaban obligados a competir, ponían el precio que más le gustaba y le cargaban sobreprecios de hasta el 50% o más en algunos casos y de allí, salían las coimas, el retorno, o como usted las quiera llamar. ¿Se entiende? Los empresarios no pagaban las coimas de sus ganancias. De ninguna manera. La sacaban de los sobreprecios. Por lo tanto todos los argentinos pagamos esos malditas retornos.

 Ya no hay nada que investigar. Está todo clarísimo. La justicia considera que está absolutamente probado que Cristina ahora y Néstor antes fueron los jefes de la asociación ilícita destinada a cobrar coimas durante años y por millones de dólares.

Esto es solo la punta del iceberg. La estafa de los pingüinos buitres tiene dimensiones monumentales. Y en muchos casos, está probado que ese dinero sucio e ilegal iba a tres lugares básicamente: a la quinta de Olivos, al departamento de Juncal y Uruguay y a la casa de María Ostoic, la madre de Néstor. Se sintieron tan impunes que dejaron los dedos pegados por todos lados.

Está claro que cuando Néstor se murió, Cristina, asumió la conducción política de su espacio pero también la gerencia administrativa de coimas, lavado y mega corrupción de estado.

Todos los caminos de la corrupción conducen a Cristina. Las pruebas que hay en todos los expedientes son demoledoras. Es la justicia, la encargada de hacer justicia. Los periodistas hacemos nuestro trabajo y defendemos el secreto de las fuentes para aportar a la búsqueda de la verdad. Por eso la libertad de prensa es el principal insumo de la democracia. Y por eso jamás hay que bajar la guardia.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre