Las fuerzas del cielo son kirchneristas

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El 5 de octubre de 2006, hace 18 años, el presidente Néstor Kirchner calificó a Jorge Bergoglio como “el diablo con I sotanas”. Ya había acusado al entonces arzobispo de Buenos Aires de ser “el jefe de la oposición”.

El kirchnerismo le hizo todo tipo de críticas y operaciones de inteligencia sucias al actual Papa Francisco. Lo odiaban y lo combatían. De hecho cuando se anunció que sería designado Papa, los jóvenes de La Cámpora, en acto, lo silbaron y Cristina, cargada de ira, en un comunicado hablo de “un primer Papa latinoamericano” y no del argentino que más alto había llegado el mundo. Fue necesaria la intervención de Lula para que Cristina y su gente reflexionaran que le convenía tener una buena relación con Francisco. Cristina pegó un volantazo y eso le dio muy buenos resultados.

El Papa pidió que cuidaran a Cristina pese a las montañas de dinero que robó, y al plan sistemático de corrupción por la cual hoy está condenada a 6 años de prisión y a inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.

Francisco la distinguió al recibirla públicamente en 4 ocasiones y enviarle 3 saludos afectuosos. Está claro que al Papa no le importó mandarle bendiciones o recibir con alegría a dirigentes condenados por la justicia como Milaaro Sala o Amado Boudou o a extorsionadores como Pablo Moyano y autoritarias como Hebe de Bonafini.

El Papa no se molestó ni cuando le llevaron una camiseta de La Cámpora para agitarla en su presencia o cuando Cristina le infiltró en la foto a Martin Insaurralde, su candidato a diputado 1er 2017, a dos semanas de las elecciones
Martín Insaurralde ya tenía fama de no ser muy transparente y la confirmó en estos tiempos de Yate bandido y lujoso tripulado con un bandido en compañía una vedette que solo consume productos de alta gama.

El presidente Javier Milei también fue muy duro con Francisco y utilizó una metáfora igualmente diabólica a la que usó Kirchner. Le dijo que era el representante del maligno en la tierra.

Milei también recalculó esa relación y tuvo un acercamiento que en los últimos días se cayó a pedazos. Bergoglio jugó fuerte contra el actual gobierno y el colega Ricardo Roa en Clarín aseguró que actúa como “jefe del peronismo”.

La iglesia argentina inició una serie de acciones en complicidad con el Papa que confirman que esas fuerzas del cielo son kirchneristas. Hubo misas en las que los militantes cantaron: “La patria no se vende”
, acompañados de algunos curas.
Parecieron unidades básicas. Y nadie de los que celebraron las misas tuvo ni la mínima intención de frenar ese acto.

Como buen cuadro político formado en la derecha peronista de Guardia de Hierro, el Papa aprovechó para designar en lugares importantes de la jerarquía a sacerdotes de su misma ideología. La mayoría se formaron en el grupo de “curas villeros” quienes romantizan cada vez que pueden a “los sacerdotes del tercer mundo y de la Teología de la Liberación” que engrosaron en muchos casos las filas de la guerrilla montonera.

También hay que decir que hubo curas bendiciendo las armas de ambos lados. Del terrorismo foquista peronista de Firmenich y su banda y de las Fuerzas Armadas que torturaron, asesinaron y desaparecieron detenidos durante la dictadura. Para ser justos con la verdad histórica, también hay que decir que los organismos defensores de los derechos humanos también contaron con sacerdotes de una ética maravillosa como Jaime de Nevares, Miguel Hesayne y Jorge Novak, entre otros. Pero esas misas militantes no fueron las únicas acciones que generaron repudio en gran parte de los fieles católicos. La foto del Papa con los sindicalistas y la bandera de Aerolíneas Argentina fue de alto impacto.

Más allá de su pensamiento político, el Papa debería saber que esa empresa recibió subsidios por diez mil millones de
dólares, fortuna que se podría haber dedicado a asistir a los más pobres. Lo mismo pasó con el prolongado encuentro que tuvo con Axel Kicillof. Un papá sonriente aparece respaldando a quien hoy es el principal referente de Cristina para enfrentar electoralmente a Milei. Y en la reunión del G-7, con picardia, Milei se abalanzó para abrazar al Papa quien no pudo ocultar su malestar.

Como si esto fuera poco, mañana en la provincia de Kicillof, en la Matanza, el distrito de Fernando Espinoza, monseñor Oscar Ojea, el jefe máximo de la Iglesia argentina realizará otra misa con un mensaje crítico al gobierno. Ojea, igual que Bergoglio, tiene una estrecha relación con muchísimos dirigentes del peronismo y del cristinismo.

El enviado del Papa en la tierra argentina es Juan Grabois. Es su hijo putativo y lo celebra con todo tipo de privilegios. El piquetero duerme en Santa Marta cuando viaja al Vaticano. Grabois hoy está en la mira de la justicia investigado por hechos de corrupción en el manejo de los fondos para la asistencia a los que más necesitan. Grabois es una pieza clave de este engranaje y de estas fuerzas del cielo que hoy apuestan, una vez más, por el autoritarismo corrupto y chavista del kirchnerismo. Grabois llegó a decir que en el gobierno hay demasiada droga y que están para ser internados en el Borda. Pero, tal vez el más salvaje y descarado militante de la iglesia K es el padre Guillermo Olveira. Dijo que no le iba a dar de comer a los que hayan votado a Milei y su compromiso con la izquierda jurásica es tan evidente que llamo a quemar un afiche de Daniel Scioli con todo el valor simbólico de purificación que tiene el fuego.

Me parece apropiado cerrar esta columna de opinión con una carta de un lector que hoy publica el diario “La Nación”. La firma Roberto Arostegui y dice: “Soy católico, trabajé en Aerolíneas Argentinas hasta que esos sindicalistas que rodearon al Papa” persiguieron a decenas de empleados” y me despidieron sin causa “por no comulgar con los gobiernos K. Verlo al Papa en esa foto vergonzosa o escuchar al obispo Carrara me llevarían a alejarme de la iglesia. Y asegura que no será así, que seguirá yendo todos los domingos a encontrarse con la palabra del Evangelio” pese a que siente vergüenza por una iglesia politizada que agrede la investidura presidencial”.

Rezan que la patria no se vende pero en realidad, ya la vendieron ellos. Cristina entregó soberanía argentina a China para que montaran una base de 200 hectáreas en Neuquén. Kicillof es el culpable de que tengamos que pagar 16 mil millones de dólares por que el gobernador de Buenos Aires jugó a hacerse el revolucionario de café. Dejaron un país al borde de la hiperinflación, con el banco Central quebrado, lleno de negocios sucios y con millones de pobres e indigentes.

Incendiaron el país en el altar del populismo chavista y jurásico. Y la Iglesia nunca puso el grito en el cielo po esto. Por el contrario, estas fuerzas del cielo son kirchneristas.

Editorial de Alfredo Leuco en El diario de Leuco por LN+