La traición del feminismo K

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Hace mucho tiempo que no escuchaba una agresión verbal tan violenta como la que Juan Grabois descargó sobre nuestra colega Cristina Pérez. Fue brutal. En su ametralladora de insultos le dijo basura, sinvergüenza, racista, mentirosa, planera y delincuente. Todo eso en menos de dos minutos.

La periodista siempre fue respetuosa en sus preguntas y reflexiones. Solo atinó a hacerle una crítica política. Planteó que Grabois se colgaba de la sotana del Papa, de la pollera de Cristina y de la bermuda de Máximo.

Además de expresar toda nuestra solidaridad con la víctima de esa salvajada, confieso que me gustaría escuchar un comunicado de repudio del colectivo feminista K de actrices o periodistas. Reconozco que no tengo demasiadas esperanzas de que eso ocurra. El kirchnerismo profanó todo lo que tocó. Los derechos humanos, por ejemplo. Ya lo dijimos varias veces. Le puso la camiseta partidaria a casi todos los organismos y los utilizó como escudo para cometer delitos y sobre todo, para atacar a sus enemigos y proteger a sus amigos. Modernizaron la vieja consigna de Perón: “A los amigos, todo y al enemigo, ni justicia”.

Al feminismo, el kirchnerismo lo malversó de la misma manera. En lugar de denunciar todos los ataques sin que importe quien sea la víctima o el victimario, se dedicaron a defender a la víctima solamente si era de su misma religión política. Y repudiaron exclusivamente a los victimarios que no eran kirchneristas. Degradaron el contenido sagrado del buen feminismo. De la defensa de todas las mujeres frente a todos los ataques. Hay cientos de ejemplos. Solo le doy algunos.

¿Se acuerda cuando el mafioso de Hugo Moyano le dijo cucaracha a la diputada Graciela Ocaña?

¿Se escuchó alguna crítica de las feministas con la camiseta de Cristina? ¿Hubo algún comunicado? Nada. Cero. Silencio absoluto para blindar al compañero camionero.

Pero hay otros casos más graves donde el kirchnerismo traicionó la esencia del feminismo. Los del ex gobernador de Tucumán, José Alperovich y el de Milagro Sala, por ejemplo.

Alperovich fue dos veces gobernador, senador nacional y la justicia provincial, en gran parte, responde a sus intereses. Es claramente la persona más poderosa de la Argentina acusada por una violación. Agravado porque se trata de su sobrina.

En cualquier lugar del mundo sería el emblema, la pancarta de la lucha contra la violencia contra la mujer. La justicia está avanzando en su condena. Pero sus compañeras del justicialismo cristinista no han dicho una palabra. Se cosieron la boca. Omertá, como se dice en la mafia. Complicidad absoluta. De Sorora, ni hablemos.

El caso de Milagro Sala, directamente te subleva. Te hace hervir la sangre. Porque el rostro de la delincuente jujeña con detención domiciliaria aparece reivindicado en las marchas con carteles como si fuera un símbolo.

Mienten descaradamente e intentan convertirla en una heroína que lucha por los derechos de las mujeres. Y en este caso, es todo lo contrario. En todos los expedientes judiciales están las denuncias de como Milagro Sala ejercía la violencia más cruel sobre todo con las mujeres. No son rumores ni opiniones. Están en los documentos legales producto de testimonios de las víctimas. Mientras Milagro tuvo casi la suma del poder público en Jujuy y le decían “la gobernadora”, su patota y ella misma en persona pegó cachetazos y hasta latigazos, sobre todo a las mujeres. Si lo hizo con la señora apodada Shakira que fue su mano derecha durante más de 20 años, se imaginan lo que hizo con quienes en el llano, se atrevían a contradecirla.

Es horroroso lo que Shakira cuenta. Le tiraban una frazada encima, la agarraban a patadas y Milagro se “cagaba de risa”. Textual.

Hay muchos más ejemplos de lo que le digo. Militantes de La Cámpora, ex funcionarios y hasta profesores universitarios que trabajaron en 678, pero el caso de Milagro Sala sintetiza lo peor de una metodología que vacía de contenido los grandes valores del feminismo y los carga de resentimiento ideológico y oportunismo. Tal vez por eso las convocatorias de ese sector son cada vez menos masivas. Por eso en algunas instancias ya se fracturaron en su organización. Porque es intolerable que se profane algo tan universal con bajezas de la política partidaria.

Milagro Sala tuvo como abogados defensores a la ex ministra de la mujer Elizabeth Gómez Alcorta y a Juan Grabois. El mismo que ayer fue capaz de insultar de arriba abajo a una destacada mujer periodista. El silencio de las falsas feministas aturde. Sus banderas están sucias de mentiras. La traición no tiene límites.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre