Este sábado hubiera cumplido 95 años una de las artistas argentinas más talentosas y éticas. María Elena Walsh nos hizo más felices y más inteligentes con todas sus creaciones. Le debemos mucho y no podemos olvidarla.
Hoy le quiero hablar de la magia de María Elena Walsh que a los 17 años publicó su primer libro de poemas llamado: “Otoño imperdonable” que pagó con sus ahorros. Parió su primer libro y vió morir a Enrique, su padre tan amado que se ganaba la vida con dignidad en el ferrocarril. La familia disfrutaba cantando canciones irlandesas en el piano y en una vieja mandolina.
Fue en 1947, un año que María Elena no olvidó jamás. Un diario llamado “Ética”, cuyo nombre fue una premonición en una vida llena de premoniciones, le publicó algunos poemas. Pero la muerte de su padre los arrastró en su caída y pasaron de ser una familia sencilla de clase media de Ramos Mejía con una casa con patio y gallinero, con higuera y limonero, a ser una familia más pobre donde trabajar fue una obligación que antes no tenían.
Hablar de María Elena es la gran posibilidad de respirar aire puro. Y salir aunque sea por un rato de tanta información tóxica de actualidad.
Su espíritu, sus ojos azules, su combate contra todo tipo de solemnidades y almidones, su lucha a favor de todas las libertades como buena defensora de los derechos de la mujer de la primera hora.
Nada de los humano le era ajeno a María Elena. Por eso apeló a todos sus instrumentos: la poesía, la canción, las columnas de opinión, los cuentos, el teatro, la sátira, la literatura infantil, sus denuncias a los autoritarismos, el music hall. El gran amor de su vida, Sara Facio, aportó materiales desconocidos y reveladores.
Dicen que cuando María Elena murió, se elevó al cielo como una bandera de libertad. Por eso, si me permiten, me gustaría decirles que yo no creo demasiado en su muerte. Ni en la de María Elena ni en la muerte de la libertad. La historia demuestra que son llamas que arden para que la vida sea vida. Y que no se apagan jamás. Yo le creo más a ella cuando dice que tantas veces la mataron, que tantas veces se murió y sin embargo está aquí resucitando. En eso creo. En que ella volverá y será millones de benditas mujeres de esta tierra que nos seguirán ayudando a ser felices y a pensar. No tengo dudas de que María Elena sigue estando al lado nuestro cada vez que la necesitamos para que navegue por nuestra conciencia y nos ayude a ver lo mejor y lo peor de nosotros. Ese fue, es y será siempre el gigantesco aporte inagotable de María Elena.
A su talento para bordar letras y melodías o para darle a las palabras alas y colores como decía José Martí, le agregó esa capacidad para decir las cosas de frente, sin pelos en la lengua, con la polémica y el coraje en el bolsillo.
Por eso revolucionó el lenguaje. Porque fue la primera en no tratar a los chicos como si fueran tontos. Fue la primera en sacarle ese protocolo severo a las canciones, en hablar jugando, en cantar divertido, en crecer con sonrisas. Por eso Manuelita con su nueva estética y su vieja ética quedó grabada a fuego en el corazón de las multitudes. Un día nefasto de enero del 2011, María Elena se marchó, igual que Manuelita.
Había tenido dos viajes que la refundaron. Fue a Estados Unidos invitada por Juan Ramón Jiménez aquél de la literatura inolvidable de “Platero y yo”. Y a Europa de la mano de Leda Valladares para huir de un peronismo que le sonaba autoritario y para armar un dúo inolvidable de vidalas, de bagualas y de vinchas. En París se enriqueció “lícitamente”. Su sensibilidad y su espíritu se multiplicaron interactuando con George Brassens, Jaques Brel, Charles Aznavour, Yves Montand, Pablo Neruda y la mismísima Violeta Parra. Fue su propia serenata para la tierra de uno, una de las canciones más hermosas que se han escrito sobre estas tierras y sobre estas pasiones inmigrantes y criollas que en ella se mezclan. ¿Se acuerda? ¿Me permite?
“Porque me duele si me quedo/Pero me muero si me voy/Por todo y a pesar de todo, mi amor/ Yo quiero vivir en vos.
¿Me deja seguir?
“Por tu decencia de Vidala/ Y por tu escándalo de sol/Por tu verano de jazmines, mi amor/ Yo quiero vivir en vos…
¿Qué maravilla, no? Por el idioma de infancia, por tus antiguas rebeldías.
Casi nadie modeló la ternura y la ironía para hacerla belleza como ella. Siente lo que pasa, presiente lo que pasará. Mucho antes de que los dictadores argentinos inventaran la desaparición forzada de personas escribió: “Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui/Sola y llorando/Cantando al sol como la cigarra/ después de un año bajo la tierra/ igual que sobreviviente que viene de la guerra.
Descubrió el ADN de nuestro país cuando habló del Reino del revés. Nadie baila con los pies. Un ladrón es vigilante y otro es juez. Esa editorial cantada por todos la escribió hace más de 65 años y parece que fuera hoy.
Si hasta los trabajadores del INDEC, aprovecharon su melodía en su momento para quejarse cuando Guillermo Moreno los intervino porque dos más dos empezaron a ser tres.
María Elena es la que se burló de los ejecutivos que tienen la sartén por el mango y el mango también. La que le cantó una canción de cuna hiriente y mordaz a los gobernantes que yo recuerdo en mi universidad de Córdoba, a coro con el cuarteto Zupay, rodeado de utopías y banderas.
La María Elena capaz de juntar en una sola memoria a Osías el osito en mameluco e invitarnos a tomar el té. Todo chico y grande también, sabe que la tetera es de porcelana, pero no se ve.
Yo no sé porque.
Un día sacudió a la temible y blindada dictadura militar desde Clarín con un texto que pasó a la historia. ”Desventuras en el país jardín de infantes”, se llamaba. Y fue un golpe cultural demoledor al golpe militar. Y vino la democracia y vino Alfonsín que le ofreció un lugar en la política y otro en la tele junto a María Herminia Avellaneda. Y vino el peor de los dramas de 6 letras pero innombrable. Y ella le puso el cuerpo y las agallas para agarrar al cáncer a cachetadas y a los gritos. Lo maltrató, lo expulsó de su cuerpo, lo mantuvo a raya fuera de sus límites. Vade retro satanás. Y se puso de pié nuevamente, como La Cigarra. Y todos los argentinos dimos gracias a la desgracia y a la mano con puñal porque la mató tan mal y siguió cantando.
María Elena nos hizo mejores a todos. Nos hizo más felices y pensantes. Nos hizo más chicos y más grandes. Nos hizo más alegres y llorones. María Elena de la palabra, María Elena de la conciencia, María Elena de la decencia. Una vida militando en la imaginación no es poco. Una vida militando en la libertad lo dice todo. María Elena, nos hizo más y mejores argentinos, si eso es posible. Por eso está en el cielo cultural de la argentinidad: con Borges, Piazzola, Gardel y Atahualpa Yupanqui.
Hace 95 años nació la magia de María Elena Walsh. Hay que recoger su nombre y llevarlo a la victoria. Para que sus letras y sus músicas se repartan como pan caliente por las calles. Y tal vez así, algún día dejemos de ser un país jardín de infantes lleno de corruptos y golpistas.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre