La implosión del “clan Moyano”

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La implosión del clan Moyano es una de las noticias más importantes de estas horas. La grieta entre el hijo mayor, Pablo y su padre, Hugo Moyano, nunca fue tan profunda y tan pública. Hace tiempo que esa relación venía crujiendo en ese peligroso modelo sindical mafioso y extorsionador. El detonante fue la renuncia de Pablo como integrante del triunvirato que conduce la Confederación General del Trabajo. Había propuesto multiplicar la intensidad y la cantidad de medidas de fuerza contra Javier Milei y terminar con un paro general que hiciera tambalear al gobierno. Pero Pablo Moyano no se caracteriza por ser un fino estratega. Hace 5 meses había declarado que “el gobierno no pega una, va de derrota en derrota”. Y antes, había dicho que “Milei es el hazmerreír del mundo”.

Sus cálculos fallaron y sus compañeros de la CGT le dijeron no a su idea explosiva. Pero esto no fue todo. Su propio padre, el caudillo del sindicato de Camioneros, lo desautorizó en un minuto. Lo vació de poder porque llamó a Gerardo Martínez de la Uocra y a Héctor Daer de Sanidad y respaldó el criterio dialoguista y moderado del resto de los dirigentes que ningunearon a Pablo.

El propio Gerardo Martínez, uno de los “gordos”, como se conoce a los sindicatos más poderosos lo descalificó en una entrevista con el diario Clarín.

Gerardo fue durísimo como pocas veces. Dijo que Pablo Moyano “es un outsider, solo portador de apellido, un líbero, fácilmente usable por el kirchnerismo”.  Y como si esto fuera poco, aseguró que el problema de Pablo, según le confesó Hugo, es que “no firma, ni administra ni gerencia el sindicato ni la obra social. Es decir que nunca tuvo responsabilidad de gestión”.

Otra cosa que les molesta profundamente además de su actitud agresiva y beligerante es que Pablo se maneja siempre más cerca del chavista Rodolfo Aguiar, de ATE que no integra la CGT y que pertenece al círculo íntimo del cristinismo más fanático.

 Lo toman como una falta de respeto hacia Andrés Rodríguez que representa al 75% de los empleados públicos y que está históricamente enfrentado con Aguiar.

Hugo cumplirá 81 años en enero próximo. Tuvo que superar algunas enfermedades pero nunca quiso que Pablo fuera su heredero. Lo considera extremadamente violento, inmanejable e irresponsable. Por algo su apodo es “El Salvaje”. Y eso que Hugo Moyano no es precisamente una carmelita descalza.

Pablo tiene 39 años y es hijo de la primera esposa de Hugo. Y aquí también esta uno de los motivos de tanto enfrentamiento entre padre e hijo. No es solo una cuestión de temperamento. No es solamente una cuestión afectiva, es efectiva. Estamos hablando de plata y de poder. En su momento, Pablo abandonó la titularidad de la empresa aseguradora. También la de la asociación que nuclea a los transportistas propietarios y lo más importante, dejó la obra social que es controlada por una empresa llamada Iarai. Y todo parece indicar que en este lugar está el centro del conflicto. La obra social tiene serias dificultades económicas. La diputada Graciela Ocaña asegura que está fundida o casi. Pero la empresa que la gerencia tiene ganancias millonarias. Esa empresa es dirigida por los hijos de Liliana Zulet, la actual esposa de Hugo Moyano que, insisto, no es la madre de Pablo.

Dicen que hay cuestiones muy extrañas. Manejos sospechosos. Negociados groseros. Nadie descarta vaciamiento y corrupción aunque Hugo mire para otro lado.

En la CGT y en su familia no se bancan que Pablo, alguien bastante limitado en su formación, se haya acercado tanto a Máximo Kirchner, Juan Grabois y otros integrantes del ala más radicalizada del kirchnerismo.

Pablo, fanático de las miradas conspirativas llegó a decir que “cree que la CGT y Juntos por el Cambio” hicieron un pacto para meterlo preso. Acusa a Héctor Daer y a Carlos Acuña de no haber sido lo suficientemente críticos con el gobierno de Mauricio Macri. No lo dice públicamente, pero también se refiere a su padre Hugo que hasta llegó a inaugurar un monumento a Perón con el ex presidente.

Pablo es el patrón del mal. Nadie lo puede parar. Ni sus propios compañeros de la CGT, que le tienen pánico. Ni su padre que apenas murmura: “Ya saben cómo es Pablo”.

Los Moyano tal vez sean en sí mismo una síntesis de lo peor de la Argentina. Lo dicen las encuestas. Lenguaje cargado de pólvora y amenazas. Su metodología es la patota y la extorsión de los bloqueos que han fundido cientos de Pymes.

 No pueden explicar su fortuna.

Nunca hicieron una licitación. Hugo Moyano se daba el lujo de decir a cara descubierta que no querían perder tiempo si la empresa de su esposa siempre era la más barata.

Los Moyano fueron a Independiente y lo quebraron económica, futbolística y culturalmente. Fueron cómplices de las barras bravas en negociados corruptos que todavía tienen que explicar ante la justicia.

No quiero generalizar porque el que generaliza discrimina y porque conozco gremialistas honestos, pero hay una mayoría de jerarcas que son millonarios y que hace más de 30 años que están atornillados a sus cargos. Se perpetúan. Tienen reelección eterna. Viven como magnates con fortunas que no pueden explicar. Se resisten a presentar declaraciones juradas pese a que son muy sospechosos los manejos que hacen del dinero de las obras sociales que son fondos públicos.

Es un sindicalismo que funciona como dique de contención del progreso argentino. Los representantes de los trabajadores deben defender los intereses de los empleados. Ese es su rol en la sociedad y en la democracia. Pero estos extorsionadores defienden sus intereses y privilegios personales. No hay en ningún país del mundo dirigentes como estos que se apropian para siempre de los gremios. Son autoritarios, patoteros y viven como reyes.

Argentina tiene muchos problemas que resolver. Uno de los más importantes es hacer más flexible la contratación de trabajadores y evitar las reelecciones eternas, los abusos sindicales y la industria del juicio que producen los Moyano y compañía. Son necesarias nueva leyes y reformas que nos hagan tener un sistema más parecido al resto del mundo que funciona. Son mafia, la etapa superior de la casta.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre