La donación pediátrica de órganos

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Hoy es el Día Nacional de la Donación de Órganos que es como sembrar mil esperanzas todos los días. Es el día de la máxima solidaridad posible. Se avanzó mucho en este tema pero todavía falta mucho por avanzar. Las personas mayores de 18 años son donantes de órganos gracias a la Ley Justina, pero hay 204 menores en todo el país que esperan un trasplante y no todos pueden recibirlo de un mayor. Casi siempre, solo un menor puede donarle a un menor. Pero siempre es un adulto el que decide. La Sociedad Argentina de Trasplantes, el Consejo Publicitario Argentino y la Casa Justina, pensaron una idea que llamaron “Testamento infantil”. El objetivo es que las chicas y los chicos puedan hablar de su voluntad de donar y para que el tema de la donación pediátrica de órganos se hable en las casas, en las escuelas y en toda la sociedad. Este cronista resolvió sumarse a esa idea profundamente humanitaria.

¿Sabe porque se eligió esta fecha?

En 1997 nació Dante y María, su madre, se convirtió en la primera mujer  trasplantada que dio a luz en un hospital público. Ella sufrió una hepatitis inmune terrible durante diez años hasta que le hicieron un trasplante hepático. ¿Se imaginan lo que fue aquel embarazo?  Hoy, el pibe es un gigante que se abraza a su vieja y ambos tienen la sonrisa más contagiosa del mundo.

 Un solo donante, escuche bien por favor, un solo donante puede salvar la vida de 10 personas. Es la generosidad solidaria que se multiplica. Es hacer el bien sin mirar a quien. Es una forma de procreación al alcance del ser humano…. por ser humano. ¿A cuántos hermanos podemos salvar? ¿Cuántos compatriotas pueden recibir semejante bendición? ¿Se lo preguntó alguna vez? ¿Hay otra forma superior de la entrega y el servicio hacia los demás? Es ser solidario con nuestro propio cuerpo aún después de muerto. Dar hasta que duela como pedía la Madre Teresa. Es como arrebatarle un poco de vida a la muerte, como ganarle algunas batallas. “Dar vida en vida”, se llamó el concurso  de cuentos que se hizo en su momento.

Le recuerdo el caso de dos personas muy conocidas y queridas. Primero, por lo inédito, el de nuestro querido compañero de radio Mitre, Jorge Lanata.

Fue maravilloso su trasplante de riñón. Estaba feliz con la esperanza de futuro que le metieron en el cuerpo y en el alma. Su caso fue emblemático. Por primera vez en América Latina se hizo ese trasplante renal cruzado. Eso multiplicó geométricamente el universo de donantes. Los grandes protagonistas, además de Jorge fueron Sara, su esposa de entonces que donó su riñón para que se lo implantaran a Ignacio y Nora que ofreció el suyo para Lanata.

Muy sabia, la justicia, autorizó esta situación que no estaba legislada en la Argentina pero que, después, cuando se aprobó la ley Justina, se autorizó en su artículo 23. Este tipo de trasplante ya es ley hace tiempo en Estados Unidos, Canadá, Holanda, España y entre otros países. Fue una especie de milagro democrático y cívico que la votaran en forma unánime todos los bloques de diputados y senadores. ¿Quién podía oponerse a que los 4.600.000 personas que padecen algún tipo de insuficiencia renal tuvieran un futuro mucho mejor?

Y lo de Sandra Mihanovich, por supuesto. Fue directamente de una magia emotiva incomparable. Yo ya la admiraba por su talento y, para que negarlo, por ser una hincha de Boca de ley. Pero demostró un coraje impresionante en ese acto de amor total de donarle un riñón a su ahijada. Y Sandra se animó. Y la tuvo que pelear incluso en la justicia porque está prohibida la donación entre personas vivas que no sean familiares directos. Por eso la autorización la tuvo que dar un juez. Y el milagro se hizo, una vez más. Muchas veces la gente tira para atrás por desconfianza. La comprendo pero no la justifico. Hemos sufrido tantos engaños y desilusiones desde las instituciones que todo nos despierta sospecha. Pero en el caso de la donación de órganos hay que confiar. Nunca, jamás, se comprobó un solo caso en el que haya ocurrido algo poco claro o reñido con la ética. Hay tanta leyenda urbana producto de la ignorancia que vale la pena repetirlo una y mil veces. No se registran hechos de corrupción ni de malversación y mucho menos de tráfico vinculado al trasplante de órganos. Esas historias inventadas nos hacen mucho mal como sociedad. A todos, porque todos podemos ser donantes y todos podemos necesitar que nos donen un órgano. Uno nunca sabe su destino. Nunca sabe de qué lado del trasplante puede estar. Es actuar en defensa propia. Le recuerdo que la evaluación de los doctores del INCUCAI es muy rigurosa para confirmar la muerte. La ley exige que dos médicos, un terapista y un neurólogo firmen el acta de defunción. Y se hacen dos exámenes separados por seis horas. Hacen falta más campañas de concientización hacia la sociedad y capacitación para los médicos.

En lo que va del año, ya se realizaron 1.300 trasplantes, pese al impacto del coronavirus, sobre todo en enero y febrero. Este año la campaña tiene como lema “Donar nos une” y es muy bienvenido frente a tantas cosas que hoy nos dividen a los argentinos.  

En este momento hay más de 7.340 personas en lista de espera. No son números de una planilla. Son hijos, padres, hermanos, novios, amantes, soñadores, tan argentinos como cualquiera de nosotros y esperan en la lista y desesperan en la angustia. La medicina avanza a pasos agigantados y los trasplantes son cada vez más frecuentes y exitosos en la Argentina pero en este bendito país los donantes no alcanzan. Hemos mejorado mucho pero todavía falta mucho, como le dije.

Orgullosamente le cuento que yo soy un donante hace 13 años. Los periodistas, los docentes, los religiosos, los políticos, los artistas, los deportistas y todos los que tenemos un micrófono, una tribuna o un púlpito desde donde difundir informaciones y pensamientos tenemos la responsabilidad social, la obligación moral de incitar a la esperanza, de fomentar la donación, de multiplicar la solidaridad de hacer una propaganda constante de los valores que nos hermanen más y nos hagan mejores personas y mejores argentinos. No hay otra. Un nuevo país solo tendrá mejores cimientos con mejores ciudadanos. Hubo campañas de todos los colores. Una que decía: escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo y donar un órgano. Hay que iluminar la vida de los donantes con la posibilidad de dar a luz sin ser padre o madre. Dar a luz a otro ser humano sin parir pero dando vida. Suena maravilloso. Es una epopeya que salva la vida de nuestros semejantes. ¿Hay algo superior a eso?

Todos tenemos que empujar para que sobren donantes en la Argentina.

Porque eso que late en la patria no es otra cosa que nuestro corazón multiplicado. Combatiendo a la muerte, honramos la vida. La gran Eladia nuestra que está en los cielos lo decía con toda luminosidad:

Eso de durar y transcurrir,

no nos dá derecho a presumir,

porque no es lo mismo vivir,

que honrar la vida.

Donar órganos. Dar vida aún después de muertos es honrar la vida.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre