La bandera de Ludmila

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¿Se imagina la alegría y la emoción de Rosana cuando Ludmila entra con la bandera de ceremonia? Todos los alumnos y los padres cantan Aurora al borde de las lágrimas y con el pecho inflado como tambor. Alta en el cielo, un águila guerrera /Audaz se eleva en vuelo triunfal/. Finalmente Ludmila cumplió su sueño y terminó el secundario. Sus compañeros están felices por ella. Por algo la eligieron la mejor compañera. Azul un ala, del color del cielo/ Azul un ala del color del mar.

Ludmila Leguizamón tiene apenas 18 años y su esfuerzo y su apuesta al mérito nos pueden servir de bandera para millones de argentinitos frente al misterio del pizarrón.

Rosana Alberca es su madre. Ella quedó viuda hace diez años y no paró de trabajar un minuto para que sus tres hijos pudieran crecer y educarse de la mejor manera. Ludmila hoy recibió su título de bachiller y los diplomas que la acreditan como la abanderada por sus mejores promedios y por ser la mejor compañera. “Es una genia”, dicen sus amigas del colegio. Ludmila demostró un conmovedor amor por la excelencia y por sus compañeros. Ella vive en un pueblito de apenas 200 habitantes al noroeste de la pampa bonaerense llamado Carlos Salas. Hoy disfruta de tomar mate con sus amigos en la plaza porque le gusta y porque tampoco hay mucho para hacer en ese cuadrado de cuatro manzanas por lado. Pero Ludmila es un símbolo de lo que se puede lograr con vocación y pasión por el progreso personal. Durante mucho tiempo tuvo que viajar 42 kilómetros, todos los días para poder ir a la escuela secundaria de Timote porque en Carlos Salas no había. Todos los días, con lluvia, heladas o vientos en esos caminos rurales en su mayoría de tierra. Viajó 21 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta en bici, moto, a veces a dedo y cuando juntaban unos pesitos entre abuelos, tíos y amigos podían compartir un remise con otras alumnas. Se puso el objetivo de tener el título a toda costa. Se rompió el lomo viajando y se quemó las pestañas estudiando. Y lo logró. Hoy recibió su diploma tan ansiado en medio de los abrazos profundos de su madre y sus hermanos, Mora y David.

Vivimos tiempos difíciles donde la incertidumbre sobre el futuro y el sacrificio que se exige desde el poder para superar tantos años de frustración a algunos les hace bajar los brazos o tirar la toalla. Hay muchas familias que terminaron agotadas, hartas de padecer al kichnerismo o al peor gobierno de la historia y ahora casi casi que no tienen fuerzas ni recursos económicos para recorrer el desierto que viene. Por eso la historia de vida de Ludmila, con apenas 18 años nos puede marcar el mejor de los caminos. No bajar los brazos nunca. No rendirse jamás.

Ludmila es de Boca y sueña con conocer la Bombonera. Muchas veces hacían y vendían tartas y empanadas para tener un peso más para viajar o para comprar los libros o apuntes. Me enteré de esta historia luminosa por el trabajo de Fabián Debesa del diario Clarín y me pareció que multiplicarla en esta columna era una buena idea. Es lo que digo muchas veces: seguro que todos los días hay una buena noticia. Son epopeyas de ciudadanos comunes que nos empujan a imitarlos. A tirar para adelante. A sacar lo mejor de nosotros. Vivimos muchos años de autoritarismo y corrupción kirchnerista y en muchos casos se desalentó la superación individual y se igualó para abajo. Cuando se igualan las oportunidades para arriba, eso se llama progresismo. Cuando se igualan las imposibilidades para abajo, eso se llama decadencia. Y por esas grietas se meten los peores disvalores: la vagancia, la dependencia del estado, la falta de iniciativa y hasta el alcohol y la droga.

Cuantas veces Ludmila tuvo que viajar bajo la lluvia o meterse en el barro para llegar a la escuela. Cuantas veces tuvo que enfrentar tormentas pero nunca cedió a la tentación facilista de abandonar y tirarse a chanta.

Carlos Salas fue fundado en 1908 como una estación de ferrocarril. En agosto del año pasado, Ludmila recién pudo dejar de viajar 42 kilómetros por día porque se habilitó una extensión de un colegio de Las Toscas en su pueblo.

Ludmila no se conforma con todo lo que logró. Quiere seguir progresando. Tiene otro sueño por cumplir: quiere ser maestra jardinera y ya se anotó para estudiar esa carrera tan noble.

Cuando ejerza como docente de esos chicos, tal vez cada vez que canten Aurora se acordará de un día como hoy en el que recibió su diploma y llevó la bandera con orgullo.

Alta en el cielo, un águila guerrera/ Audaz se eleva, en vuelo triunfal/ Azul un ala, del color del cielo/ Azul un ala, del color del mar…