Ya pasaron casi 40 días desde la muerte de Jorge Lanata y todavía no lo puedo creer. Es que siempre sobrevivió a todo. Al cigarrillo criminal, al riñón enemigo, a la amargura de la diabetes, a sus adicciones y sobre todo, al ataque de los que odian la libertad y aman las dictaduras. Nos había acostumbrado a salir de las terapias intensivas, de los trasplantes y de las diálisis.
Pero un día se fue. Seguramente está en el paraíso de una redacción o de un estudio de radio y televisión. Ahí navega como pez en el agua. Siempre fue un animal del periodismo. Lo ejerció con creatividad y con coraje en todos sus soportes y formatos. Dignificó este oficio maravilloso. Fue el mejor de su generación.
Extrañamos tanto a Jorge.
Los tiranos celebraron su muerte. El narco dictador Nicolás Maduro lo tuvo incomunicado y sometido a un agresivo interrogatorio durante 8 horas.
Uno de los ocho matones armados y uniformados que lo apuntaban con armas largas en el sótano del aeropuerto le dijo: “De arriba me avisan que te diga que esto no es una colonia”.
A esta altura, nuestro querido compañero de radio Mitre, se ha convertido en un símbolo de libertad. Lanata fue y es sinónimo de lucha contra los autoritarismos oscurantistas y censuradores como los de chavismo venezolano o los del kirchnerismo argentino que son bastante similares.
Cuando le dieron el Martin Fierro de Oro yo dije en estos micrófonos que Lanata también tenía las bolas de oro. Es que con su valentía investigó y desnudó al gobierno más corrupto de la historia democrática y les puso el primer límite firme a los integrantes de la dinastía Kirchner, los fundadores de una cleptocracia feudal.
Jamás voy a olvidar que los paraperiodistas del aparato propagandístico K llegaron a hacer barbaridades, hijoputeces que no tienen nombre. Como poner a Lanata al lado de Jorge Videla. Justo a él que fundó Página 12 y se convirtió en el diario que más investigó, denunció y condenó a los terroristas de estado. Justo a él que, en un hecho inédito en la historia, publicó todos los días reclamos por los desaparecidos firmados por sus familiares. Le hicieron de todo pero recuerdo lo de Videla como el ejemplo más grande del despropósito de la cadena oficial de la mentira. No fue el único destinatario de los venenos y agresiones kirchneristas. Hubo muchos periodistas y dirigentes políticos atacados. Pero él fue el que más recibió. Le dieron para que tenga. Y el gordo se defendió como pudo y como sabe. Redobló la apuesta. Los puteaba en cámara, los ridiculizaba y seguía firme diciendo todo lo que se le ocurriera con libertad y fomentando investigaciones para destapar las ollas de la corrupción y el engaño del ladriprogresismo.
Los peores, los más forros, los que más le dieron fueron algunos traidores que se formaron a su lado.
El gordo trascendió las fronteras del periodismo y se convirtió en un ícono de la rebeldía. Demostró que estaba más allá de todo y que no le tenía miedo a nada. Jamás trabajé con Lanata. Pero creo que es, largamente, el mejor periodista de todos los tiempos. Logró productos novedosos y exitosos en radio en tele y en gráfica. Algunos caceroleros gritaban “se siente, se siente/ Lanata presidente”. Nadie creyó que eso fuera posible. Sabían que es una chicana y un grito de protesta. Su nombre convocó a multitudes en los rating y en las calles.
Cuando Cristina y su cártel de los pingüinos millonarios venían degollando, Lanata incitó a que los ciudadanos le hicieran “fuck you” al pánico. Y se atrevió a jugar de igual a igual contra el monopolio de medios kirchneristas. Y no digan que se hizo el guapo desde canal 13 porque ya rompía todos los moldes desde el humilde canal 26 donde compartimos pantalla para escapar de la persecución de los K. El gordo tenía defectos, como todos. Seguramente se equivocó cien veces, como todos. Habrá cometido injusticias mientras dirigió algunos medios, como todos. Pero hoy en una bandera de libertad. Su esfuerzo de investigación monumental, contra viento y marea, finalmente se confirmó hasta el último detalle. Como él dijo, lo escuchó recién: había bóvedas, había bolsos, eran socios y testaferros, había hoteles con pasajeros fantasmas y coimas a rolete, había efedrina y Aníbal, había Boudou y Ciccone, había Jaime y el yate … todo lo que mostró por televisión tuvo su correlato en la realidad que es la única verdad. Y los expedientes judiciales están sembrados de pruebas que su equipo aportó a las causas.
Extrañamos tanto a Lanata. Jorge supo interpretar muy bien lo que dijo Edward Murrow, el gran periodista norteamericano perseguido por el macartismo: “una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos”. Y Lanata nunca quiso ser oveja. Lanata es el símbolo de un periodismo corajudo que no se arrodilló ante ningún poder. No se dejó domesticar ni por la pauta publicitaria coimera ni por los latigazos de Cristina, Néstor y su grupo de tareas de comisarios y vigilantes políticos. Cuando los libros estudien lo que ocurrió durante los más de 16 años de kirchnerato, nadie podrá ignorar que hubo un antes y un después de Jorge Lanata. Fue el que demostró que se podía quebrar al sistema opresor. Al patoterismo de estado desbocado. Que se podía soñar con una sociedad sin censuras ni aprietes autoritarios. Finalmente confirmó lo que la historia ya demostró en varias ocasiones: que la libertad no se negocia y que la esperanza vence al miedo.
Y que jamás hay que rendirse cuando se trata de luchar por la libertad. Nada vale tanto como la libertad. Siempre me gusta decir que con libertad se puede hacer un periodismo bueno, malo o regular pero que sin libertad solo es posible la propaganda. La libertad es el principal insumo del periodismo y de la democracia republicana.
Jamás trabajé con Lanata. Lo entrevisté muchas veces y me entrevistó en alguna ocasion. Le estoy profundamente agradecido como periodista y como padre de un periodista. Fue el que convocó a mi hijo Diego para que lo reemplazara en esta radio Mitre cuando tuviese que faltar por vacaciones, viajes o aquel trasplante de riñón. Diego saltó a una radio de mitad de tabla a jugar en la selección nacional de periodismo de la mano de Lanata. Le decía Leuco con pelo. Fue mágico porque Diego, cuando era un pibe, me acompañó en una entrega de Martín Fierro. Me pidió algo especial: me quiero sentar al lado de Lanata. Era su ídolo. Todavía conservamos esa foto de los tres con el premio en la mano y las sonrisas estallando. Lo lloramos juntos, abrazados el día de su entierro. Acompañamos la multitud en el velorio. Ya pasaron 40 días y todavía no lo podemos creer.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre