En el ADN del cristinismo chavista está el delirio de premiar delincuentes y victimarios y de castigar a las víctimas. Todo lo contrario de lo que significa defender la ley y los derechos humanos. Siempre apelan a ese dogma jurásico de ponerse del lado del mal. Con Putin, Daniel Ortega, Maduro o Hamas, más allá de nuestras fronteras. Con los violadores que tienen su misma camiseta partidaria como José Alperovich. Con los jerarcas sindicales millonarios y patoteros tipo el Pata Medina o el clan Moyano. Con los ladrones y criminales liberados de las cárceles con una frivolidad suicida o con los corruptos de estado como Amado Boudou y Milagro Sala, por ejemplo. Y nombro a estos dos delincuentes porque ambos están condenados con sentencia firme, incluso de la Corte Suprema de Justicia.
La tropa de Cristina no se equivoca nunca. Siempre del lado oscuro y tramposo de la historia. La señal hacia la sociedad es demoledora. En lugar de celebrar a los que con mérito y esfuerzo se destacan en la ciencia y el arte o en la innovación tecnológica o en su vocación de servicio solidario, estos muchachos siempre levantan la bandera de los bandidos y asesinos.
Aún en estos momentos de mayor debilidad, con la economía explotada de pobreza, desocupación e inflación, los muchachos no frenan en esa despreciable carrera para apuntalar liderazgos absolutamente tóxicos para las instituciones republicanas. Empezando por Cristina, la jefa de la corrupción más grave de la historia democrática.
Bajo esta mirada hay que analizar el premio que una funcionaria de Axel Kicillof, llamada Florencia Saintout le entregó a la condenada malandra Milagro Sala. Saintout sigue siendo la capanga de la Facultad de Periodismo de La Plata a la que convirtió en un centro adoctrinador de cristinismo extremo y explícito. Hoy Saintout es la responsable de la cultura en la provincia de Buenos Aires. Increíble, pero cierto. Una comisaria política del dogma nacional populista de La Cámpora.
En su momento no tuvo problemas en distinguir a Cristina, por supuesto, le pertenezco mi reina, a Chávez, Rafael Correa, Hebe de Bonafini y en designar como profesor a Fernando Esteche, uno de los fundadores del violento grupo Quebracho. Es insólito que una facultad de periodismo celebre a autoritarios y dictadores que censuran a todos los que piensan distinto y exterminan la libertad de prensa.
En estas horas, el premio “Rodolfo Walsh” fue para Milagro Sala. Saintout que fue derrotada en las elecciones a intendente de La Plata, viajó a Jujuy, a la premiación junto a las actuales autoridades de la alta casa de estudios si así se puede llamar todavía.
Su ex abogada y actual admiradora y ministra de la mujer, Elizabeth Gómez Alcorta, la visitó hace poco y la definió como “un emblema de la injusticia patriarcal sobre las mujeres”.
Hace poco vimos un documental de cuatro capítulos
estremecedor: “Las víctimas de Milagro”. Es la voz de los que no tienen voz. O de los que se quedaron sin voz, mudos por pánico a la violencia y el castigo feroz de Milagro Sala. Las imágenes a cargo del director de cine, Pablo Racioppi prueban, en línea con los expedientes judiciales, los niveles asombrosos de abusos de poder, corrupción de estado y maltrato a mujeres, chicos y jubilados. Hay testimonios desgarradores como el de un joven que cuenta que fue violado en el barrio de Milagro y que ella ocultó todo. Aparecen secuencias de una batalla campal en Humahuaca donde los pobladores resistieron una usurpación de las brigadas de la Tupac y todo terminó con un balazo que asesinó al Pato Condorí y con varios vehículos quemados.
Y un sincericidio colectivo ante Carta Abierta, cuando esta delincuente, hoy con el privilegio de la detención domiciliaria, cuenta que por orden de Néstor armaron 50 cooperativas en dos días y pusieron millones de pesos en efectivo sobre la mesa.
A confesión de partes, relevo de pruebas. Todo el mecanismo fue delictivo, autoritario y horroroso.
La voz de los jujeños pobres y humillados más los resultados electorales liquidaron el relato mentiroso.
Quisieron instalar que a Milagro Sala la perseguían por mujer, negra y coya. Y la justicia, en todas las instancias demostró que Milagro no es una presa política. Que es una mujer corrupta, violenta, autoritaria y golpeadora, sobre todo de las mujeres. Usó y maltrató a los pobres. No los defendió.
Milagro organizó un grupo de choque, con disciplina, ropa y paso redoblado tan castrista como castrense y se dedicó a extorsionar a los más humildes de los humildes. Los hizo dependientes de sus caprichos disfrazados de ideología bolivariana. Y hay muchos testimonios en los expedientes judiciales de los cachetazos y hasta latigazos con los que ella castigaba a las mujeres. Y pensar que el colectivo “Ni una menos”, copado en su conducción por el kirchnerismo extremo, levantaba pancartas con su cara como si fuera una militante feminista. Y era todo lo contrario. Hasta la fracción cristinista de la marcha del Orgullo Gay pidió por su libertad cuando ella siempre fue homofóbica y ejerció la violencia de género.
Y tampoco está presa arbitrariamente. Tiene 4 condenas. ¿Escuchó bien? Milagro tiene 4 condenas. Una confirmada por la Corte Suprema. ¿De qué persecución hablan?
La justicia la metió presa. Pero la gente con su voto, derribó una estatua con pies de barro. Florencia Saintout hizo el milagro de premiar a una delincuente.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre