El gobierno perdió hasta el olfato

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Es tan grande la derrota cultural de este cuarto gobierno kirchnerista que acaba de evidenciar que perdió hasta el olfato popular. Frente a la vuelta olímpica más grande del mundo, por tierra y por aire,  Alberto y Cristina quedaron atontados, sin saber bien que decir ni dónde ponerse. La reacción ciudadana ante la victoria deportiva más importante de todos los tiempos, produjo una concentración multitudinaria jamás vista en la historia, de alrededor de 5 millones de personas, que se repitió en casi todas las ciudades y los pueblitos de la Argentina.

Pueblo por millones, cantando sincero y genuino, movilizado con los colores de la patria, sin colectivos ni planes ni choripanes. Un grupo de muchachos conducidos por un líder productivo, responsable, respetado y respetuoso y nada tóxico, sacó a las calles familias enteras que sueñan con la esperanza de construir un país a imagen y semejanza del equipo de Lionel Scaloni.

Alberto, Cristina y Wado de Pedro quedaron en offside, un fuera de juego producto de su ideologitis. La inflamación de la ideología no les permite disfrutar de semejante fiesta popular porque no pueden ver nada si no es a través del ojo de la cerradura de sus dogmas jurásicos.

Guillermo Oliveto, hoy lo dice en forma más elegante, con terminología sociológica: “Hay arraigos ideológicos tan extremos que clausuran no solo la razón, sino también la emoción”.

Brillante definición. Los cristinistas viven en una coraza que los aleja del verdadero sentimiento de la gente. Pierden sensibilidad para interpretar los humores sociales y eso es letal en la vida política. Esa capacidad de subirse a los vientos de la historia fue una destreza del peronismo que el kirchnerismo también destruyó. Como escribió Mariel Di Lenarda: “Todo lo que tocan lo rompen o lo corrompen”. Esa voracidad por apropiarse de todo, esa angurria y codicia sin límites los empuja al abismo de su ocaso.

Pruebas al canto.

Alberto decretó un feriado nacional insólito, hasta ofensivo con el interior del país y con los que necesitan tener la vida mínimamente organizada. Jubilados, para cobrar sus magros haberes; comerciantes para ver si en estos días navideños venden algo para pagar los impuestos asfixiantes, estudiantes que rendían sus exámenes, pacientes que tenían una intervención quirúrgica o una quimioterapia programada. Alberto dudó como siempre, fue y vino, no supo que hacer y al final metió la pata, como siempre. Y le hizo perder a la Argentina 800 millones de dólares de un saque.

El que la tuvo más clara fue el senador Esteban Bullrich. Con un breve tuit, dijo todo respecto de que no entendieron ni el ejemplo ni el mensaje de la selección.

O el planteo de Rodolfo Suárez, el gobernador de Mendoza que no se sumó al feriado y dijo “la demagogia transforma la virtud en decadencia”

Cristina, que no entiende nada de fútbol y supo elogiar los barras bravas del para   avalancha, creyó encontrarle la vuelta a este desafío y le atribuyó a Messi un gesto maradoniano. Y concluyó que por decir “Que mirás Bobo, andá payá” se había ganado el corazón de la gente.

Pobre Cristina. Nada más alejado de Maradona que Messi. En la cancha, dos genios en la magia de la pelota. En la vida, son o fueron el día y la noche. Pero la cultura de buscar siempre un enemigo para confrontar, llevó a Cristina a imaginar un Messi pendenciero y agresivo que no es ni de casualidad. Messi tiene un millón de motivos por los que se transformó en el atleta más exitoso y conmovedor del universo. Y no precisamente por decir Bobo.

Los muchachotes de La Cámpora, la guardia de hierro de Cristina, entraron en un silencio atronador, empezando por su comandante, Máximo Kirchner, otro que se subió al para avalancha y que tiene menos calle que Venecia. El que dio el mal paso fue Wado de Pedro, que trabaja y finge de moderado y aspirante a estadista. Fue a la madrugada a Ezeiza, para sacarse una foto con Messi, que bajaba del avión con sus compañeros y la gambeta del capitán fue demoledora. Movió la cintura y dejó a Wado, desairado como si fuera un defensor de Francia.

Vergüenza ajena por ver a dirigentes poderosos mendigando una fotito por el amor de Dios. Lo mismo le pasó a Alberto.

Insisto como mi teoría. El militantismo los convierte en aparatos movilizadores y en robots que no pueden registrar lo que pasa en la sociedad real. No pueden entender como la selección, no quiere saber nada con la política y mucho menos con estos políticos.

¿O se creen que el silencio de Messi respecto de los respiradores que donó significa que se olvidó del tema? Pusieron reparos burocráticos y no valoraron el gesto del rosarino en plena pandemia. Nadie sabe que pasó ni dónde están esos respiradores.

¿O no se acuerdan que el Kun Agüero, líder espiritual de este grupo, fue irónico y muy crítico con el impuesto al patrimonio?

¿A quién creen que el Dibu Martínez responsabilizó cuando habló de la mala situación económica de la Argentina?

Varios periodistas kirchneristas, de chupamedias o más papistas que el Papa, también cayeron en el ridículo.

El más famoso fue Cherquis Bialo que hizo el papelón más grave de su carrera. Anunció que Macri no quería que Argentina saliera campeón y que iba a hacer todo lo posible para frustrar ese sueño argentino

Pero anoche, alguien que prácticamente solo trabajó en medios K, un muchacho que no tiene la trayectoria de Cherquis, llevó lo ideológico y las categorías marxistas al éxtasis. Nicolás Fiorentino, dijo en la mal llamada TV Pública que los jugadores que no querían ir a darle la mano a Alberto eran “desclasados”.

Varios de esa calaña dijeron que los futbolistas eran millonarios y que vivían en Europa y que, por eso, no tenían compromiso patriótico. Como si la patria fuera solo de los kirchneristas. Fiorentino se comportó como un lumpen del para-periodismo militante que Jorge Fernández Díaz definió como “un salame con contrato”.

Cristina no quería que Messi saludara a Alberto. Alberto quería una foto con Messi. La mayoría de los argentinos querían una foto con Messi y les importaba un pepino si se sacaba o no una foto con cualquier político.

Todos los oficialistas creen que si gobiernan los K, el ciudadano no politizado u opositor, quiere que pierda la Argentina. Otra vez el prejuicio del cuadro político que vive en un tupper. Muchachos, la vida es más compleja que un panfleto. La voracidad por apropiarse de los ajeno, le hizo perder hasta el olfato político al gobierno.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre