La aparición del fantasma criminal de Mario Firmenich es una provocación contra las instituciones democráticas y la paz social.
Por varios motivos el jurásico jefe montonero es un emblema de lo peor de la Argentina. Lo rescataron del pasado los delincuentes que se agrupan en un autodenominado “Encuentro Patriótico”, cuyo slogan dice una verdad: “somos un peligro que florece”. Claro que son un peligro. Espero que no florezcan. A la cabeza de ese grupúsculo están Fernando Esteche y Milagro Sala. Esteche es uno de los activistas más violentos y que mayor relación tiene con Irán y el pacto de impunidad con los terroristas que volaron la AMIA. Fue comandante de un grupo filo servicio de inteligencia llamado “Quebracho” y fue expulsado de esa agrupación que además lo quiso matar con una faca un día de manifestaciones. Ya estuvo preso y aunque parezca mentira fue profesor universitario en la carrera de periodismo en La Plata gracias a la irresponsabilidad cómplice de Florencia Saintout.
Milagro Sala está presa por varias causas. Una de ellas, tiene condena firme de la Corte Suprema por corrupción, por robarle el dinero a los pobres. Pero además, según consta en todos los expedientes es una capanga que ejerció la violencia de género, pegándole cachetazos, patadas y hasta latigazos a mujeres de su agrupación que no se subordinaban.
Estos siniestros kirchneristas “resucitaron” públicamente a Firmenich que vive cómodamente en Cataluña y que es asesor rentado de uno de los peores dictadores del planeta: Daniel Ortega, presidente de Nicaragua.
Firmenich en lugar de pedir perdón con humildad y arrepentimiento sincero, en un video alentó a jóvenes militantes para que repitieran la experiencia ya que dejó entender que las condiciones de pobreza, dominación extranjera imperialista y atraso son las mismas que en los 70. Los instó a “darle operatividad a la orga”, si los factores que la produjeron en aquella época son permanentes. Un verdadero sátrapa que aspira volver a enviar jóvenes a la muerte con el fusil en la mano y Evita en el corazón.
Lo único que le falta a este peronismo en arenas movedizas es que aparezca alguien que reivindique a los criminales de la otra vereda, la Triple A de José López Rega. Sería el tiro de gracia en el más amplio sentido de la palabra “tiro”.
La vice presidenta Victoria Villarruel, a través de sus redes le dio para que tenga y guarde a Firmenich. Lo trató de “cobarde y buchón”. Dijo que está vivo porque entregó a sus compañeros. Villarruel juró que no va a descansar hasta ver presos a los que hicieron negocios con los derechos humanos y son asesinos y terroristas del pasado y del presente. Finalmente la vice presidenta escribió que millones de argentinos “estamos asqueados de la superioridad moral con la que nos hablan” estos protegidos de Néstor y Cristina”.
Quiero apuntar que algunos resabios montoneros venían actuando en apoyo del terrorismo mapuche de Jones Huala y compañía. En los últimos tiempos del terrorismo de estado de Videla y su banda y al comienzo de la democracia, hubo una consigna que se instaló en el grito callejero de los actos. Decía: “Verdad, Juicio, Castigo y condena a los culpables”. Estuve y estoy de acuerdo con esos reclamos que son profundamente democráticos y sanadores. Todos tenemos derecho a conocer toda la verdad. Todos tienen derecho a tener un proceso judicial transparente y todos los culpables deben tener su castigo y condena.
Subrayo la palabra todos porque eso marca una diferencia con los que solamente condenan a los dictadores y las Fuerzas Armadas. Reconstruir la historia en toda su dimensión trágica significa no mirar con un solo ojo. Yo no pongo en igualdad de condiciones a los asesinatos masivos cometidos por el estado y los crímenes ejecutados por grupos guerrilleros. No adhiero a la teoría de los dos demonios. Hay una clara asimetría. Pero también creo que todos los muertos valen igual. Cada homicidio debe ser condenado por igual más allá de quien sea la víctima y el victimario.
En tiempos de Alfonsín, el comandante Mario Eduardo Firmenich fue capturado y condenado a reclusión perpetua. Y fue Carlos Menem el que le otorgó el indulto. Se sentían dueños de la verdad y la querían imponer a punta de pistola. Se auto percibían como la vanguardia iluminada y eran la soberbia armada. Abrevaron en distintas versiones del marxismo, maoísmo, guevarismo y estalinismo y se entrenaron en Cuba y en Nicaragua y con la instrucción de los palestinos que respondían a Yasser Arafat. Jamás valoraron la democracia republicana ni la división de poderes.
“Imberbes y estúpidos” les dijo el general cuándo los echó de la plaza porque le querían enseñar peronismo a Perón. Y ese es otro engaño repugnante del montonerismo militarista. Nunca creyeron en Perón. Lo consideraban “un viejo de mierda”, como siempre dijo Cristina. Utilizaron la táctica del “entrismo”.
Llegó a tanto el odio oculto a Perón, pese a que se decían públicamente peronistas, que asesinaron a uno de los mejores amigos del general. El crimen de José Ignacio Rucci, líder de la CGT se produjo además dos días después de un espectacular triunfo democrático en las urnas.
Todo comenzó con el crimen de Pedro Eugenio Aramburu pero hubo infinidad de atentados como el que le hicieron a Juan Aleman y homicidios perpetrados contra Arturo Mor Roig y Francisco Soldatti, entre otros. Colocaron una bomba en el comedor de la super intendencia de la Policía Federal y produjeron 24 muertos y otro artefacto explosivo debajo de la cama del comisario Cesáreo Cardoso. El secuestro de los hermanos Born les dio una fortuna que depositaron en Cuba.
En síntesis, Nunca Más, Firmenich.
Nunca más al terrorismo de estado. Nunca más a los Montoneros ni a ningún troglodita presuntamente esclarecido que proponga la lucha armada. Ni un muerto más en nombre de la política. Que quede claro. Antes de que sea demasiado tarde para lágrimas.
Mi generación en particular y todos los argentinos en general, nos merecemos saber la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Porque solo la verdad nos hará libres.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre