El estudiante que necesitamos

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Ayer fue el día del estudiante. Muchos aprovecharon para divertirse, reírse, cantar, bailar y seducir. Y lo bien que hacen. Además es una buena excusa para tratar de definir el tipo de estudiante que nuestras familias y nuestro país, necesitan. Esta columna es una incitación al diálogo constructivo y al debate. La educación es el principal remedio para todas las enfermedades que tiene la Argentina. Los países con mejor educación tienen un progreso más acelerado y un mejor calidad de vida para sus habitantes.

Creo que la inmensa mayoría de los argentinos ya sabemos lo que no queremos: los planes de Roberto Baradel y compañía. Es el símbolo de la no capacitación, del adoctrinamiento feroz, de la falta de compromiso con los alumnos y de la defensa de sus privilegios de sindicalistas y no de los docentes. Está claro que eso no va más. Los resultados en todas las evaluaciones han confirmado que tenemos una educación destruida, atada con alambres y muy lejos de aquellos tiempos en donde éramos un ejemplo para el mundo.

Hay que afrontar este desafío para refundar a nuestro bendito país. La educación debe ser declarada  “servicio estratégico esencial”. 

¿Sabe lo que eso significa en la práctica? Que los chicos, los hijos de la patria, no pierdan un solo día de clase más por ningún motivo. ¿Escuchó bien?

Nunca más al cierre de las aulas. Nunca más un alumno sin clases. La idea es sencilla de realizar y sumamente efectiva. Igual que los hospitales, el transporte o la provisión de agua potable. Esas actividades no se pueden interrumpir nunca. Si hay paro, tiene que haber guardias que garantizan que la gente no se muera por falta de atención en un sanatorio o que se quede sin agua en su casa o en una industria.

Esto es lo mismo. Y más esencial y estratégico que la educación, no hay. La educación es un derecho humano y además, es la puerta de entrada para otros “derechos sociales, económicos y culturales”.

Las clases no se suspenden por nada del mundo. Porque no se puede cercenar el derecho a aprender, en todo el sentido de la palabra aprender. Asimilar conocimientos, integrarse socialmente, ejercitar la disciplina del esfuerzo y el progreso y en muchos casos, acceder a un plato de comida o una merienda necesaria.

¿Qué otra cosa hay más importante que eso?

Los Yasky y los Baradel de la vida han logrado que Argentina tenga un record mundial nefasto. Desde 1983, nuestros pibes han perdido 6 años de clases, por paros, movilizaciones, actos políticos y demás yerbas impulsadas por estos burócratas. Ese es el síntoma de la peor decadencia. Se llenan la boca diciendo que defienden la escuela pública y la destrozaron. Se llenan la boca diciendo que defienden a los más humildes y es precisamente a esos ciudadanos a los que más han perjudicado. Los condenan a la ignorancia y a la falta de capacitación para entrar en la vida laboral. Les inculcan el facilismo y la dependencia del estado.

¿En qué lugar los sindicalistas manejan la educación como se les canta? ¿No les importa que los chicos egresen sin saber leer o escribir bien o que no comprendan textos o que no puedan realizar operaciones aritméticas sencillas? Es criminal esa actitud. Asesinan neuronas y la esperanza de miles de chicos. Los arrojan a las manos de los delincuentes o de los narcos. “Nos quieren brutos y sumisos”.

Yasky y Baradel y el resto de su tropa son burócratas sindicales al servicio de Cristina que cuidan su quintita. No les importa ni los chicos, ni los padres, ni los maestros y profesores de vocación y tampoco el país de todos. Solo trabajan para Cristina eterna y para eternizarse ellos mismos en los cargos. Baradel está manejando por cuarto período consecutivo el gremio. Falta que lo declaren rey. En la era del conocimiento, estos muchachos apuestan a la barbarie y no a la civilización. Incluso odian a Domingo Faustino Sarmiento porque lo consideran de “derecha”.  

Tienen cero en educación y diez en adoctrinamiento. No es casual que los datos de la Unesco hayan arrojado el peor resultado de la historia educativa. El momento más decadente en el tema más importante. Eso nos produjo un desgarro en el alma.

En lugar de mirar los mejores modelos como el de Finlandia, utilizaron el espejo del atraso y el falso progresismo, en realidad del regresismo de los tiranos que gobiernan Cuba y Venezuela.

Nueve de cada diez chicos de los sectores más vulnerables no terminan el secundario. Deberían sonar todas las alarmas. La educación debe ser igualitaria. Pero debe igualar hacia arriba y no hacia abajo. Lo mismo un burro que un gran profesor. Cambalache con K. La inmensa mayoría de los maestros y profesores siguen firmes en su heroica tarea al servicio de la educación. Pero los muchachos al servicio de Cristina se convirtieron en agitadores de huelgas permanentes y en capangas de movilizaciones de bombos y consignas. Adoctrinar es ponerle uniforme negro y musoliniano a la libertad y a la enseñanza pública. Igualar el pensamiento, uniformar las miradas es fascismo educativo.

San Martín dijo  que el mejor ejército para defender nuestra soberanía es la educación. En eso creo. Y eso defiendo.

Albert Einstein dijo: “Si la educación les parece cara, prueben con la ignorancia”. Necesitamos edificar un país donde un joven tenga más posibilidades de estar en clases o en el trabajo que robando o en la cárcel. Ya en su época, Sarmiento decía que si no se educa a la gente por una razón de estricta justicia, por lo menos, se la debería educar por miedo. Es casi un teorema: lo que se malgasta en educación se multiplica en inseguridad. Un ex ministro dijo que mantener a un chico preso un año en un instituto es más caro que pagar los 13 años de escolaridad.

Soy un convencido de que la educación es el instrumento más maravilloso que se conoce para combatir la indigencia, la marginalidad, la pobreza, la desocupación, la droga y el delito. No hay debate ni desafío más importante. Por lo tanto se necesita una revolución educativa con los docentes como abanderados y los padres como escolta. La educación debe ser prioridad nacional. Todos los derechos a los más necesitados y todas las obligaciones también. Para sembrar ciudadanía y recoger una mejor democracia. Por la deserción cero. Más todavía, por la ignorancia cero. Es por nuestros hijos que es una forma diferente de nombrar a la patria que viene. Ese color blanco de los guardapolvos es el color de la esperanza.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre