El asalto cristinista a la Corte Suprema

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Cristina no se rinde. Busca con desesperación su impunidad y no descansa ni un segundo en su proyecto de colonizar la justicia y la Corte Suprema. Siente que dominar los tribunales es la única forma que tiene de escapar una condena que la lleve a la cárcel. Los más fieles a la nada exitosa abogada no dejan pasar ningún tema para darle duro al máximo tribunal o alguno de sus integrantes. La semana pasada los misiles apuntaron contra el doctor Carlos Rosenkrantz. Lo menos que le dijeron fue gorila o que estaba haciendo política. Simplemente porque en una conferencia académica parafraseó a Eva Perón y dijo que “no puede haber un derecho detrás de cada necesidad”. Ahora están muy preocupados porque escucharon rumores de que más temprano que tarde, la Corte va a fallar a favor del reclamo de la Ciudad de Buenos Aires por el recorte de su porcentaje en los fondos coparticipables.

Axel Kicillof, el principal beneficiado con ese mamarracho, se curó en salud y dijo que sería “un atropello. Más porteñista no se consigue”. Le recuerdo que el gobernador bonaerense nació en Capital, estudió en Capital y vivió toda su vida en Parque Chas, en Capital.

Hoy fue el mismísimo ministro de Justicia, Martín Soria el que dijo “vamos a ver que inventan los de la Corte para congraciarse con Larreta”.

Soria tiene como única tarea la de castigar con fiereza y sin ningún pudor a los miembros de la Corte. Hace tres semanas dijo que “son los padrinos de la persecución política, judicial y mediática de macrismo”. Como si esto fuera poco, el grosero ministro calificó de “atorrantes que se ponen como locos” a los integrantes del tribunal que es la cabeza del poder Judicial. Por lo menos no convocó a tomar el edificio como hizo en su momento Hebe de Bonafini.

El plan sistemático de hostigamiento tiene como objetivo intimidar a los jueces para que no se opongan a su propio funeral político. Los quieren liquidar como uno de los pilares del poder republicano y encima quieren que se callen y acaten mansamente.

Ni que hablar del juez Ramos Padilla o Luis D’Elia que son los que organizan las marchas en contra de la Corte.

Soria en un claro sincericidio que habla de su prepotencia dijo que le encanta el proyecto de ampliar la Corte. A que gobernador no le gustaría tener un representante. Es una oportunidad histórica”. Con un absoluto descaro mostró sus cartas. Quieren una Corte adicta a la que llamarán federal porque cada gobernador pondrá un delegado. Eso no es una Corte Suprema. Eso sería el quiebre de la división de poderes y la quema en plaza pública de la Constitución nacional. Eso es lo que pretende Cristina para salvar su pellejo. Y comanda  en persona todas estas acciones con el asesoramiento de Eugenio Zaffaroni.

El domingo, en su página editorial, el diario La Nación tituló: “Una Corte de 25 jueces, otro disparate en busca de impunidad”.

Calificaron la iniciativa como “insensata, inoportuna y funesta”.

Sería un asalto cristinista a la Corte. Una invasión prepotente y autocrática. Un golpe palaciego que terminaría con el sistema democrático tal como lo conocemos y como funciona en los países más avanzados del planeta.

Como si esto fuera poco, 13 gobernadores dejaron los dedos pegados en semejante proyecto anti democrático. Un salvajismo que tal vez responde al pánico que tienen frente a Cristina o a la posibilidad de que puedan seguir el camino a tribunales de dos de los suyos: Sergio Urribarri de Entre Ríos y José Alperovich, de Tucumán.

Algún precio político deberán pagar esos jefes de estado provinciales por sumarse a ese salvajismo institucional. Muchos de los que firmaron se vendieron a si mismos como renovadores o gobernadores jóvenes que venían con más respeto por las reglas republicanas. Pero demostraron todo lo contrario. Por suerte los mandatarios de las provincias con más habitantes (con la excepción de Axel Kicillof) no firmaron ese esperpento provocador. Hablo de Juan Schiaretti, Omar Perotti, Rodolfo Suárez, Horacio Rodríguez Larreta, entre otros.

Alberto Fernández que alardea de profesor de derecho, una vez más se transformó en el vagón de cola de la locomotora Cristina.

Cristina está desesperada porque es consciente de que el tiempo político se le está terminando. Sospecha que con una derrota electoral en el 2023, las causas más graves en la justicia tomarán mayor velocidad y un rumbo claro: el penal de Ezeiza.

Disfrazan la obscenidad de sus objetivos con reivindicaciones federales y de género. Es tan irracional todo, tan a contra natura que la propia Cristina en el 2006 propuso bajar de 9 a 5, el número de miembros de la Corte.

Hasta el propio presidente Fernández, muy poco antes de asumir argumentaba en los medios sobre que los integrantes debían ser solamente 5.

La justicia no se toca, le dijo a Mario Pereyra en Córdoba y le recomendó que lo grabara porque el colega hoy fallecido no le creía.

Y que bien que hizo en no creerle. Hoy, no le cree la inmensa mayoría de los argentinos.

Como si esto fuera poco, el senador Oscar Parrilli, el mayordomo político de Cristina, multiplicó el delirio y propuso una consulta popular sobre este tema. En Argentina sobra el hambre, la desocupación, la inflación y la inseguridad. Ni olvido ni perdón para la cleptocracia K. Juicio, castigo y condena.

Argentina, necesita cada vez más una justicia irreprochable éticamente, con integrantes de prestigio académico y absolutamente independiente.

Es chavista intentar convertir a la Corte en una Unidad Básica.

Es típico del nacional populismo, querer someter a uno de los poderes republicanos. Por eso es hora de encender las alarmas de peligro.

Que la democracia no se transforme en monarquía.

Que la República Argentina no se transforme en la República Cristina.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre