Cristina, más cerca de la cárcel

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Este miércoles los estudiantes, seguramente exhibirán una convocatoria masiva. Tienen motivos para reclamar. Y están en todo su derecho. Pero tendrán dos salvavidas de plomo. Primero la participación de la CGT en general y la de Pablo Moyano en particular. Un sector y un patotero con altísimos niveles de imagen negativa y rechazo social. Y el otro abrazo del oso es el de la condenada Cristina Elisabet Fernández de Kirchner.

 Ella se colgó de la movilización y llamó a los jóvenes a sumarse a la protesta por “su presente y también por su futuro”. El jueguito de palabras oculta dos cosas: que ella es el pasado y que ella y su banda de funcionarios corruptos son los responsables principales de la decadencia brutal de la educación en la Argentina. Es la pirómana alentando a los bomberos. Es la jefa de la máxima corrupción de la historia intentando mostrarse con iniciativa política a pocos días de que la justicia confirme su condena. Y dentro de un tiempo, cuando ella apele a la Corte Suprema sin éxito, Cristina estará más cerca de la cárcel que del Calafate. O mejor dicho, la condena confirmada le colocará una tobillera electrónica en su detención domiciliaria porque la rea ya superó los 70 años y tiene ese privilegio.

Le estoy hablando de la causa de Vialidad. El riguroso periodista Hernán Capiello publicó en La Nación el anticipo.

La Cámara de Casación Penal esta a días de confirmar la condena a 6 años de prisión e inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos. Ergo: no podrá ser candidata en las elecciones del año que viene. El castigo es por el delito de fraude al estado. Todo indica que sin unanimidad, el tribunal ratificará que Cristina es culpable de direccionar obras públicas para su amigo, socio, testaferro, cómplice y empleado Lázaro Báez que ya fue condenado a 10 años en este mismo expediente.

 Dicho sea de paso, Lázaro Báez se está dando la gran vida de un magnate en una de sus mansiones porque le dieron el beneficio de la prisión domiciliaria. Es urgente que se legisle la “Extinción del dominio” para que todo lo que robaron estos ladrones de estado vuelva al pueblo.

Le recuerdo que el valiente fiscal Diego Luciani había apelado el fallo y pedido 12 años de prisión para Cristina por ser la jefa de la asociación ilícita pero los camaristas se limitarían a ratificar los 6 años.

Cristina será la primera ex presidenta de la historia argentina condenada por corrupción. Sería una buena señal para la sociedad que necesita ver que el que las hace las paga. Y que no hay impunidad para los corruptos por más poderosos que sean.

Cristina fue condenada porque, puso “al estado al servicio de la consumación del delito”.

 Esto permite llamar delincuente a la ex vice presidenta que, según el escrito, mantuvo “relaciones económicas promiscuas con Lázaro Báez”, con el que además, hizo “todo tipo de acuerdos espurios”. Eso dice el expediente. No es una opinión de un periodista. El robo que les produjo a todos los argentinos supera los 80 mil millones de pesos, solo en esta causa.

Fueron 12 años de latrocinio donde, de acuerdo al expediente, “el principal objetivo fue el beneficio económico de Néstor y Cristina Kirchner”.

Otro párrafo importante dice que el “Lawfare” alegado por la delincuente “fue una coartada”. Siempre estuvo claro. Ese invento absoluto de que fue y es perseguida por ser mujer o por sus ideas, no resiste un segundo frente a la magnitud de las estafas que cometieron. Y de la catarata de pruebas que existen. Nadie robó tanto durante tanto tiempo como los Kirchner.

La condena por corrupción a Cristina implicó derrotar dos de los principales venenos del estado de derecho: la impunidad y el miedo. Son dos tóxicos poderosos.

La impunidad que tanto desesperó a Cristina, produce una erosión tremenda en la confianza de los ciudadanos en el sistema. Con toda razón, la gente que trabaja honradamente y cumple la ley, siente que los poderosos pueden hacer cualquier cosa y que nunca sufren las consecuencias. Esa idea de que nunca pasa nada y que nadie paga por los delitos que comete, estalló por los aires.

Y el miedo, el pánico, es el componente más reaccionario que puede tener una sociedad. El temor nos saca lo peor de nosotros. Hace que mucha gente se arrodille y pierda su dignidad. Quedó grabado a fuego aquel consejo de Cristina de que había que tenerle miedo a Dios y un poquito a ella.

Hoy los únicos que le temen a Cristina son sus propios soldados y talibanes. Algunos por convicción política, otros por dinero y muchos porque sin ella no podrían ganar  ni una elección en el consorcio de su edificio. El terror que provocaba Cristina en amplios sectores de la justicia, se evaporó.

La democracia condenó a la mujer más poderosa y la que más daño le hizo a la República Argentina. Y lo hizo con ella en funciones. Nunca antes había ocurrido eso en la Argentina. Los libros de historia recordarán aquel 6 de diciembre de 2022 como el día en que la impunidad y el miedo fueron derrotados y la República dio un paso más en su consolidación. Funcionó la división de poderes. Funcionó la independencia de la justicia. Las operaciones asquerosas, los aprietas e intimidaciones cayeron en saco roto. Fracasó estrepitosamente el operativo para blanquear la figura de Cristina. Con todas las garantías constitucionales, la dos veces presidenta de la Nación, fue condenada por ladrona. La Ladrona de la Nación, como dijeron los hashtag en las redes sociales.

Es incomprensible la voracidad y la codicia sin límites. La cleptocracia que lideró Cristina enriqueció ilegalmente a toda su familia, a sus secretarios privados, a sus empresarios testaferros y socios y a muchos funcionarios de sus gobiernos. Yo le llamo bulimia de poder y de dinero. Obsesión descontrolada, “éxtasis”, como confesó Néstor abrazando un caja fuerte con angurria pornográfica.

Se hizo justicia. Y en unos días se seguirá haciendo justicia. Cristina quedará condenada en segunda instancia. Amanece que no es poco.