Ataque patotero y antidemocrático: la conspiración de los que no tienen votos

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¿Qué tienen en común personajes nefastos como Mario Eduardo Firmenich, Diego Brancatelli, Alejandro Bodart, el cura Paco Olveira, Rodolfo Aguiar y la jueza Karina Andrade?

Todos, de algún modo, en mayor o menor medida, fueron partícipes necesarios del ataque patotero y antidemocrático contra las fuerzas de seguridad y contra el patrimonio de todos los argentinos. Algunos caracterizaron el vandalismo de estos lúmpenes a sueldo como una suerte de intento de golpe de estado o de desestabilización del gobierno de Javier Milei. No importa que camiseta futbolera tenían. Es un detalle menor. Lo grave es que fueron a romper todo y a provocar y lo lograron. Son los conspiradores que no tienen votos.  

Firmenich y Brancatelli fueron dos de los más conocidos convocantes a esa batalla campal disfrazada de protesta. De hecho casi, casi no había jubilados. No hay comparación entre Firmenich y Brancatelli. El ex comandante del terrorismo montonero mandó a la muerte a parte de su generación y generó las condiciones para la llegada de la dictadura militar de Videla que ejecutó el terrorismo de estado y crímenes de lesa humanidad. Semejante sátrapa hizo un video (desde España, por supuesto) invitando a participar de ese caos. Firmenich ya está viejo pero sus ideas siguen siendo mucho más viejas y peligrosas.

El caso de Brancatelli es distinto. El también hizo un llamamiento para fogonear la concurrencia. Pero es un pobre muchacho, ignorante de la historia y con reflejos chupamedias hacia Cristina Fernández de Kirchner. Fue más cristinista que Cristina que no dijo una palabra antes ni después del salvajismo contra las instituciones democráticas.

Bodart, Aguiar y el cura Olveira directamente fueron al choque. Pusieron el cuerpo. Son autores materiales de todo lo que pasó. El viento los amontona alrededor de una consigna de Karl Marx que define a la violencia como la partera de la historia.

Bodart es dirigente de una ultra izquierda trotskista, antisemita y sin pueblo. Cada vez que hay elecciones, el proletariado industrial y la vanguardia revolucionaria votan a cualquiera, menos a ellos. Son una intensa minoría que usó y abusó de los más pobres de los pobres con el piqueterismo extorsivo.

Rodolfo Aguiar es el representante de Nicolás Maduro y la dictadura chavista en esta tierra. Secretario general de ATE, es el encargado de presionar por izquierda a la CGT mafiosa para que muevan las cachas y dejen de robar. También está enamorado políticamente de Cristina, la doblemente condenada por corrupción.

Y el cura tercermundista Paco Olveira es el mayor difusor del odio de clases y del golpismo.  Acaba de decir que “este gobierno debe caer más pronto que tarde”. Juega en el mismo equipo destituyente de Juan Grabois que dijo lo mismo con otras palabras. El padre Paco es el mismo que aseguró que, a los que hubiesen votado a Milei, no los iba a dejar entrar al comedor que tiene en una villa. Muy democrático el sacerdote. Se cree Camilo Torres, pero no tiene cura.

Todos estos muchachos se arrodillan ante el altar de las dictaduras de Venezuela, Cuba, Nicaragua y miran con admiración al terrorismo que responde a Irán.

Pero yo también nombré al principio a la jueza Karina Andrade. Su participación fue decisiva porque fue la encargada de liberar en un ratito a más de un centenar de detenidos que con un gran esfuerzo habían sido atrapados por las fuerzas que defendieron a todos los argentinos.

Andrade en sus argumentos apeló a chicanas formales y burocráticas, falta de datos precisos y otras pavadas, pero dijo y esto es lo más grave, que “las detenciones habían afectado el derecho constitucional a la protesta y a la libertad de expresión”. No le piden tanto, doctora. Mentir descaradamente no la va a poner al lado de su admirado Eugenio Zaffaroni. La Cámpora la va a agradecer los servicios prestados pero tal vez, el Consejo de la Magistratura pueda amonestarla por su mal desempeño y por su camiseta partidaria colocada en un fallo. Escribió que nada se había incendiado ni roto. ¿No vio un patrullero en llamas, o tres motos rotas o contenedores de basura o veredas y bancos destruidos? Doctora, estos energúmenos atacaron incluso la ambulancia del SAME. En ningún lugar del mundo se agrede a los médicos y enfermeros que van a asistir a los heridos. ¿No vió a los marginales al servicio del kirchnerismo y el trotskismo tirar miles y miles de piedras y palos a la policía? Los más descontrolados pintaron en las paredes que había que matar al presidente. Las piedras que recordaban a las víctimas de la pandemia fueron arrojadas contra el frente de la Casa Rosada. La jueza Andrade debería saber que las protestas democráticas deben ser pacíficas y que nadie reprimió a quienes querían expresar su apoyo a los jubilados. Se buscó poner orden frente a un vandalismo planificado muy parecido a la sedición. ¿La jueza no vió que gran parte de los detenidos tenían graves antecedentes penales? Los largó tan rápido que no tuvo tiempo ni de leer los prontuarios. Hay violación a la ley de drogas, atentado y resistencia a la autoridad, robo, hurto, arrebatos, daños y lesiones. No eran las carmelitas descalzas. Eran fuerzas de choque que suelen trabajar para el mejor postor. Para un dirigente de un club de fútbol o para un intendente o para un narco. Dicen que cada uno cobró 50 mil pesos por los servicios prestados y que los que pagaron militan entre los barones del Conurbano.

Se debe hacer un sumario y sancionar al policía que tiró el gas lacrimógeno cuya cápsula pegó en la cabeza del fotógrafo Pablo Grillo. Ese disparo se debe hacer hacia arriba, a 45 grados y no en forma horizontal. Y si fue un accidente, mala praxis o algo intencional debe tener sus consecuencias. No solo por la gravedad de las lesiones que sufrió Grillo. También para no manchar la correcta actuación que tuvieron la mayoría de los uniformados.

Una vez más vimos las dos argentinas posibles. La de los violentos y conspiradores que no tienen votos ni vergüenza y la de la democracia que defiende la vida y los bienes públicos con la firmeza necesaria.

Hay que ponerle freno a los que quieren romper todo, incluso las instituciones y la República. Antes de que sea demasiado tarde para lágrimas.  

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre