La obsesión del presidente Javier Milei contra Raúl Alfonsín es absolutamente inexplicable. Por supuesto que lo puede criticar por su crisis económica o, si quiere, por su ideología social demócrata. Esas son discusiones y debates que pueden y deben darse. Pero acusar a Alfonsín de ser partidario del golpe de estado contra Fernando de la Rúa es un despropósito que carece de toda seriedad y rigurosidad histórica. Alfonsín fue, es y será el padre de la democracia recuperada. Un dirigente honrado, valiente y luchador por los derechos humanos. Es una locura afirmar muy suelto de cuerpo y con una liviandad peligrosa que Alfonsín fue partidario de un golpe. El golpismo es el delito cívico y republicano más grave que existe. Y encima, la verdad es que Alfonsín fue todo lo contrario. Un defensor acérrimo de las instituciones. Por eso fue el único presidente del mundo que juzgó a los militares golpistas y genocidas. Y lo hizo con un coraje que no abunda. Cuando las balas picaban cerca y la dictadura todavía tenía poder de fuego. Pero lo que pasó en el 2001, esa tragedia terrible que tuvimos que vivir, como siempre, lo tuvo a Alfonsín del lado del bien. Y me consta porque fui protagonistas directo de los hechos. Le cuento esta historia que pocos conocen. Le pido un par de minutos de atención.
Argentina era un infierno. El corralito le había volado la cabeza a la gente. La irresponsable renuncia de Chacho Álvarez a la vice presidencia, había sido un bombazo político contra el gobierno de la Alianza. Y Fernando de la Rúa actuaba como un presidente ausente, en tinieblas, tal vez por problemas de salud. Pero sobre todo mostraba una falta de capacidad para decidir que lo enfrentaba con todo el mundo. Quería conformar a todos y terminaba enojado con todos. Una presidencia desastrosa que solo tiene parangón con la del inútil de Alberto Fernández.
Los mejores hombres de la iglesia católica estaban muy preocupados porque temían lo que finalmente ocurrió: saqueos entre vecinos y muerte en las calles.
Monseñor Jorge Casaretto, presidente de Cáritas de entonces y Estanislao Karlic, titular de la Conferencia Episcopal Argentina convocaron a un acuerdo multisectorial y multipartidario para ayudar sostener al sistema democrático. Tuvo una gran participación Carmelo Angulo, español y representante en Argentina de un organismo de Naciones Unidas. Su jefe de prensa era José Ignacio López, ex vocero presidencial de Alfonsín. Nacho López me invitó y estuve en esas reuniones no como cronista sino como parte de esos encuentros. Estaban los representantes de todos los partidos políticos, empresarios, sindicalistas, periodistas y líderes religiosos. Pluralismo y sostén democrático. Ese era el contenido. Insisto: fui parte de esa iniciativa junto a otros colegas. Porque se trataba de fortalecer la democracia frente a la debilidad que le había generado un mal presidente como De la Rúa. Era para ayudarlo, no para voltearlo.
El 19 de diciembre de 2001, a pasos de la Casa Rosada se hizo una reunión donde el “Diálogo Argentino” invitó a De la Rúa para ofrecerle todo tipo de colaboración. Se le dijo que contara con todos nosotros frente a semejante crisis que había en el país al borde del incendio y el caos. Se le ofreció dirigentes de todos los sectores y camisetas partidarias por si quería armar un gabinete de coalición y relanzar su gobierno o lo que De la Rúa considerara correcto. Todos nos pusimos al servicio del sistema que tanto nos había costado recuperar. No olvidaré nunca la altanería y el negacionismo de De la Rúa. Dijo que no había que exagerar. Que la crisis no era tan grave. Y se retiró dejándonos a todos con la boca abierta por tan grave disociación con la realidad que ardía. Estábamos en el local de Cáritas de Plaza de Mayo. Abrió la puerta y vimos por las pantallas de televisión como le pegaron un tomatazo en el pecho y como apedrearon el auto en el que se subió. Fue patético. De la Rúa fue su propio golpista. Una persona que nunca estuvo a la altura de su cargo. A la noche decretó el estado de sitio y fue como echar más nafta el fuego. Después sabemos la tragedia que ocurrió. Entre esas personas del Dialogo Argentino estaba Raúl Alfonsín. Me consta que siempre quiso ayudar pese a que, obviamente, no le gustaba lo que De la Rúa estaba haciendo como no le gustaba a la inmensa mayoría de los argentinos. ¿Se puede acusar de golpista a Alfonsín que representa todo lo contrario? ¿Alguien puede creer que católicos solidarios, honrados como Nacho López o Jorge Cassaretto eran conspiradores golpistas?
Como bien declaró en estas horas Juan Pablo Baylac, el propio vocero de Fernando de la Rúa: “lo que dijo Milei es la demostración cabal de su ignorancia”.
Estos son los hechos. Si después, De la Rúa para defenderse dijo otra cosa es la subjetividad de quien no quiere quedar en la parte oscura de la historia. Pero nadie hizo tanto contra el gobierno de Fernando de la Rúa como él mismo. Ni siquiera se dejó ayudar.
No hubo conspiración. Hubo un nefasto aprovechamiento de la situación por sectores del Partido Justicialista. Ya habían desplazado a Mario Losada como presidente provisional del senado para colocar a Ramón Puerta en la línea sucesoria. Esa fue una señal nefasta. Intendentes del conurbano agitaron a la gente para que fuera a la Plaza de Mayo a generar incidentes. Pero Alfonsín y los radicales ni siquiera votaron a Adolfo Rodríguez Saa cuando fue elegido presidente por la Asamblea Legislativa.
Esta es mi verdad. Quien quiera oír que oiga. Alfonsín es un prócer cívico al que tenemos que venerar pese a los errores económicos que pudo haber cometido. Puso los cimientos para esta democracia y por cien años más. Pese a los 13 paros de la CGT y a los levantamientos golpistas de los militares carapintadas.
Milei se equivocó de acá a la luna. Encima acusó a Alfonsín de huir del gobierno sin tener en cuenta aquel momento histórico ni los ataques brutales que tuvo que soportar.
Una vez Javier Milei confesó que entrenaba boxeo, pegándole a un punching ball que tenía la foto de Alfonsín. No se puede creer semejante despropósito e irracionalidad. Me gustaría sugerirle que si quiere motivarse pagar boxear ponga fotos de verdaderos golpistas como Jorge Videla o terroristas criminales como Mario Firmenich. Justamente dos enemigos de la democracia que gracias al empuje de Alfonsín fueron presos en ese momento.
Pegarle a Alfonsín es castigar al padre de la democracia. A un símbolo de paz, convivencia y honradez. De todos modos, si Milei sigue pegando pagará los costos políticos. Porque Alfonsín no se mancha.
Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre