La República venció a Cristina

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El senador Oscar Isidro Parrilli, conocido como “Parrilitudo o el chirolita de Cristina”, dijo por radio que la decisión de la Corte, “es un asalto a la Constitución Nacional”. Semejante delirio, es la confirmación de que la Corte, por unanimidad, hizo lo correcto. Si Parrilli y todos los cristinistas están en contra, quiere decir que la Corte defendió bien los intereses de todos los argentinos.

La verdad es que Cristina desafió a la República y fue derrotada en la primera batalla. Cristina intentó poner de rodillas a la justicia independiente y la Corte Suprema, por 5 votos a 0, le puso un freno porque advirtió la extrema gravedad institucional que eso implica. No se puede permitir que una sola persona tenga la suma del poder público. Cristina ya maneja el Poder Ejecutivo, porque usurpó el sillón de Rivadavia. Es la dueña y señora del Senado y su hijo casi, casi conduce la Cámara de Diputados.

Si ella logra designar y destituir jueces, según sus objetivos de lograr impunidad, estaremos ante un régimen mucho más parecido a Venezuela que a la Suecia que dice pretender el Presidente encargado. Y si alguien cree que estoy exagerando, puede leer el discurso de Carlos Raimundi en la OEA. Este embajador, un soldado de Cristina, nos hizo pasar un papelón mundial al defender la narco dictadura de Nicolás Maduro. Si algún prestigio todavía tiene la Argentina en el planeta, es gracias a los juicios a las juntas militares y el Nunca Más de Raúl Alfonsín.

Esa defensa legal y pacífica de los derechos humanos, reconocida universalmente, fue manchada por el cristinismo que se negó a condenar las torturas, desaparecidos, fusilamientos y los presos políticos del chavismo. Y eso que la denunciante de los crímenes de lesa humanidad, con un informe detallado y riguroso es Michelle Bachellet. No estamos hablando de alguien que los K definirían como gorila o pro imperialista. Fue dos veces presidenta de Chile y es la heredera del socialista Salvador Allende. Ni siquiera el gobierno izquierdista de México se atrevió a tanto. Sin embargo Raimundi, defendió a un tirano porque el proyecto del cristinismo es instalar un chavismo K en nuestro país.

Por eso es tan importante la decisión que tomó la Corte. Porque le dijo con toda contundencia a todos los jueces y a todos los ciudadanos que está dispuesta a defender la independencia de los poderes frente a una situación de “gravedad institucional inusitada”, según el presidente del cuerpo, Carlos Rosenkrantz. Hay que aclarar, rápidamente que esta lucha por evitar el golpe institucional de Cristina, recién comienza. Cristina no se rinde jamás. Nunca baja los brazos y seguramente va a redoblar su apuesta.

Ayer, la Corte le propinó un fuerte revés, pero es solamente un primer capítulo de varios que va a tener esta película de terror en contra del funcionamiento de una democracia plena. La valiente ciudadanía que puso pecho y sus banderas en la calle para resistir, tuvo y tiene un momento de satisfacción y alegría. “Siento una profunda emoción”, dijo el doctor Daniel Sabsay por estos micrófonos. Pero hay que advertir que esto recién comienza. Es solo un primer paso en el sentido correcto. Nadie puede bajar la guardia. Ni la resistencia popular y republicana, ni los partidos opositores. Cristina atacó por varios frentes.

En el caso del desplazamiento de los tres jueces que la molestaban, todavía falta el fallo definitivo, sobre el fondo de la cuestión de parte de la Corte. Se estima que el máximo tribunal apoyará a los magistrados porque ya lo hizo a través de dos acordadas. Sería extraño que cambiaran su opinión sobre el mismo tema en tan poco tiempo. Pero hay que esperar. Nadie puede cantar victoria. Pronto veremos la decisión definitiva. De hecho, hasta la propia Cristina, cuando era presidenta, firmó un decreto de traslado del juez Pablo Bertuzzi. El mismo juez y la misma situación. Ella piensa que hizo lo correcto. Pero lo que hizo Macri no vale pese a que hizo lo mismo que ella. Doble vara en el atropello y la prepotencia de estado.

La Corte aceptó el per saltum solamente en dos ocasiones. Es algo muy inusual. Excepcional. Se accede, cuándo corren peligro las bases del estado de derecho. Es como romper el vidrio en caso de incendio. Un último recurso para usar cuando no haya otro remedio. Y en las dos veces, se activó esa alarma producto de los planes de Cristina de poner la justicia a su servicio. En el anterior caso, la Corte declaró inconstitucional la reforma judicial que impulsaba la exitosa abogada que nunca ganó un juicio pero que lo perdió varias veces. Cristina no escarmienta. Insiste.

El plan sistemático para domesticar a la justicia, sigue su marcha. Tiene varias puntas además de la remoción de estos tres jueces que en principio, respaldó la Corte. También van por la cabeza del jefe de los fiscales, Eduardo Casal. Quieren voltear el testimonio de los arrepentidos y las pruebas que se consiguieron en la causa de los cuadernos de las coimas, la más grave corrupción de estado de la historia argentina. Pese a esta intención, hoy la Cámara Federal de Casación ratificó el procesamiento de Cristina como jefa de la asociación ilícita dedicada a cobrar sobornos a los empresarios de la obra pública.

La jefa del jefe de estado, también está empujando en diputados la reforma que les abre las puertas a los jueces y fiscales militantes. Cristina puso a su abogado personal, el doctor Carlos Beraldi, al frente de la comisión que seguramente va a recomendar el aumento de los integrantes de la Corte. Sería la frutilla de la torta. El eje del mal contra la justicia. Cubrir las vacantes que se producirían en la Corte con jueces militantes y conseguir una mayoría automática que vote todo lo que Cristina necesite. Eso hizo Menem, eso hicieron en Santa Cruz, donde Carlos Zannini fue el presidente de la corte provincial, y eso hace Maduro en Venezuela. Autoritarismo de estado en estado puro. El presidente encargado, Alberto Fernández es un ariete al servicio de los planes de venganza e impunidad de Cristina. En un solo día, apretó tres veces, públicamente al presidente de la Corte Suprema. En cualquier lugar del mundo se hubiera producido un verdadero escándalo. Más injerencia en otro poder, imposible. Presión explícita. Sin embargo, Alberto, en ese camino hacia el precipicio que está recorriendo, acusó de nazis a un grupo de automovilistas equivocados que tocaron bocina frente a la casa de Ricardo Lorenzetti. Las instituciones de la colectividad judía se encargaron de recordarle al presidente que no se puede banalizar ni vaciar de contenido de esa manera tan brutal al holocausto. Hitler no tocaba bocina. Instaló la maquinaria estatal de exterminio masivo más brutal de la historia.

Al mediodía, abrazando los tribunales, el actor Luis Brandoni había dicho que no podían estar pendientes “de los caprichos de una señora que no quiere pagar por los delitos que cometió”. Autoconvocados, argentinos independientes que nadie maneja y agrupaciones de abogados, iluminaron con sus presencias, con sus antorchas, velas y linternas la oscuridad de las intenciones de Cristina. Bautizaron su derecho constitucional a peticionar y a protestar como “Una luz por la República”. Y la luz se hizo.

Y aunque falta mucho todavía para lograr una victoria definitiva, es cierto que debe valorarse en toda su dimensión, ese compromiso ciudadano. El diputado Eduardo Valdés, amigo de Alberto, el Papa y Cristina, responsabilizó al periodismo que empujó las movilizaciones. Es extraño que alguien que se dice peronista, tenga una mirada tan paternalista y humillante de la gente. Los argentinos no son ovejitas obedientes que son llevados de las narices por los diarios y las radios. No se puede subestimar al ciudadano de una manera tan feroz. Le diría que ocurre todo lo contrario. La madurez y el coraje de la gente que participa en las redes y en esa epopeya de los banderazos, son los que marcan el rumbo a los medios de comunicación tradicionales que les cuesta registrar un fenómeno tan novedoso.

Futbolísticamente se podría decir que la Corte evitó un gol en contra sobre la raya y que dio vuelta el partido para lograr un triunfo. Pero fue un amistoso. El partido por los puntos, se juega en un par de semanas. Las tribunas estarán colmadas. La expectativa paralizará a la Argentina. De un lado Cristina y sus fanáticos repitiendo el mismo coro de siempre. Acusando a los medios hegemónicos y a los poderes económicos concentrados de trabajar para el enemigo del pueblo. Y del otro lado, La República, con mayúsculas y sin camiseta partidaria, aguantando los trapos para defender el sistema democrático pleno. Ayer, la República venció a Cristina. Pero el desafío sigue.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre.