La semana pasada hablamos de una Cristina que bailaba sobre el Titanic. Y un Partido Justicialista que se hunde mientras la orquesta kirchnerista sigue tocando. ¿Se acuerda?
Hoy podemos decir que la cleptocracia que lideró Cristina Elisabet Fernández de Kirchner la condujo al peor momento de su vida. No solamente porque está presa en su domicilio, cumpliendo la pena con tobillera y por corrupción que confirmó la Corte. También porque pasado mañana a las 9.30, comienza el juicio oral y público más importante de la historia del latrocinio en la Argentina y la tiene a Cristina como la principal acusada.
Faltan solamente 35 horas. Tal vez este proceso lleve un par de años porque Cristina está acusada de liderar una asociación ilícita que saqueó al estado como nunca antes había ocurrido. Estará en el banquillo de los acusados por ser la persona que más robó en forma sistemática desde el estado y durante más tiempo. Fueron por lo menos 12 años. En la causa Vialidad, Cristina fue condenada a 6 años de cárcel y siempre se negó a contestar preguntas de los jueces. ¿Se acuerda? Deliraba que a ella ya la había absuelto la historia.
Siempre presentó escritos y se supone que ahora irá por el mismo camino. No tuvo éxito en tratar de instalar la teoría del Lawfare, se quiso mostrar como víctima de una persecución política, pero la catarata de pruebas sepultó sus intenciones. Hizo operaciones sucias de todo tipo e infinidad de apelaciones para demorar o voltear la causa. No pudo.
Cristina sabe que la pueden condenar a 12 años de prisión y que la colosal montaña de dólares sucios que robó no le va a servir para nada. Porque más temprano que tarde, va a tener que devolver al pueblo el dinero de las coimas. Ya están empezando a decomisar sus bienes y no le va a servir de nada haberse desapoderado en forma fraudulenta adelantando la herencia a sus hijos.
Será un acontecimiento histórico. Hay 87 imputados entre funcionarios y empresarios. Y se juzgarán 304 hechos de corrupción. Vamos a poder escuchar a 441 testigos.
El gran trabajo del fiscal Carlos Stornelli aportó 525 medidas probatorias entre “oficios a organismos, informes de inteligencia, declaraciones testimoniales, pericias sobre computadoras o memorias telefónicas, allanamientos y lista de vuelos oficiales”, entre otras.
Empresarios corruptos quisieron comprar impunidad pagando 13 millones de dólares. Por suerte la justicia les negó esa posibilidad. La valiente fiscal Fabiana León se opuso con mucha contundencia.
Los rugidos de la fiscal en la elevación a juicio definieron a esta causa como “la principal organización criminal “en décadas. Por eso me parece atinado hablar del Cartel de los Pinguinos Millonarios.
Diego Cabot, uno de los mejores periodistas argentinos, disparó esto hace 7 años en una tapa del diario La Nación. Su rigurosa investigación exhibió los cuadernos. Las pruebas físicas de papel y de cartón. La letra peritada del chofer Oscar Centeno que escribió prolijamente y minuto a minuto, la crónica del robo del siglo en la Argentina.
Son cuadernos sin Gloria. Son los cuadernos que deberían hacerles confesar y pedir perdón a los kirchneristas que pagaron y cobraron coimas monumentales con dinero que le robaron al pueblo pobre de la patria.
En cualquier país democrático del mundo, estarían presos los principales responsables, es decir, la jefa, el estado mayor de funcionarios estafadores y los empresarios cómplices.
La cleptocracia está absolutamente probada por las confesiones ante los expedientes de 31 imputados colaboradores con testimonios y pruebas documentales que fueron ratificados por la Cámara Federal que confirmó su validez jurídica.
Gente de la máxima confianza y cercanía de Cristina, Néstor y Máximo, como su contador Víctor Manzanares y 30 arrepentidos más dieron testimonios de todos los mecanismos del robo y de las coimas y del gigantesco enriquecimiento ilícito.
No hay dudas de que Cristina no es inocente ni decente.
Una forma de refundar la política y resucitar la credibilidad de los tribunales, sería convertir este latrocinio a cielo abierto en una causa emblemática que nos sirva para decir “Nunca Más” a esos crímenes de lesa indignidad. Es solo una utopía republicana.
A las órdenes de Cristina, el cártel fue liderado por tres organizadores: Julio de Vido, el gerente general, Roberto Baratta y Josesito López.
A cargo del engranaje financiero, estuvo Ernesto Clarens y Carlos Wagner, fue el coordinador de todos los empresarios que participaron de la estafa. Le recuerdo que muchos de estos empresarios dicen que fueron obligados, extorsionados, pero en muchos casos, ellos estaban felices de participar en esa cartelización nefasta. ¿Sabe por qué? Porque no estaban obligados a competir, ponían el precio que más le gustaba y le cargaban sobreprecios de hasta el 50% o más en algunos casos y de allí, salían las coimas, el retorno, o como usted las quiera llamar.
¿Se entiende? Los empresarios no pagaban las coimas de sus ganancias. De ninguna manera. La sacaban de los sobreprecios. Por lo tanto todos los argentinos pagamos esos malditas retornos.
Fue un país con una fuerte instalación cultural del populismo facilista, autoritario, corporativo y corrupto cuya religión es la trampa y la evasión. Por eso tenemos los dirigentes políticos que tenemos. Son paridos por nuestros riñones, a nuestra imagen y semejanza. No los importamos de Japón. Viven entre nosotros.
Por eso a Cristina solo le interesa apropiarse de la justicia y desde allí lograr su impunidad y saciar su sed de venganza. En su momento se lo dijo a Oscar Parrilli con toda caradurez: hay que salir a apretar jueces.
La estafa de los pingüinos buitres tiene dimensiones monumentales. Y en muchos casos, está probado que ese dinero sucio e ilegal iba a tres lugares básicamente: a la quinta de Olivos, al departamento de Juncal y Uruguay y a la casa de María Ostoic, la madre de Néstor. Se sintieron tan impunes que dejaron los dedos pegados por todos lados.
Está claro que cuando Néstor se murió, Cristina, asumió la conducción política de su espacio pero también la gerencia administrativa de coimas, lavado, rapiña y mega corrupción de estado.
Todos los caminos de la corrupción conducen a los cuadernos de Cristina. Está escrito.
Editorial de Alfredo Leuco en El diario de Leuco



















