El odio a los periodistas

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Esta columna está dedicada a Jorge Fernández Díaz, claramente uno de los mejores periodistas argentinos, un escritor maravilloso, un gran compañero de esta radio y un amigo inseparable.

Ayer fue el día del periodista. Gabriel García Márquez lo definió como el mejor oficio del mundo”. Los que somos independientes de todos los poderes y no somos obsecuentes de nadie, tenemos un solo motor que nos mueve: la búsqueda de la verdad. Y sabemos que estamos bajo ataque permanente de la brigada mileísta de las redes sociales.

Los insultos y las mentiras se multiplican por miles y tienen como bandera una frase ferozmente autoritaria del Presidente Javier Milei: “la gente no odia lo suficiente a los periodistas”. Incitar al odio contra cualquiera y desde la cumbre del poder, es de gravedad institucional. Y digo incitar el odio contra cualquiera y no solo contra los periodistas es una verdad que se defiende sola. La democracia republicana es una gigantesca asamblea donde la diversidad de voces y la multiplicidad de ideas deben convivir.

El miedo a ser escrachado o linchado por Twitter es el peor veneno del menos malo de los sistemas. El temor y el discurso único son la columna vertebral de las autocracias. Intimidar al que opina distinto es una enfermedad que suelen diseminar los que dinamitan la libertad y no los que dicen amarla.

Y no lo digo porque los periodistas tengamos coronita, privilegios o fueros. En el debate público, son muy bienvenidos las discusiones apasionadas aunque sean mal intencionadas. Mandriles, viejos meados, imbéciles, son calificaciones de mal gusto que hablan más de los que lo dicen. Ningún periodista profesional utilizó esos términos para criticar a nadie.

Pero si se acusa de pautero o ensobrado a alguien, es decir de cobrar dinero de algún sector del estado para domesticar su pensamiento, eso debe ser probado ante la justicia. Debe ser demostrado porque se está acusando de corrupto o de cometer un delito a un colega.

Y ojo que no estoy diciendo que todos los periodistas sean unos santos incapaces de recibir dinero sucio. En nuestra profesión, como en todas, hay de todo. Periodistas extorsionadores, corruptos, ladrones, acosadores, maltratadores. Hay de todo. Como entre los abogados, mecánicos, dentistas o dirigentes políticos. Por eso no hay que generalizar porque el que generaliza discrimina. Hay que separar la paja del trigo y eso es lo que hacemos los periodistas independientes. Buscar la verdad. Evitar todo tipo de falsedad. Y tener la mayor honestidad intelectual posible a la hora de analizar los hechos. Por supuesto que nos equivocamos y cometemos errores. Somos seres humanos, por lo tanto imperfectos. La democracia es imperfecta. Pero debemos corregir esas equivocaciones de inmediato para mantener nuestra credibilidad. Porque ese es nuestro principal capital: la credibilidad. Todos los días nos sometemos a las urnas del rating o de la venta de diarios. Cuando un oyente, televidente o lector deja de confiar en un periodista o en un medio, lo abandona y le produce un daño concreto. Y cuando un periodista es descubierto cometiendo un acto ilegal debe ser juzgado de inmediato y que todo el peso de la ley le caiga encima. Deja de ser periodista y se transforma en delincuente.

Los periodistas que padecimos y enfrentamos al chavismo kirchnerista tenemos el cuero duro porque Néstor y Cristina utilizaron todas las formas de la persecución.

Todos los gobiernos intentan alinear a los periodistas. Desde el retorno de la democracia en 1983 nadie había atacado con tanto ensañamiento a los cronistas y a la libertad de prensa en la Argentina como el matrimonio Kirchner. El gobierno de Javier Milei está desafiando ese liderazgo de los Kirchner. Y resulta más extraño porque es un presidente que grita “Viva la libertad, carajo”.

En octubre del 2006, hace 19 años, escribí que había una libertad de prensa de bajas calorías, de baja intensidad. Lo pueden googlear. Fue tapa del diario “La Nación”.

Por eso Cristina y todos los que son citados ante la justica con pruebas muy contundentes de los delitos que cometieron, responsabilizan a la justicia y el periodismo que ahora llama: “sistema mediático hegemónico”.

Durante esos años de terror, muchos periodistas hicieron muy bien su trabajo. Investigaron, indagaron, buscaron fuentes, revelaron testimonios que luego se verificaron absolutamente. Ese es el periodismo que en el día del periodista hay que reivindicar. El que puede iluminar lo que el poder quiere ocultar. Y hablo de una mirada crítica hacia todos los poderes. El político y el económico. Y hacia todos los gobiernos. También hacia este gobierno de Milei, por supuesto.  Esa es nuestra función. La mirada crítica que duda de lo que dicen los funcionarios está en el ADN de nuestro maravilloso oficio. Los que chupan medias y se colocan las camisetas partidarias no son periodistas. Son propagandistas, militantes en el mejor de los casos, o corruptos que cobran fortunas por mirar para otro lado.

No hay que amordazar ni odiar al periodismo. Hay que valorar las buenas prácticas y extirpar a los que profanan los valores.

Los gobiernos no pueden ser una maquinaria publicitaria gigante ni un pelotón de fusilamiento de toda persona disidente del discurso oficial.

Hay muchas voces cobardes que no se levantan. Buscan un cargo en este gobierno. Hoy los periodistas estamos casi casi solos frente al tsunami libertario que ataca a varios de los mejores periodistas argentinos.

Se equivocaron los Kirchner y se equivocan los Milei si creen que los medios y periodistas que hacen oficialismo les van a resultar útiles. Aún los más fanáticos cristinistas o libertarios en algún momento se cansan de escuchar todo el día elogios y lisonjas.

En aquel momento hubo libertad, en este momento hay libertad, por supuesto De lo contrario, no podría haber dicho todo lo que dije. Pero fue una libertad vigilada, de bajas calorías y que todo el tiempo persiguió al que la ejerció. Hubo castigos de todo tipo: insultos desde los medios adictos y los grupos de tareas de la redes, agresiones callejeras , juicios en plazas públicas, afiches con caras de periodistas a las que se incitaba a escupir, escraches, aprietes a los dueños de los medios para que censuren o excluyan a tal o cual periodista, presión a los empresarios para que no pongan publicidad en los medios independientes, hostilidad desde la AFIP y los servicios de inteligencia, cero apertura informativa, no hubo ni conferencia de prensa. Estos son solamente algunos de los métodos que utilizaron.

Hoy Javier Milei y su gobierno deberían reflexionar y no cometer los mismos despropósitos. Por eso en el día del periodista vale la pena reafirmar la lucha por libertad absoluta. Para que nadie nos diga lo que tenemos que decir y para que nadie nos haga callar. El principal insumo del periodista es la libertad. Con libertad es posible hacer un periodismo bueno, malo o regular. Pero sin libertad, solo es posible la propaganda.

Hay que denunciar siempre a los que roban para la corona. No importa quien tenga puesta esa corona.

El periodismo no se vende. Ni se alquila. Ni la dignidad ni la libertad tiene precio. Feliz día a los verdaderos periodistas. Repudio a los alcahuetes de estado que mancillan nuestro hermoso oficio.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre