Cristina baila sobre el Titanic

154

Cristina baila sobre el Titanic. Y la orquesta kirchnerista sigue tocando. El Titanic es el Partido Justicialista que se está hundiendo después de la paliza electoral que les propinó el presidente Javier Milei este domingo.

Aunque parezca mentira, Cristina, que está presa por corrupción, es la presidenta de esa agrupación a nivel nacional. Y su hijo, el príncipe heredero Máximo, es el patrón de ese partido en su bastión de la provincia de Buenos Aires. Ambos tienen una altísima imagen negativa en la sociedad. Son los mariscales de la derrota, diría el fundador de ese partido, Juan Domingo Perón.

Por supuesto que no son los únicos responsables de que el Titanic justicialista se vaya a pique. Son varios. Podemos mencionar al gobernador bonaerense Axel Kicillof y toda una tripulación de impresentables jurásicos. O a Juan Grabois, el primer vocero de la noche en la que el Titanic chocó contra el iceberg libertario.

Hablé con varios peronistas de Perón y me dijeron que se están organizando para destituir de sus cargos a Cristina y Máximo. Dicen que tienen secuestrado al partido. Pero no confío del todo. Es difícil que eso se concrete porque le tienen pánico al látigo de Cristina. Si se animaron a hacer una pegatina sin firma contra los Kirchner en las paredes del Pejota.

Son muy claros. Exigen que devuelvan el partido a los peronistas y que no es una monarquía hereditaria.

Por ahora no se animan a más. Pero son conscientes de que hasta que el dogmatismo autoritario y corrupto que romantiza la insurrección de Montoneros no se retire, va a ser difícil que el partido recupere su antiguo vigor, su olfato popular y su capacidad para ganar elecciones.

El domingo se cumplieron 15 años de la muerte de Néstor Kirchner.

Fue el astuto constructor de un kirchnerismo que llegó a la presidencia en cuatro ocasiones. Primero Néstor, dos veces Cristina y luego la catástrofe de Alberto Fernández y Sergio Massa que dinamitaron el país con el peor gobierno de la historia.

Pero también fueron los cómplices de una asociación ilícita que robó al estado, es decir a todos nosotros, como nunca nadie había robado antes. Cristina heredó la jefatura política del kirchnerismo y la gerencia de la maquinaria de estafas, coimas y corrupción.

Fueron dos décadas en la que instalaron los peores valores. La mega corrupción colosal, sin antecedentes por su magnitud. Las relaciones carnales con los países que más violan los derechos humanos como la narco dictadura de Chávez y Maduro.

O la Cuba de los Castro y su pandilla, y hasta el vínculo societario con Irán, el país que más terroristas criminales ha sembrado en el planeta.

Se manejaron con superioridad moral. Combatieron el mérito y el esfuerzo individual, liberaron ladrones y criminales y convirtieron en víctimas a muchos victimarios autores de los peores delitos.

Por eso el derrotado candidato Jorge Taiana no se animó ni siquiera a decir que hoy hay en Venezuela una dictadura. Caradura, dijo que hay “una democracia con fallas”.

Por eso Cristina y Máximo jamás levantaron la voz para condenar la invasión terrorista de Hamas ni la violación de mujeres ni el asesinato de niños.

Por eso el usurpador de terrenos de Juan Grabois calificó de “gobierno de ocupación” a la actual administración.

Viven en los 70. Tienen las ideas congeladas en la violencia como partera de la historia. En la campaña quisieron viralizar una consigna de hace 80 años. Braden o Perón. Trump o Milei, Y les salió el tiro por la culata. Hoy la mayoría de los jóvenes mira con admiración y pragmatismo a los Estados Unidos y no utilizan el concepto de imperialismo. Se quedaron en el 45, diría Carlos Menem. Lo de Grabois deja de ser trágicómico para transformarse en peligroso. Habló varias veces de voltear a Milei, de que iba a correr sangre.

Si el considera que este es un gobierno de ocupación, la pregunta es como se dispone a combatirlo. ¿Con más violencia callejera?

Varios intendentes bonaerenses se tuvieron que tragar el sapo de llevar a Grabois en la lista. Lo desprecian. Ni siquiera lo consideran peronista. Lo ven más cerca del trotskismo. Pero Cristina lo hizo. Y dejó afuera a muchos dirigentes representativos de los territorios. Esa es una y solo una, de las facturas que se están cruzando a esta hora. El intendente de Ezeiza, Gastón Granados, ganador en las urnas, dijo que los dirigentes nacionales deberían comprender que los votos son de los intendentes.

Cristina los dejó afuera porque privilegió a sus chupamedias de baja representatividad como Hugo Yasky. La reina Cristina manejó al partido como una monarquía hereditaria o como una pyme familiar, como dijo Gustavo Sáenz el gobernador de Salta.

Dicen los que la frecuentan que esa noche, Cristina, bailó en su balcón para la tele y las fotos como una manera de despegarse del fracaso. Tiro por elevación a Axel Kicillof a quien llamó “Chiquitín” en su momento.

Mayra Mendoza, la más fanática cristinista posteó rápidamente: “Cristina tenía razón”. Es lo que repiten todos. Que desdoblar las elecciones iba a despertar el aluvión de votos anti K y los intendentes no iban a esforzarse demasiado porque no se sienten del todo representados por esas listas que bautizaron “el tren fantasma”. Y eso fue lo que ocurrió.

El movimiento político mayoritario en la Argentina, es el anti kirchnerismo. Es plural y diverso. Hay anti K de todos los colores, de izquierda, de centro y de derecha. Reaccionan con contundencia cuando sienten el peligro del regreso al poder de la mafia del kirchnerismo. Y eso fue lo que ocurrió.

Esa bronca contra Kicillof y esa desorientación, se transformó en un festival de gestos extraños de Máximo Kirchner en el escenario.

La verdad es que esos casi 9 millones y medio de votos de las fuerzas de Milei se expresaron más por espanto a Cristina que por amor al León.

Fue una verdadera hecatombe para el peronismo. En la Ciudad de Buenos Aires perdieron en todos los barrios. En la provincia solamente ganaron en 36 de los 135 distritos. Y en el resto del país hicieron una de las peores elecciones de su historia. El 10 de diciembre, solo tendrán 28 senadores nacionales. Nunca el peronismo fue tan débil en la Cámara Alta que siempre fue el freno para las buenas leyes y el apoyo a la impunidad para los delincuentes.

El peronismo fue perdiendo identidad. Se identifican con esa camiseta, desde personajes de ideas musolinianas como Santiago Cúneo, Alberto Samid o Guillermo Moreno hasta ultra izquierdistas antisemitas defensores de Irán como Luis D’ Elía y compañía.

Mientras tanto, Cristina baila en el Titanic.