Cristina, la jefa de la violencia

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Vandalizar la casa de un diputado como José Luis Espert es patoterismo fascista.

Destruir parte de las instalaciones de TN y canal 13, es típico de los violentos y autoritarios que solo creen en la democracia cuando ellos ganan las elecciones.

Agarrar a trompadas y patadas a militantes de La Libertad Avanza como pasó en Junín, es el último recurso de las mafias que apoyan a la más grande ladrona de estado que haya pisado esta tierra: Cristina Fernández de Kirchner.

Atacar a un puñado de estudiantes mileístas en la Facultad de Derecho es profanar una alta casa de estudios donde se deben aprender y discutir ideas. Los muchachos de la Juventud Universitaria Peronista creen con fanatismo que pegando puñetazos y rompiendo afiches, van a conseguir apoyo a sus ideas jurásicas para liberar a la condenada Cristina. Se autoperciben revolucionarios, pero son un grupúsculo de violadores de las normas de convivencia democrática.

Arrojar piedras al paso de una caravana donde está el presidente de la Nación y tratar de evitar que haga campaña electoral como ocurrió en Lomas de Zamora es típico de los señores feudales que se creen dueño de sus territorios y de toda la Argentina.

Escupir y agredir a Karina Milei y al presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem en Corrientes, es un atropello a la libertad de expresión y un delito que debe ser castigado como corresponde.

La responsable y autora intelectual de esta escalada de furia beligerante no es otra que la reina Cristina. El salvajismo con la que actúan sus soldados de La Cámpora, también lo involucra a su hijo, el príncipe heredero, Máximo Kirchner.

Cristina entró en la fase “desesperación”. Porque no puede ser candidata a nada de por vida. Porque su carrera política entró en la curva final. Porque la tobillera le recuerda todos los días que está presa en su domicilio y no puede ir ni a la esquina. Porque tiene que devolver la millonada de dólares que robó en el poder. Por eso, perdido por perdido, está apostando a patear el tablero de la democracia. A pudrir todo, como dicen los chicos.

El desastre que hicieron los malandras que entraron por la fuerza a la propiedad privada del edificio de Canal 13 y TN fue ejecutado por altos dirigentes que incluso fueron funcionarios. No fueron fieritas ni marginales. Lideró la banda el lugarteniente de Wado de Pedro, que a su vez es el lugarteniente de Máximo. Ninguno de los vándalos haría semejante cosa sin consultar a Wado, en ese verticalismo castrense que los caracteriza. Y Wado no haría una movida de esa magnitud sin la venia de o la orden de Cristina.

El estiércol que tiraron en la puerta de la casa familiar de Espert fue directamente musoliniano. Más allá de lo que se opine de Espert. No importa la camiseta partidaria ni el nombre de la víctima ni del victimario. Ir a la casa de un rival político a generar esa repugnante acción, es una provocación imperdonable. Nadie debe ir a la casa del adversario. Es una incitación a la violencia colectiva que recuerda las peores épocas de la humanidad. Si los camporistas quieren protestar, escrachar o manifestar sus críticas lo tienen que hacer en los lugares institucionales; el parlamento, un edificio partidario, la plaza, el Congreso. Pero ir a buscar al rival a su casa es prender una mecha que produce un incendio muy difícil de apagar.

Una de las reglas básicas de la convivencia democrática es esa: a los domicilios no se va. Y la otra de sentido común es que no se deben hacer contra marchas o ir a sabotear los actos del otro partido. Si quieren repudiar a Milei que lo hagan con toda libertad. Están en todo su derecho. Pero deben hacer un acto propio. Ir a romper la caravana o la caminata o el acto del rival es provocar para  lograr una reacción igualmente grave. Los kirchneristas ya deberían saberlo. ¿Se imaginan que pasaría si los libertarios o los del PRO hacen un acto en la puerta de la casa de Cristina? ¿Les parecería legítimo que cientos o miles de personas vayan a San José 1111 para gritarle “chorra, devolvé lo que te robaste”? Jamás se debe hacer semejante brutalidad. No lo deben hacer ni los peronistas ni los radicales, ni la izquierda ni los mileístas. Nadie. La democracia y la paz social es una joya republicana que debemos defender entre todos.

Un párrafo aparte para un sector de la sociedad. Porque no existen políticos demoníacos con sociedades angelicales.  Federico Otermin, el intendente de Lomas de Zamora, justificó a los violentos preguntando “¿Qué esperaban que ocurriera? Uno espera que ocurra lo normal en un país civilizado. Que no pase nada cuando cualquier partido o sector social se exprese con protestas pacíficas  o con actos proselitistas. Pero Lomas de Zamora en particular y la Tercera Sección Electoral en general, es un coto de caza de lo más corrupto de la política y de los que no trabajan para el bienestar de su pueblo. Solo basta recorrer algunos barrios de Lomas o La Matanza para ver el atraso, la falta de cloacas, de asfalto y de seguridad, entre otras cosas.

El capanga de ese distrito todavía es el mega corrupto Martín Insauralde. Está en la clandestinidad después de tripular un yate llamado coherentemente “bandido”. Se hizo acompañar por una voluptuosa profesional y se la pasó de joda, meta champagne y ostras con el dinero de los lomenses. Todo el mundo sabe que las coimas del juego son parte del botín de esos personajes nefastos. De hecho Insaurralde no apareció nunca más. Tal vez por vergüenza no sale ni a la calle. Se auto impuso una prisión domiciliaria. En las elecciones dejó como delfín a Otermín que ganó por paliza, casi con el 50% de los votos. Esto me lleva a una reflexión: la ética y la honradez no son valores que defienda una parte de la población. Votar a Cristina en su momento. Votar al heredero de  Insaurralde nos habla de eso. De un deterioro social de una profundidad muy grande.

Cristina sabe que todas las limitaciones que tiene ahora como castigo por su mega corrupción van a ser pocas en los próximos meses. Se vienen juicios tremendos en causas más graves y  con muchas más pruebas que Vialidad. Por lo tanto ella espera y desespera porque se vienen más años de condena. Y por eso quiere voltear a este gobierno. Por eso no repudió ni una sola vez todos los hechos de violencia que estamos comentado. Porque ella fogonea este tipo de ataques que hacen tóxico el clima de esta débil democracia.

Es insólito que Cristina se queje por la corrupción de este gobierno y niegue el más grande latrocinio cometido por ella en ejercicio de la cleptocracia. Por eso ahora, apuesta a la violencia, al caos y la destrucción. Ya no tiene nada que perder. Y de nosotros depende que llegue su fin de ciclo y podamos pasar la página de la historia. Nada bueno hizo el kirchnerismo por la Argentina. Su falta de moral es gigantesca. Y sus ideas envejecieron tanto que se caen a pedazos. Hay que construir algo nuevo. Nada garantiza que sea mejor. Pero hay que intentarlo.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre