Francella es el Messi de los actores

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El jefe de gabinete, Guillermo Francos dio un paso más y, además de elogiar la película de su tocayo, Guillermo Francella, fue muy duro contra Pablo Echarri. Dijo textualmente: “cuando escucho a Echarri me pregunto: ¿Quién se cree? ¿Dueño de qué? ¿Dueño de la verdad cultural de la Argentina? El califica quienes son democráticos y quiénes, no. Es como una especie de cancelación a la oposición de sus ideas. Creo que esa etapa ya está superada en la Argentina”.

El actor, un defensor acérrimo de la condenada por corrupción Cristina Fernández de Kirchner, fue el que más duro atacó a Francella. Le dijo burro y que es un ignorante o una mala persona.

Francella había dicho una verdad que comparten una gran mayoría de los argentinos. Que a él no le gustan esas películas que le dan la espalda al público y que reciben más premios que los espectadores que convocan. No mencionó ningún ejemplo pero en las redes se encargaron de recordar que una película de Echarri llamada con sinceridad brutal “El Kiosco” batió un record vergonzoso. Recibió del INCAA 100 dólares por cada espectador. El Instituto Nacional de Cine y Arte Audiovisual le entregó 120 mil dólares y el kiosco solo sumó 1.200 espectadores. Un verdadero despropósito.

Por el contrario, Homo Argentum, la brillante película de Gastón Duprat y Mariano Cohn lleva 527.879 mil entradas vendidas en cinco días. Un promedio de más de 100 mil espectadores por día.

Esto significa que el film va camino a convertirse en uno de los mayores éxitos de taquilla de la historia del cine. Y eso que este es un momento en el que hay un consenso que dice: “la gente ya no va al cine”.

La cantidad de espectadores no siempre habla de la calidad, por supuesto. Yo no soy un crítico de cine y por lo tanto mi opinión solo sirve como un ciudadano que disfrutó al máximo cada una de los 16 capítulos que tiene Homo Argentum. En casi todas las salas la gente se pone de pié y aplaude al final. Porque se entretiene, se emociona, se ríe y hasta tienen elementos para reflexionar sobre algunos de los valores nefastos que instaló el kirchnerismo y la cultura de la ultraizquierda en decadencia. Eso se llama cine. Cine de alto nivel técnico.

La actuación de Francella lo consolida definitivamente como el mejor actor argentino. Su desempeño llega a la cima de sus posibilidades porque comunica con sensibilidad con pequeños gestos y tonos de voz. En términos futbolísticos, Francella, “la rompe”. El doctor Carlos Ruckauf lo definió con una comparación que va en ese sentido cuando dijo: “Francella es el Messi de los actores”.

La comparación me pareció atinada. Porque ambos son argentinos en la cumbre de sus capacidades. Pero también desnuda que el kirchnerismo chavista y corrupto, desprecia por igual a Francella y Messi. Seguramente hay envidia, mediocridad y resentimiento. Porque odian a los exitosos que ganan su dinero con honradez y no se arrodillan ante el kirchnerismo. Los más salvajes llegaron a acusar de desclasados a los campeones mundiales, de millonarios sin sensibilidad. Ayer, dos señoras de casi nula credibilidad, acusaron a Francella de “apátrida” y de ser “empleado del establishment audiovisual, sin muchas luces y que por eso no es un artista”.

Parece mentira pero es verdad. ¿Cómo son capaces de utilizar esa terminología?

Apátrida y empleado del establishment. Y eso que ninguna de ellas es Magdalena Ruiz Guiñazú ni Norma Aleandro.

El ladri progresismo en su ocaso no tolera haber perdido el gobierno ni la hegemonía o la iniciativa cultural. No terminan de comprender la etapa que estamos atravesando. Gran parte de la derrota electoral fue porque un sector importante de la sociedad estaba harto de la superioridad moral de estos muchachos. Hablaban con la “e”, defendían solamente a las mujeres de su espacio y levantaban el dedito mientras disfrutaban elogiando a dictaduras como Venezuela y Cuba y bancando a la más grande ladrona que tuvo la Argentina hasta ahora.

Hay una cápsula ideológica jurásica que se niega a abandonar sus privilegios en el mundo de la cultura donde todavía son mayoría.  De hecho el INCAA se cansó de repartir fortunas entre sus amigos y militantes que hacían bodrios que denominaban cine arte.

Ojo, yo creo que es bueno que un país tenga un cine experimental y de búsqueda. Será el semillero de los grandes realizadores. Pero ese dinero que es de los espectadores, se debe otorgar con sentido profesional para premiar la innovación y los jóvenes valores.

Pero si está integrado por militantes para darle dinero a otros militantes es la consagración de una estafa al público. Es una malversación del objetivo del INCAA. Los Kirchner hicieron desastres en este plano. El que más impacto generó fue un acuerdo por afuera del INCAA y con un convenio con una universidad en la que Julio de Vido favoreció a Andrea del Boca para producir una serie llamada “Mamá Corazón” que nunca se emitió.

 Una suerte de Lázaro Báez del mundo del espectáculo. La justicia avanza y tanto de Vido como Andrea del Boca están imputados en esa causa.

Nuestro cine tiene talentos respetados, lúcidos y honestos como Juan José Campanella, Oscar Martínez o Luis Brandoni que defendió a Francella y dijo una frase demoledora: “Las películas no contagian”.

 En “El secreto de sus ojos”, Campanella juntó a dos actores brillantes que hoy están en veredas distintas: “Francella y Ricardo Darín”. Y ganaron el Oscar.

Tal vez ese sea el camino. Saltar la grieta, valorar a cada uno por sus capacidades y méritos y dejar de lado a los que viven encerrados en un ideologismo reaccionario que idolatra a delincuentes y fracasados. Este país ya tuvo y tiene demasiados delincuentes. Y demasiados fracasados. El arte debe convivir con la industria.

El pueblo argentino se merece otro país. Los trabajadores del cine se merecen otro tipo de películas que convoquen a las multitudes y generen mucho empleo de calidad. Bienvenido el cine de masas con gran inversión privada. Basta de panfletos dogmáticos financiados con el dinero de todos.

Editorial de Alfredo Leuco en El diario de Leuco por LN+