Pinky, la que parió la televisión

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Hoy Lidia cumple 87 años. Y una vez más le quiero hacer un humilde homenaje. La historia de vida de Lidia es de las más increíbles y novelescas que yo conozca. Habría que hacer una miniserie para Netflix.

Lidia nació en San Justo, en el corazón de La Matanza. A los 12 años ya trabajaba en los talleres textiles. Era traviesa y desafiante. Tenía una belleza y una personalidad difícil de igualar. Hija de Epifanio y Concepción, a los 15 años, sus padres la echaron de la casa. Pobre Lidia, encontró consuelo y refugio en la casa de una amiga del barrio: Ana Cohen.

A los 20 años debutó en la televisión y en poco tiempo se hizo muy famosa. Lidia Elsa Satragno pasó a ser Pinky. Así la bautizó un colega en referencia a lo rosado de su piel. Y comenzó a parir una leyenda a la que se  conoce como “La Señora Televisión”. A los 23 años estaba en la cima. Fue declarada la mujer del año y tuvo la posibilidad de cenar con el canciller alemán Konrad Adenauer y con el alcalde Willy Brandt en Alemania. Entrevistó a Arturo Frondizi y esa fue la primera vez que un ex presidente argentino aparecía en vivo y en directo en la televisión.

Presentó espectáculos en el Lincoln Center y en el Carnegie Hall de Nueva York. Hizo muchas obras de teatro absolutamente exitosas. Nadie olvidará aquella pieza de Neil Simon llamada “Prisioneros en la ciudad” con Pinky bajo la dirección de la legendaria Alejandra Boero.

Pinky siempre fue una estrella por su rostro y su estampa incomparables y por su cerebro repleto de neuronas. A Juan Manuel Fangio, de chiquita, le regaló un trébol de 4 hojas para que tuviera suerte en las carreras. Fue en el club Huracán de San Justo que presidía su padre. Fangio era una gran promesa, pero todavía no había ganado ni uno de los 5 títulos de campeón de mundo que logró.

Pinky era modelo, presentadora publicitaria, locutora, conductora de radio y tele y actriz. Vale la pena ver la película “la Caída” en la que fue dirigida por el genio de Leopoldo Torres Nilson.

Pinky sufrió todos los males del mundo y también pudo disfrutar de todos los placeres y reconocimientos.

El romance con Paul Newman que la alentó para ser fuerte y ni siquiera pensar en un suicidio como se le había cruzado alguna vez por su cabeza. Siempre tenía que combatir sus depresiones. Ayudaron el galanteo de Antonhy Quinn o la romántica actitud de Omar Shariff. Nadie podía dejar de mirar y admirar a Pinky.

Era y es una diosa y una genia, como dirían hoy los muchachos.

Tuvo pérdidas brutales. Su hermana Noemí que falleció muy joven, su adorado hijo Leonardo que murió de cáncer hace tres años y su gran amigo del alma, Héctor Ricardo García el talento que inventó Crónica.

Además de Leonardo que le dejó de herencia dos nietos maravillosos como Isidoro y Miranda, también tuvo a Gastón con el Negro Raúl Lavié, con quien además de casarse tuvo uno de los amores más volcánicos de su existencia. En la actualidad, todavía se ven y se quieren. Su hermanita, Raquel Satragno también tuvo años rutilantes como modelo tanto en pasarelas como en la tele.

Y en su regreso a la televisión pública fue acompañada hasta, que volvió al aire, por su admirado y referente político, Rodolfo Terragno, ex embajador ante la Unesco que vino especialmente desde Paris. Al final del mandato de Mauricio Macri, Pinky compartió uno café con el ex presidente. Los unió el aprecio y el respeto.

 Tonino, el tío de Macri, decía que Pinky había tenido en brazos a Mauricio cuando era poco menos que un bebe. Es que los Macri eran de San Justo y todos se conocían. Sobre todo cuando Franco, maltratado y subestimado por su padre, se fue de su casa a trabajar como peón en las obras en construcción.

Ella siempre fue muy fuerte. Pero con una salud muy débil. Dice sin bromear que tuvo cáncer hasta en la oreja. Que tuvo que andar en silla de ruedas por un problema de motricidad y que cuando fue diputada nacional, se amargó tanto, la persiguieron tanto que hizo una trombosis y casi se muere.

Su paso por el Congreso lo define como “uno de los momentos más brillantes y podridos de su vida”. No quiso una jubilación de privilegio y se le fue tanto dinero para atender la fragilidad de su salud que tuvo que vender algunas obras de arte y recuerdos que tenía para  poder pagar las cuentas. Había perdido hasta la medicina prepaga. Eso se llama honradez para honrar la vida.

Estuvo tantas veces tan grave que Pinky suele definir su vida como “un ensayo general para la muerte”.

Siempre combatió y despreció a los autoritarios y por eso recuerda como “un día siniestro” cuando le tuvo que tomar juramento a Néstor Kirchner en la Cámara Baja. La tenían amenazada, le hacían la vida imposible. La Cámpora le cantaba barbaridades desde las galerías del Congreso. Su hijo Gastón contó que toda la familia fue perseguida durante el kirchnerismo.

Pinky estuvo a punto de ser intendente de La Matanza por consejo de Terragno y con la boleta de la Alianza. Algunos dicen que le robaron la elección, ¿Se imagina que hubiera sido de La Matanza gobernada por las manos limpias y la capacidad de Pinky? ¿Las mafias la hubieran dejado hacer lo que había que hacer? Nunca lo sabremos.

Pinky atravesó durante la dictadura dos momentos que la marcaron a fuego. Una vez que le dijo que no a Ramón Camps,  el general más sanguinario, y él le contestó que la iba a tirar en un zanjón como represalia. Y después, el tema de aquel programa de las “24 horas por Malvinas”. Al principio ella se negó, pero después Cacho Fontana la convenció con un argumento demoledor: “vamos a juntar fondos para los soldaditos que sufren y necesitan de todo”. En el corto plazo, todos nos enteramos que la jerarquía militar y algunos intermediarios se robaron gran parte de las joyas y los bienes que el pueblo argentino había donado generosamente.

Lidia había debutado a los 20 años en el canal 7. Fue la encargada de presentar la transición entre la televisión de blanco y negro a color. Ese día estaba refulgente y con una gran emoción al comprender ese momento histórico para la industria del entretenimiento y la cultura.

Jamás olvidará aquel camarín número 16, esos estudios que ella considera un lugar sagrado y el único consejo que le dieron un minuto antes de arrancar: “Vos hablá, cuando se prenda la luz colorada.” Y, así fue construyendo ese entrañable edificio humano llamado Pinky. Una catedral venerable, pura ética y cultura. Es la madre fundadora de la televisión argentina. Se cansó de hacer éxitos.

Lidia se hizo Pinky en las pantallas que entraban a nuestros hogares. Fue tan titánica su tarea y su aporte que se convirtió en un pedazo grande de nuestra historia. Lidia fue primero Pinky y después la Señora Televisión. Feliz cumpleaños para todas esas maravillosas mujeres argentinas que, como mamushkas, conviven en el cuerpo de Pinky. Y ojalá que semejantes mujeres sigan siendo muy felices. Se lo merecen. Se  lo ganaron en buena ley.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio MItre