La Navidad florece con Margarita

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Margarita Barrientos no se rinde. Jamás baja los brazos. Hace florecer navidades en todos los hogares humildes a los que llega. Tiene una energía poderosa. Nada la detiene. Ni el horror criminal de la pandemia, ni los ataques políticos que tratan de mezclarla en discusiones que no son de su interés. Ella no se mete en cuestiones partidarias. Recibe toda la ayuda que pueda porque es infinito el desierto de necesidades básicas insatisfechas. Los números de la pobreza extrema y el hambre hablan por sí solos.

Está en plena campaña para replicar en Santiago del Estero su experiencia maravillosa de Los Piletones. Acaban de mandar un camión lleno de alimentos y ropa. Ya está en marcha un centro de salud, absolutamente gratis, con remedios y todo en la farmacia comunitaria. Recibe mucha ayuda de empresas y ciudadanos de a pie. Mucha ayuda, pero nunca la suficiente. Inauguraron un jardín de infantes donde 300 changuitos van a recibir educación temprana y un cuidado nutricional para combatir el bajo peso. Era un sueño de aquella Margarita que un día partió del Santiago profundo a buscar su destino en las manos humildes de los demás. Los talleres de oficios para afrontar las búsquedas laborales funcionan a la perfección. Los abuelos tienen sus médicos y su contención afectiva las 24 horas. Nissan les regaló una camioneta y eso les permite entrar a los montes más complicados y a las escuelas rurales con la alegría de un pan dulce y mucho más.

Tal vez el ministro Daniel Arroyo no lo sepa, pero la Fundación de Margarita está tratando de renovar un convenio que le da trabajo en Añatuya a 60 familias. Todavía no se firmó. Pero tal vez se pueda avanzar. No hay ideología ni grieta ahí. Hay necesidades y gente dispuesta a poner el cuerpo para instalar la solidaridad efectiva.

En el histórico comedor de Los Piletones se nota como la pandemia y la cuarentena multiplicaron la concurrencia. Es que el trabajo doméstico y el de los albañiles que hacen changas, fueron de los más afectados por el freno económico.

Pero Margarita no se rinde. Como siempre, la madre Teresa del Bajo Flores lo da todo a cambio de nada.

Es una luchadora social gigantesca, es la Navidad misma.

Mucha gente la conoce pero mucha más gente debería conocerla, admirarla y seguir su ejemplo. Margarita Barrientos resume en su vida y obra, todos los valores navideños. El nacimiento permanente de milagros y esperanzas. La mano solidaria tendida en forma permanente. Y la capacidad de hacer todos los días algo que mejore la calidad de vida de sus vecinos con una sonrisa luminosa y una energía inagotable. 

Insisto. Pocas personas resumen tanto en su figura los valores de la Navidad. Muchos la conocen. Pretendo que muchos más la conozcan Y por eso no me canso de contar y difundir su epopeya cotidiana.

El  comedor Los Piletones  es un esfuerzo titánico de Margarita Barrientos. Hoy es mucho más que un comedor donde se alimentan miles de  hermanos argentinos necesitados. Es un complejo solidario que hoy tiene guardería, un centro de jubilados, consultorios médicos, una biblioteca donde hay clases para apoyar a los chicos, un taller de costura y hasta una veterinaria. En los últimos tiempos y como parte de su combate frontal contra la exclusión y la droga, inauguraron una escuela de carpintería que enseña un oficio y que además, fabrica los muebles que se utilizan en este faro de la fraternidad instalado atrás de la cancha de San Lorenzo.

No me canso de repetir que Margarita es un símbolo de la Argentina que florece. Ella tiene nombre de flor y es la más bella del barrio. Es la amada Margarita Barrientos. Ella tiene mucho que ver con mi historia periodística y hasta con la de mi hijo al que llevé desde muy chico a conocer ese mundo real que muchos quieren ocultar.

 Margarita Barrientos a esta altura es un ejemplo del tipo de líderes sociales que necesitamos. Humilde, alegre, de las imprescindibles. Tiene 10 hijos a los que les enseña a valorar la vida y a pelear para progresar. A veces se le escapan las lágrimas más cristalinas que  he visto. Son llantos del duelo cuando recuerda a Isidro, su esposo fallecido. El comedor que Margarita inauguró en su tierra natal, en Añatuya, lleva su nombre: “Isidro Antúnez”.

¿Se acuerda? A Isidro le faltaba un brazo pero le sobraba un corazón. ¿Se acuerda como fue el tema, no? Isidro estaba trabajando con un tractor y en un accidente se le cayó encima y eso le hizo perder un brazo. Pero estuvo apuntalando a Margarita desde siempre. Andaba con la camioneta de acá para allá trayendo donaciones, buscando materiales de construcción.

 Porque si algo extraordinario pasa en el comedor los Piletones de Margarita es que siempre se está construyendo, en todos los sentidos de la palabra. Siempre hay ladrillos para levantar una nueva utopía. Cuando la Argentina se caía a pedazos en el 2.001 y todo se destruía yo fui a Los Piletones para ver que necesitaban, como podía ayudar. Y ellos estaban construyendo. Además en ese lugar se remonta la esperanza. Se planifica el horizonte. Se ofrece afecto, abrazos, educación, contención y dos platos de comida caliente.

Hace 24 años que Margarita viene curando las heridas más profundas de los más pobres de los pobres. Trata de ayudar a dignificarlos. No le piden que vayan a ninguna marcha, no los obliga a votar a ningún candidato.

Las injusticias y las adversidades le han pegado siempre en el pecho y Margarita siempre respondió con más esfuerzo y con más alegría. Margarita es la cocinera de los milagros. La que prepara todos los días, con sus manos generosas y su mirada limpia el sabroso milagro de un desayuno, un almuerzo y una cena para miles de vecinos, sobre todo chicos y abuelos de la villa. Cada vez que recibe una donación ella lo transforma en ayuda a sus semejantes. Sabe que hacer el bien hace bien y mucho más si se lo hace sin mirar a quien. El escudo de Margarita es el delantal.

No se lo saca nunca. Siempre está cocinando, o comprando o limpiando. ¿Qué lleva a una persona a ser solidaria hasta los huesos? A dar hasta que duela como decía la Margarita Barrientos de Calcuta. Y allí está, edificando un futuro para sus hijos y para sus vecinos. A media hora del obelisco como si estuviera en medio del Impenetrable. Cuidando las garrafas como si fueran de oro y la manteca y dulce de batata como si fueran lujos de príncipes.

Permítame y disculpe que saque pecho y le recuerde uno de los sucesos que más orgullo me provocan de mi oficio de periodista. Fue un hecho mágico y maravilloso que ocurrió con Margarita en este programa. Un día le hicimos una entrevista como tantas. Pero los diarios habían publicado que Baltazar Garzón,  el ex juez español, estaba cobrando del gobierno de Cristina 70 mil pesos (de aquella época) por mes como asesor en Derechos Humanos. Se nos ocurrió preguntarle a Margarita que haría ella con tanto dinero. Y confesó que su sueño era construir un Centro de Atención para las Víctimas de Violencia Familiar. Como Margarita siempre piensa en los que más sufren, se acordó de tantas mujeres que por las noches llegan a su casa pidiendo auxilio frente a los golpes brutales de sus maridos, muchas veces borrachos. Como siempre, los gravísimos problemas de la marginalidad y la exclusión, Margarita los vive en carne propia. Nadie le tiene que contar que es lo que pasa con los excluidos. Es ella la que pone el cuerpo cuando llega una mujer llorando, con sangre en su rostro, cargando uno o varios chicos y que pide protección. Muchas veces Margarita no se da cuenta pero evita que haya asesinatos. Una vez ella misma sacó a cachetazos limpios a un hijo de puta que quería seguir trompeando a su esposa. Margarita, su cuerpo, su coraje, su conciencia es un refugio para los más débiles y para las víctimas de ese despreciable delito que es la violencia de género. Por eso ella soñaba con un refugio. Y ese sueño se convirtió en realidad por el milagro de la radio y la generosidad. Emilio Quesada, un empresario español que se casó con una argentina y se quedó para siempre resolvió donarle ese edificio. No se imaginan lo que es ese lugar. Con todas las comodidades y necesidades satisfechas para contener y proteger a la mujer golpeada. Otro sueño de Margarita hecho realidad. Margarita ya tiene un lugar en el mundo para las mujeres de la villa cuya vida era un calvario.

La luz se hizo. El milagro de la esperanza no cayó del cielo. Fue construido por hombres y mujeres que aman a su prójimo como a sí mismos. Ella sabe desde la cuna lo que es el dolor y el horror. Le pasó de todo allá, en el fondo de Santiago del Estero. Su madre murió temprano. Su padre los abandonó y eran once hermanos. Eso suele pasar demasiado seguido en los subsuelos de la patria. Margarita sabe desde la cuna lo que es el hambre y lo que provoca. No se lo contó nadie. Sabe muy bien cuando la panza duele porque está vacía. Se sienten como cuchillos invisibles que se clavan. Por eso hace lo que hace. Lo hace porque sueña con un país donde nunca más nadie sienta esos dolores quemantes de la exclusión. Hace mucho tiempo viene lavando nuestras miserias y nuestros pecados en los piletones del Bajo Flores. Está lejos de Calcuta y muy cerca de las necesidades más profundas de sus prójimos. Ella los ama como a sí misma. Es la responsable de que todos los días haya un nacimiento de ilusiones. Por eso es la Navidad en persona. Mama Noel. Se llama Margarita y es una flor que nos perfuma la vida. La flor más bella.

Telefono: 4919 1333

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@barrientosmargarita.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre