Falso testimonio, con las manos en la Massa

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Sergio Massa, al igual que Alberto Fernández, mintió descaradamente ante la justicia. Ambos fueron fiscales acusadores de Cristina cuando estaban en el llano, luego convocados como testigos por ella y al final, se convirtieron en abogados defensores de la jefa de la corrupción de estado más colosal de la historia democrática.

“No me consta, no fueron hechos judiciables”, dijo el presidente de la Nación sin que se le cayera la cara de vergüenza. La complicidad con Lázaro Báez fue y es más que evidente. Lázaro, amigo, testaferro, socio, empleado y cómplice de los Kirchner se enriqueció ilegalmente junto al matrimonio presidencial. Se está juzgando a Cristina como jefa de una asociación ilícita que defraudó a estado. La fiscalía dice tener probados sobre precios del 65%, que Lázaro no tenía capacidad técnica para afrontar esas obras y que la mitad no fueron terminadas.

Sergio Massa tuvo estómago para decir, muy suelto de cuerpo, algo similar a Alberto: “No recibí ninguna orden”. Se refería al direccionamiento de 51 licitaciones viales que llegaron por un dinero ducto al bolsillo de Báez por la friolera de 46 mil millones de pesos de aquella época. Los abogados de Cristina y Báez tiraron centros y Massa los cabeceó a todos.

El prestigioso constitucionalista Daniel Sabsay había dicho, en el caso de Alberto que podría haber cometido los delitos de “encubrimiento y falso testimonio o abuso de poder”. Pero tanto Fernández como Massa cayeron en falsedades flagrantes que mancharon sus manos y los convirtieron en cómplices del latrocinio.

Pocos gobiernos como los cuatro kirchneristas han violado y atacado más las instituciones republicanas.

Massa no tiene autoridad moral para fingir moderación y proponer dialogo, cuando es parte de un gobierno agresivo que quiere instalar un nacional populismo autoritario por 20 años.

Massa, nuevamente está reformateando su perfil. Su anterior personaje perdió muchísimo apoyo. Se nota en todas las encuestas y en las redes. Es que se vendió como una persona que iba a moderar la locura chavista de Cristina. Se ofreció como un reaseguro de la defensa de la racionalidad capitalista, de la clase media y de la lucha contra la inseguridad, pero, su alianza con Cristina y su guardia de hierro, La Cámpora, lo vació de credibilidad. Apostó durante un tiempo a diferenciarse tibiamente de los K, pero los K no te lo permiten. Para ellos no existe la autonomía de pensamiento. Una de dos: sos amigo o enemigo. Esa jugada, tampoco le salió bien a Massa.

Massa hizo de la mentira una militancia.

Son datos de la realidad. Un sector de la sociedad y de los periodistas compró esa falsa postura de Massa y ahora, prefieren olvidar todo lo que dijo y lo que hizo. ¿Se acuerda de aquel discurso en voz alta, en la cancha de Vélez, cuando garantizó que iba a barrer a los ñoquis camporistas?

Los definió como “parásitos que están tomando el control del estado”. Hoy es el principal socio (y cómplice) de Máximo Kirchner, el comandante en jefe de la Orga.

Hoy, no solamente no barrió a ningún ñoqui. Se puso una fábrica de pastas con Máximo.

¿Se acuerda cuando propuso ponerle fin a los corruptos?

Hoy es un guarda espaldas de la impunidad de Cristina, sus hijos y los integrantes del Cártel de los Pingüinos. Una banda de millonarios y no precisamente porque sean de Ríver.

Hoy Sergio Tomás Massa es más cristinista que Cristina. Y la banda millonaria le pide todos los días una prueba de amor. Es que no terminan de confiar en su palabra. Y hacen muy bien. La palabra de Sergio Massa está hecha añicos, igual que la de Alberto Fernández.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre