El peor día de Alberto Fernández de Kirchner

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Ya se cumplieron seis meses de su gobierno. Sin embargo ayer fue el peor día de Alberto Fernández de Kirchner.
El régimen vice presidencial, como lo definió el constitucionalista Daniel Sabsay, sufrió varias derrotas políticas. Muy temprano en esta radio, el ministro Matías Kulfas fue sometido a una verdadera paliza intelectual por Marcelo Longobardi. El funcionario cometió la burrada de dar a entender que la actividad agropecuaria es un recurso natural. De esa manera, demostró una ignorancia absoluta de lo que es la esforzada e innovadora producción del campo, el sector más competitivo de la Argentina.

El ex ministro de Agricultura, Luis Etchevehere salió a cruzarlo y ponerlo en evidencia con mucha ironía, anoche en mi programa de TN. Se preguntó si Kulfas cree que hay manantiales de leche, canteras de soja o yacimientos de maíz.

El anuncio de la expropiación de Vicentín se convirtió en un auto atentado político. Generó un verdadero terremoto por donde se lo mire. Primero, el presidente formal, Alberto y su jefe de gabinete, salieron a dar explicaciones, casi como mendigando comprensión. “Yo soy el que tomó la decisión, no Cristina” le decía Alberto a los cuatro vientos. Esta expropiación “es excepcional. No vamos a expropiar otras empresas que estén concursadas”, dijeron ambos.

Si tienen que dar tantas explicaciones es porque tienen la palabra más devaluada que el peso. Alberto a esta altura es muy poco creíble. Es como el tero, pega el grito en un lado y pone el huevo en el otro. Fue demasiado obvio lo que ocurrió a la vista de todos. Amado Boudou le anunció a un periodista empleado de los K, que se venía la expropiación de Vicentín. Un grupo de setentistas sin votos emitió un documento sobre el tema.

Y después la senadora mendocina que es una de la principales operadoras de Cristina le agradeció a Fernández que se sumara a la idea. Fue una imposición del cristinismo de acá a la luna. Y muchos periodistas se preguntan hoy quien gobierna la Argentina. Yo no tengo dudas. Desde el comienzo dije que Alberto solo era un títere y un instrumento que fingió ser moderado y fue funcional a los intereses autoritarios, corruptos y de búsqueda de impunidad de Cristina.

De hecho, Gabriel Mariotto ya dijo que fue muy útil la moderación para ganar las elecciones, pero que ya era hora de terminar con la moderación. Y eso fue lo que pasó. Alberto jura que la decisión fue de él. Si fuera cierto no tendría ni que aclararlo. Yo soy el conductor de este humilde programa. Y no necesito jurarle a la gente que es así. Se ve todos los días. Una chicana al paso. Dicen que Alberto le dijo a sus amigos que en su charla con la ex presidenta, el se quedó con la última palabra: “Si Cristina”, le dijo.

Como si esto fuera poco la ruptura de la división de poderes con un ilegal e inconstitucional decretazo produjo más daño que beneficios. Las acciones argentinas se desplomaron en Wall Street. La negociación con los bonistas se complicó al máximo. Y el riesgo país aumentó más de 5 puntos. Es que la señal que transmitieron fue obvia: nada de seguridad jurídica para las empresas privadas ni para los inversores.

Como si esto fuera poco, la falta de tacto y de sensibilidad política hizo que una decisión tan grave tomada en un escritorio de la Casa Rosada, derivara en una verdadera pueblada, masiva, pacífica pero muy combativa. Miles de habitantes de Avellaneda, en el norte santafesino, salieron en forma espontánea, envueltos en banderas argentinas a abrazar simbólicamente a la empresa Vicentín y a repudiar este avance sobre el mercado de granos y sobre la propiedad privada. Periodistas de la zona aseguraron, igual que su intendente que nunca habían visto una convocatoria de tanta masividad. Y eso que fue en un par de horas y por las redes. Y sin la participación de los partidos políticos. Se tuvo que improvisar un acto y uno de los oradores dijo que “no hay nada más fascista que atentar contra las libertades individuales y la propiedad privada”.

Gente que siempre fue burócrata del estado y que nunca manejó ni un kiosco, no alcanzó a entender el orgullo que tiene la gente del interior del interior por una empresa familiar de tres generaciones que en 90 años solo produjo fuentes de trabajo y progreso colectivo. El ciudadano trabajador y esforzado que apuesta a la meritocracia que los Fernández tanto combaten, siente agradecimiento por esa empresa cuyos dueños la convirtieron en una potencia y no se mudaron de la tierra que los vió nacer. El intendente Scarpin lo dijo ayer en estos micrófonos: el estado solo aportó atraso y arbitrariedad y el cobro feroz de impuestos. Le sacaron el ferrocarril, le sacaron el puerto, no pueden mantener la ruta más importante y encima ahora se quieren quedar con un capital logrado durante 90 años de trabajo.

Fue tanta la bronca y la indignación del pueblo que no le permitieron entrar a la empresa a los delegados de la intervención. Más aún, a la tardecita, en Reconquista, rodearon el hotel donde se alojaban y gritaron y cantaron para que se fueran de la provincia, cosa que finalmente ocurrió.

El gobernador Omar Perotti, otrora un dirigente prudente y no kirchnerista, se había sumado a esa movida anticonstitucional y absolutamente fallida. Tal vez no advirtió que se trataba de la continuación de la guerra de la 125 por otros medios. Creyó que la intervención y expropiación era solo para la gigantesca cerealera. Pero parece que es contra todo el grupo Vicentín que incluyen muchas empresas de otros rubros que funcionan a la perfección y que no despidieron a ningún trabajador pese a la hecatombe económica y a los serios problemas financieros que tuvieron.

Ayer el ministro Daniel Costamagna tuvo que desmentir su renuncia al gabinete de Perotti pero nadie pudo ocultar la profunda crisis que se produjo. A esta altura, Perotti debería saber que el que se acuesta con cristinistas, amanece mojado. O directamente que la palabra de los K no tiene valor porque no vacilan un segundo en llevarse todo por delante para lograr sus objetivos. ¿O alguna vez en la vida Cristina pidió perdón por algo? ¿O alguna vez reconocieron la dimensión colosal de la corrupción que instalaron desde que llegó Néstor a la intendencia de Río Gallegos hasta la fecha.

Le recuerdo que el escándalo fundacional de estos muchachos fue la estafa que hicieron con los tristemente célebres Fondos de Santa Cruz. Seiscientos treinta millones de dólares, que luego fueron mil, se evaporaron en el aire. Nadie sabe a dónde fueron. Nunca mostraron ni una boleta de depósito. Lo contamos en su momento en un programa de televisión que hacíamos con Longobardi y nos censuraron y nos echaron por exigencia de Julio de Vido y Néstor Kirchner. Hoy su hermana Alicia reconoció que de aquella montaña de dinero, solo quedaron poco más de 9.600 dólares. Un robo a cara descubierta del cartel de los pingüinos emperadores y los patrones del mal.

Un gobierno sensato y no vengativo, si de verdad quería aportar una solución, podría haber ayudado a armar una alianza con un grupo de cooperativas muy poderosas y eficientes que existen. O permitir que algún socio se incorporara a la empresa para sanearla. Pero no. Dispararon chavismo jurásico y ladri progresismo feudal. Es lo que le sale naturalmente a Cristina. Es lo que acata Alberto, sin chistar.

Como si todas estas malas noticias fueran pocas, un grupo de diputados opositores denunció penalmente a Alberto Fernández por abuso de autoridad y violación de la Constitución. Es que se decretazo le pasó por encima al Congreso y a la justicia que estaba interviniendo para evitar la quiebra de Vicentín. Hasta el brillante intelectual y ex presidente de Brasil dijo que lo de Vicentín, era “un camino peligroso”. El Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, mediante un comunicado dijo que esta intervención “resulta absolutamente inaceptable”.

Ayer se lo dije y hoy lo repito. Ni el peronismo más tradicional estuvo de acuerdo. Ni la derecha patotera de Guillermo Moreno ni el centro social cristiano de Roberto Lavagna. Ambos hicieron declaraciones tomando distancia de semejante locura. Hace unos días, Juan Grabois dijo que hace falta otro liderazgo porque Alberto no corta el bacalao. Sergio Berni, el Sheriff que va armado a detener delincuentes, lo ninguneó confirmando lo obvio: “La única que conduce nuestro espacio es Cristina”. Yo nunca tuve ninguna duda. Por eso arranque esta columna con la ironía de llamarlo Alberto Fernández de Kirchner.

Hoy Alberto tratando de disimular un poco dejó de hablar de expropiación y soberanía alimentaria, conceptos chavistas si los hay y se refirió a su decisión como un rescate de la empresa. Sobreactuó diciendo que no tiene vergüenza en decir que es capitalista. Eso es cierto. Tampoco tuvo vergüenza en convertirse en puente de oro para el regreso de Cristina al poder. No tuvo vergüenza porque no tiene vergüenza.

Cada vez me queda más claro una verdad política: la victoria de los malos es producto de la cobardía de los buenos.

Editorial de Alfredo Leuco en Le doy mi Palabra, por Radio Mitre