Amigo Fontanarrosa

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Voltaire decía que “solo entre gente de bien, puede existir la amistad. La gente perversa, solo tiene cómplices. La gente interesada, tiene socios. La gente política, partidarios. La gente de la realeza, cortesanos. Únicamente la gente buena tiene amigos”.

Hoy me quiero dar el gusto de mixturar dos acontecimientos. Este día del amigo y el nuevo aniversario de la partida de ese genio llamado Roberto Fontanarrosa. Ayer se cumplieron 15 años del fallecimiento del querido Negro.

Creo que no me equivoco demasiado al decir que el Negro era una máquina de cosechar amigos y que muchos sentíamos que Fontanarrosa era un amigo de todos.

Me pregunto: El Negro ¿Se habrá enterado que la ley 27.100 instituyó su día de nacimiento, el 26 de noviembre como Día Nacional del Humorista?

Yo sé que el Negro se murió, aunque me cuesta procesarlo. Porque sigue siendo el símbolo de la amistad frente a un pocillo de café. Ya pasaron 15 años y todavía no lo puedo creer. Hace 15 años y parece que fue ayer. El 19 de julio de 2007 estábamos despidiendo el cuerpo del Negro Fontanarrosa, artista de la patria. Por los siglos de los siglos debemos repetir: Gracias por tu humor nacional y tu sabiduría popular elevada a la máxima potencia literaria. Gracias por re-inventar el realismo costumbrista argentino. Por conocernos como nadie y por mostrarnos con ternura. Gracias por escribir como los dioses y no calentarse porque las capillas literarias jamás te reconocieron. Los dogmas elitistas nunca encajaron en tu barrio. Una vez dijiste que “algunos intelectuales serios habrán ocupado sus horas leyendo a Tolstoi”, mientras vos leías El Gráfico.

 Gracias Negro por ser amigo del Negro Crist, es decir esa magia que dibuja llamada Cristóbal Reynoso o simplemente Mandrú, para los amigos del vino manso y la servilleta garabateada con la creatividad de los talentosos. Me resulta de una hermandad cargada de ternura que Crist haya hecho tus dibujos cuando esa enfermedad maldita te había paralizado la mano santa. Te aferraste al lema de trabajar como si te fueras a morir mañana. Y eso hiciste. Eras el goleador de ese equipo de los sueños que fueron a contra mano del orden natural de los diarios. Clarín se empezaba a leer de atrás para adelante. Primero las historietas y la risa. Después la noticias.

Gracias por comprender enseguida que en el vuelo de la palomita de Aldo Pedro Poy hay más poesía que en mil libros. Botines si, libros también. El fútbol te dio esa picardía popular de la ironía frente a las verdades reveladas. Muy serio, decías: “Se aprende más en las derrotas que en las victorias. Pero yo prefiero esa ignorancia”. Brillante provocador de reflexiones y sonrisas.

 Gracias por haberte mezclado con los cordobeses de Hortensia para jugar en primera. Por haberte entreverado con Serrat y Les Luthiers para ganar todos los campeonatos del talento y la ética profesional. Gracias por el coraje de Satiricón y Humor donde había que poner la tinta y los huevos cuando no era fácil. Por ese Inodoro Pereyra, el renegau, con que celebraste el nacimiento de mi hijo Diego y el Mendieta diciendo: “que lo parió”. Lo tengo al lado de la foto que nos sacamos con el Zorro, en tu Rosario siempre estuvo cerca, muy cerca de la Mesa de los Galanes. Estaban el Pitu y el colorado Vázquez que son más enfermos de Central que vos. Gracias por ayudarme a arrancar a mi hijo de la pantalla de la computadora para meterlo de lleno en los libros por tu camino del fútbol hecho arte y escritura. Por haber sacudido toda la formalidad del Congreso de la Lengua y reivindicar ante los académicos más rigurosos y circunspectos el valor de las malas palabras que no son tan malas. Vos consagraste que pelotudo y mierda son términos irremplazables, pura contundencia y melodía.
Gracias Negro Fontanarrosa por ese Boggie tan aceitoso y combativo que sin bajar línea ni levantar el dedito marcaba los límites de la paz y la convivencia frente a la prepotencia de los poderosos y mercenarios armados hasta los dientes y mascando chicle. Nunca te gustaron los sacerdotes del dogma ni las verdades reveladas.

Gracias por ser tan Rosario desde las mesas de El Cairo porque siempre estuviste cerca como ese Rosario que es una colección de tardes preciosas en la voz de Lalo de los Santos. Si supieras que el Monumento Nacional a la Bandera te homenajeó con la enseña flameando a media asta. Y pensar que pateaste las primeras pelotas de trapo en la segunda cuadra de la calle Catamarca. 

Pero hoy más que nunca, tenemos que decirte gracias por elevar a la categoría de mito el valor de la amistad, justo en el día del amigo que fue el día en que te despedimos con lágrimas y risas. Gracias por dignificar el cielo que vas a dibujar hasta que vuelvas a la vida. Gracias por edificar un paraíso como un bar para hablar de fútbol y de minas. Gracias por la emoción de ese momento tremendo cuando para agradecer una de las miles de ovaciones que te brindaban dijiste: “Valoro mucho el grito de esta hinchada porque estoy jugando con ocho jugadores”. Era tu forma de decir que estabas en esa maldita silla de ruedas, con tus músculos desflecados y con tu cabeza más lúcida que nunca. Hoy tenés tu lugar eterno en las tribunas del gigante de Arroyito y se siente tu risa, tu aliento y tus puteadas al árbitro. Era tanta tu ironía y la forma de burlarte hasta de tu enfermedad que un día, rodeado de gente que se persignaba ante tu presencia frágil le dijiste a mi compadre Daniel Milicich: “Zorro, por momentos me siento el gauchito Gil”. Pocos saben que el Negro se llamaba Alfredo de segundo nombre. Y que “El mundo ha vivido equivocado”, nos ayudó a mejorar nuestro placer en el sexo.

El Menchi Sabat, otro gigante compañero tuyo en Clarín que también fue a tu encuentro en lo alto, escribió como prólogo de la tercera entrega de tus libros: “Fontanarrosa tuvo la capacidad de generar historias y desarticular lenguajes que parecían cristalizados y destinados a un oscuro lugar en el inodoro de la historia”.
Los argentinos te debemos mucho, Negro Fontanarrosa. Nos llenaste el alma de milagros cotidianos. Nos hiciste muy felices. Por eso seguimos tan golpeados ahora al recordarte. Y eso que inventaste el más grande de los milagros, lograste que un canalla llegue al cielo y haya fiesta, con vuelta olímpica y todo. Gracias Negro Fontanarrosa. Amigo. Extrañamos tanto al Negro. Hace 15 años que le decimos adiós al amigo al que despedimos un día del amigo. Organizá para mañana un picado entre las nubes. Y después una picada en un bar de morondanga. Eso sí, invitá a los amigos. Y no te mueras nunca, negro querido.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre