La vejez no es una mierda

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Joaquín Sabina pateó el tablero y encendió la polémica. En un documental sobre su vida, dijo que “la vejez es una mierda” y que no encuentra nada bueno en ella. Ayer, la revista Viva de Clarín, aportó una mirada distinta al debate. “Larga vida a la generación Silver”, tituló. Aclara que entrar en la sexta década de vida ya no es un tobogán al retiro. Silver es por el plateado que suelen poner las canas en la cabeza de los que van dejando de ser considerados jóvenes. En la investigación se asegura que este sector que era el gran olvidado del sistema, hoy apuesta al trabajo, el cuidado del cuerpo, la tecnología y el sexo”.

¿Quién tiene razón?

En estos últimos días fallecieron dos iconos que superaron los 90 años y hasta último momento, hicieron gala de su talento, su energía y su capacidad creativa. Nuestra querida Magdalena Ruiz Guiñazú, como la madre de todo el periodismo independiente y de calidad y Carlitos Balá como el emblema del humor familiar y efectivo. Ambos iluminaron a varias generaciones.

Creo que muchas cosas cambiaron y que Sabina, en este aspecto está equivocado.

Reconozco que hace poco me volví loco de bronca e incomprensión. Dos cartas de lectores en los diarios contaban casos similares de personas muy preparadas que no conseguían trabajo porque habían cometido el pecado de cumplir 48 años.  Les decían que reunían todos los requisitos, pero que la edad tope era de 45 años. Uno es un ingeniero y la otra es abogada. Ambos con trayectorias impecables y experiencias notables. Estoy seguro que a los 48 años las personas están en la cumbre de su etapa productiva, creativa y disponen de energía y tiempo para rendir muy bien en cualquier trabajo.

No podía creer semejante prejuicio y discriminación que los especialistas llaman “viejismo o edadismo”. Es la última de las discriminaciones “aceptadas socialmente”. Encima si tienen más de 45 y son mujeres, hay doble discriminación todavía. En Estados Unidos si además es negra, están en serios problemas. Y Si es gay, ni le cuento.

Pero nadie se atreve a poner un aviso clasificado que diga mujeres, negras o gays, abstenerse. En cambio si ponen avisos que dicen que más de 45 años no reciben.

La discriminación siempre es un veneno social. Por cualquier motivo. Pero además creo que es una torpeza cargada de ineficiencia. Porque los que actúan así no solamente están cometiendo el delito de discriminar sino que se pierden en muchos casos trabajadores impecables.

En los últimos tiempos han pasado cosas que me hicieron reflexionar. Robert Redford y Jane Fonda filmaron “Nosotros en la noche” y repiten el rubro que hace 50 años metió un éxito descomunal como esa pareja de jóvenes recién casados en la película “Descalzos en el Parque”. El tiene 86 años y ella 84 y ambos son brillantes en su actuación y siguen seduciendo con su serena belleza y su carisma.

Yo sé que no todos somos Robert Redford o Jane Fonda pero han contratado al flaco Cesar Luis Menotti como director de selecciones nacionales. Es uno de los dos únicos técnicos  de la historia  Argentina que salieron campeones del mundo. Es culto, sensato, apasionado, estudioso, muy activo y tiene 83 años.

Y Pepe Soriano 93 o Marilú Marini 82, y Mirtha Legrand y Susana Giménez, dos de las mujeres más valoradas en la tele.

¿Se da cuenta a dónde apunto? La edad cronológica es una forma jurásica de juzgar a las personas. Conozco pocas personas con la inteligencia, actitud, lucidez y capacidad corporal para colgarse artísticamente de techos y paredes como nuestro compañero de radio, el doctor Alberto Cormillot. Y tiene 84. Hace poco dijo que: “Se ve al viejo como un enfermo, senil, asexuado, pasado de moda, discapacitado, sin derecho y sin pertenencia. Además, se lo considera como gasto para la sociedad y que no contribuye en ella porque no produce. De alguna forma se lo ve como una persona que no tiene los mismos derechos que el resto”. Para que le voy a hablar de Woody Allen, que tiene 86. O de Julio María Sanguinetti, a los 86 años un lúcido analista y escritor político.

Si estudiamos un poco, descubriremos que en el 2050 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 14.  Se está produciendo un cambio fenomenal y no hay que subestimarlo. Y mucho menos despreciar a los que cumplen años. La vida cada vez se prolonga más gracias a los avances científicos y la natalidad es cada vez menor culpa de la locura de la vida moderna y su hiper actividad.

La vejez nos iguala. Es el lugar al que vamos a llegar todos. Y solo si tenemos buena salud y suerte. Es raro, pero el viejismo se discrimina a si mismo, pero con anticipación.

Hay que registrar este nuevo envejecimiento saludable, exitoso, productivo e inclusivo. Tener más de 60 o 70 no es igual a retiro o a jubilación. Hay millones de ejemplos de que es una etapa donde la gente suele hacer lo que quiere en el trabajo y en el amor.

 Mucha gente llega con dificultades económicas brutales y ese tema de la jubilación no se puede ignorar y hay que denunciar. Pero hoy le quiero hablar de otra cosa. Del viejo como una persona que se descarta, muchas veces demasiado rápido y equivocadamente. A mí me gusta decirle viejos como le digo a mis viejos, a mis padres, porque lo hago con cariño y respeto. No es peyorativo. Pero es un tema tan complejo que ni siquiera encontraron un nombre para esas personas que denominan adultos mayores, integrantes de la tercera edad, o con horribles términos como ancianos, longevos o esa palabra cruel: gerontes.

Le pongo ejemplos de gente conocida para argumentar lo que pienso. Pero hay miles de ejemplos anónimos en todos los países y todos los días.

Una gigante del cine como Glenn Close les ganó el globo de Oro a los 75 años a cuatro actrices mucho más jóvenes. Y le ruego que vea en Netlix “La Mula”, de Clint Eastwood, una de obra de arte actuada y escrita por un pibe de 92 años.

Algunos sociólogos dicen que esta es la próxima batalla inclusiva que se viene: “La revolución senior”. Hay que combatir los prejuicios y abrir las cabezas. Hay mentalidades conservadoras que atrasan siglos.

En Argentina, más de un cuarto de la fuerza laboral tiene más de 50 años.

Una consultora explicó que “8 de cada 10 trabajos, búsquedas laborales excluyen explícitamente a mayores de 45 años”. Los mails y las redes son insumos que utilizan cada vez personas de mayor edad. No están fuera del mundo tejiendo escarpines en una mecedora o paseando el perro del vecino. Más allá de que algunos lo quieran hacer y están en todo su derecho.

Mayores de 60, somos 6 millones en nuestro país. Y todavía se asocia a valores negativos como la enfermedad o la dependencia. Más del 70% de los mayores de 60 están más sanos que una lechuga y ocupan gran parte de los puestos de conducción de la mayoría de las empresas, organizaciones sociales o clubes o en oficinas gubernamentales.

Varias de las personas más geniales que conozco superan esa edad. Santiago Kovadloff o Marcos Aguinis, por ejemplo.

O Palito Ortega o Serrat, o Los Rolling Stones o Paul Mc Cartney que cada día cantan mejor.

A aquellos que se pierden de contratar a gente maravillosa y eficiente por el prejuicio de un número en el DNI les digo en pocas palabras: La vejez no es una mierda. Viejos son los trapos.

Viejo es el viento y sigue soplando.

Editorial de Alfredo Leuco en Radio Mitre